La vergüenza es una emoción que forma parte del repertorio humano. Es decir, es completamente normal sentir vergüenza en determinados momentos de nuestra vida. Como todas las emociones, la vergüenza tiene una función específica y, sobre todo, un mensaje. Sin embargo, para algunas personas la experiencia de esta emoción es muy limitante.
¿Crees que puede haber alguna relación entre sentir bloqueo y limitación a causa de la vergüenza y el trauma? En este artículo exploramos esta cuestión para darle una respuesta a la pregunta. Hablamos sobre trauma y vergüenza para poder adentrarnos en dicha relación y sus posibles consecuencias. Finalmente, también hablamos sobre aspectos útiles en el abordaje de esta situación.
¿Qué entendemos por trauma?
Hoy en día podemos encontrar diversas definiciones de trauma y esto puede generar confusión. Además, el término se usa con mucha ligereza a nivel social a veces y, por otro lado, puede estar muy asociado a ciertas etiquetas y estigmas.
La palabra trauma proviene del griego y significa herida. En psicología, se usa este término para hacer referencia a las heridas emocionales que se generan al haber vivenciado situaciones en las que nuestro organismo se ha sentido sobrepasado, sin recursos. Es decir, el trauma no es lo que sucede en sí, sino la huella que esa experiencia deja en nuestro organismo.
A nivel teórico se diferencian dos tipos de trauma. El Trauma tipo I corresponde con aquellas situaciones en las que la integridad física de la persona ha corrido un grave peligro. Suelen ser situaciones extremas y puntuales (accidentes, desastres naturales, agresiones, etc.).
El Trauma Tipo II hace referencia al trauma relacional. Es decir, los acontecimientos estresantes se producen de forma continuada en el tiempo aunque pueden no poner en riesgo la integridad física de la persona.
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Definición de vergüenza y sus orígenes
Tal y como comentábamos inicialmente, no hay nada de malo en sentir vergüenza. Al contrario, es una emoción humana que tiene por objetivo que sigamos perteneciendo al grupo. Es decir, biológicamente esta emoción ha tenido un gran papel en nuestro desarrollo social.
Mediante esta emoción, hemos interiorizado qué conductas nos pueden mantener dentro de nuestro grupo social y qué conductas no están aprobadas o validadas por el grupo y podrían suponer una exclusión (con el riesgo que esto conllevaba especialmente para nuestros antepasados). Suele aprenderse y experimentarse con intensidad durante la infancia y tiene un componente fisiológico intenso.
Podríamos decir que la vergüenza es una emoción social porque la sentimos en relación con los demás. Ya hemos visto la importancia que tiene el componente cultural con sus normas y estigmatizaciones. Además, también hay factores familiares (críticas, invalidación, comparación, etc.) que pueden influir en la aparición. Por supuesto, las experiencias personales (relacionadas con la humillación y el rechazo) también tienen un gran peso.
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Relación entre trauma y vergüenza
La autora DeYoung hace una distinción entre vergüenza normal y vergüenza crónica. La primera sería la escrita hasta el momento, la que tiene una función adaptativa y puede mejorar nuestras relaciones sociales. La segunda, en cambio, deja de tener una función adaptativa y no se relaciona con eventos específicos. Va más allá.
Este tipo de vergüenza acaba formando parte de la autoimagen de una persona. Quienes la sufren se perciben como inadecuadas y defectuosas en todos los aspectos de su vida. Sin duda, experimentar este tipo de vergüenza crónica tiene un grave impacto en la salud emocional y mental de la persona puesto que genera una sensación de invalidez y dificulta sus relaciones sociales.
La vergüenza crónica, también es denominada por otros autores como «vergüenza traumática» puesto que, con frecuencia, se desarrolla a raíz del trauma relacional. Si durante la infancia no tenemos figuras de apego (progenitores, tutores o cuidadores) que garanticen seguridad física y emocional, el riesgo aumenta.
Las personas que sufren de vergüenza crónica o traumática habitualmente han tenido cuidadores/as poco responsivos y sensibles a sus necesidades. De hecho, muchos estudios asocian este tipo de vergüenza con el hecho de haber sufrido negligencia en los cuidados, falta de validación, crítica constante e incluso abuso.
Como consecuencia, y a modo de protección, los niños y las niñas acaban interiorizando este sentimiento de vergüenza como una forma adaptativa de poder lidiar y manejar su dolor emocional. Puesto que no tienen la capacidad de pensar que algo va mal en su entorno, interiorizan que hay algo mal en ellos/as.
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Efectos de la vergüenza traumática en la salud mental
La vergüenza traumática genera en las personas una sensación constante de ser defectuoso/a. Consideran que hay algo mal en ellos/as de forma inherente, que son inadecuados/as y que no merecen amor ni respeto. Estas sensaciones están presentes con mucha frecuencia y, sin duda, interfieren en la vida de las personas.
La vergüenza crónica suele llevar a las personas a asumir patrones relacionales disfuncionales. Podemos observar desde una dificultad para conectar, es decir, tendencia a evitar la intimidad hasta dinámicas de dependencia y extrema complacencia. Además, algunas personas tienden a ponerse más defensivas o agresivas cuando se sienten expuestas.
Esto, sin duda, más la percepción que tienen de su propia persona, puede fomentar la tendencia al aislamiento social. Por un lado, tienden a excluirse de ciertas situaciones en las que se pueden sentir juzgadas y, por otro lado, se sienten desconectadas del entorno. La vergüenza traumática les impide poder sentirse vistas y valoradas por quienes realmente son.
Todo lo comentado hasta el momento tiene un grave impacto en la salud emocional y mental de la persona. No es de extrañar que quienes sufren de vergüenza crónica presenten otras dificultades de salud física y mental. Es importante tener en cuenta que la sintomatología experimentada a otros niveles también podría estar relacionada con el trauma.
¿Cómo abordar esta situación?
Puesto que la vergüenza crónica es una realidad compleja y que requiere de un abordaje integrativo y sensible al trauma, la principal recomendación es buscar ayuda profesional especializada. Es importante que la intervención se ajuste a las necesidades concretas de cada persona y, sobre todo, a su historia de vida.
El proceso psicoterapéutico puede hacerse difícil en algunos momentos. Son diversos los aspectos en los que hay que trabajar para atender la vergüenza y el trauma. De ahí la importancia de buscar a profesionales especializados. Como siempre, tener un entorno seguro que acompañe de forma respetuosa el proceso será un aspecto clave.
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