La vergüenza es una emoción profundamente humana. Todos la hemos sentido en algún momento de nuestras vidas. Nos ayuda a darnos cuenta de aquellos comportamientos que nos alejan del grupo o no son útiles para la socialización.
Sin embargo, a lo largo de los años, y a través de diferentes investigaciones, se ha visto que la vergüenza es una emoción que está más presente —y es especialmente intensa— en las víctimas de abuso, violencia o negligencia.
Cuando hemos vivido experiencias adversas o traumáticas como abandono, negligencia, abuso sexual, violencia física o psicológica, solemos pensar y sentir que hay algo fundamentalmente mal en nosotros. En esos casos, la vergüenza toma un papel protagónico en nuestra vida y nos deja con la sensación de ser profundamente inadecuados.
Es común que aparezcan creencias como “soy una mala persona y por eso abusaron de mí” o “porque abusaron de mí, soy inadecuada o sucia”, o pensamientos recurrentes de no ser suficiente, no merecer amor o no ser valiosa o valioso, entre otros similares.
¿Por qué sentimos vergüenza?
Como todas las emociones, la vergüenza tiene una función. Su función es asegurarnos de que podemos seguir formando parte del grupo al que pertenecemos y seguir recibiendo el apoyo, el cuidado, el cariño y la nutrición, que necesitamos para sobrevivir.
Recordemos que, para nuestros antepasados, el ser “expulsado” o rechazado del grupo implicaba una desventaja enorme para la supervivencia. Quedar fuera del grupo significaba, de una forma muy literal, la muerte.
Por eso es que, cuando se activa la vergüenza, suele ser una emoción muy intensa, pues está íntimamente ligada con nuestro instinto de supervivencia.
La vergüenza, por lo general, se aprende y se vive durante nuestros años más vulnerables en la infancia, cuando somos dependientes de nuestros cuidadores. Cuidadores amorosos, empáticos, que nos miran y validan nuestras emociones nos ayudan a co-regular las emociones intensas, de una manera sana y amable.
Sin embargo, cuidadores negligentes, abusivos, que nos humillan o que no nos miran ni validan, no permiten esta co-regulación dejándonos, en ocasiones, con una dificultad o imposibilidad para regular las emociones muy intensas incluida la vergüenza.
¿Cómo se genera la vergüenza?
Según Paul Gilbert, psicólogo clínico y profesor universitario y creador de la Terapia Centrada en la Compasión, existen diferentes tipos de vergüenza.
La vergüenza por intrusión es aquella que se genera al sentirnos maltratados por otros, ya sea maltrato emocional o físico. El maltrato verbal y la humillación “inyectan” significados o etiquetas negativas acerca de las experiencias que tenemos de nosotros mismos.
Por otro lado, la vergüenza de exclusión es ese sentimiento que se genera al no ser notado, buscado o tomado en cuenta. Este tipo de vergüenza tiene que ver más con la negligencia, con el descuido, con el no sentirnos mirados ni validados. Es una forma más pasiva, pero no por ello menos importante. Puede ser igualmente intensa y disfuncional.
Según Gilbert, “existe evidencia de que el abuso verbal y el tener el propio self definido por los demás en términos negativos, puede tener tanto impacto y resultar tan patogénico como el abuso físico o sexual”.
Según diversas investigaciones, la vergüenza, y la autocrítica que conlleva, es una emoción “trans-diagnóstica”; esto quiere decir que está presente en múltiples diagnósticos clínicos como la depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, o los trastornos de alimentación, entre otros.
¿Cómo se trabaja la vergüenza desde la CFT para llevarla a niveles sanos?
La Terapia Centrada en la Compasión, CFT por sus siglas en inglés (Compassion Focused Therapy), es una modalidad psicoterapéutica desarrollada por profesor Paul Gilbert. Este modelo terapéutico se desarrolló originalmente para trabajar con personas que presentaban problemas complejos de salud mental, ligados a la vergüenza y la autocrítica, y que por lo general procedían de ambientes conflictivos, negligentes o abusivos. Estos ambientes negligentes o abusivos suelen dejar, en quienes los viven, sentimientos de vergüenza y culpa que tienen efectos profundos en la identidad personal y que incluyen una alteración en las creencias más básicas y fundamentales acerca de unos mismo, de los otros, del futuro y del mundo.
La terapia centrada en la compasión es un abordaje multi-modal que se nutre de la psicología evolutiva, la teoría del apego, Mindfulness, la psicología budista, la terapia cognitivo-conductual y la teoría de los arquetipos. Y, como mencionamos anteriormente, está dirigida a personas con altos niveles de vergüenza y autocrítica, aspectos que se encuentran en la base de gran parte del sufrimiento humano. La intención de la terapia CFT es generar una motivación compasiva en los pacientes y recuperar el equilibrio emocional.
Desde esta perspectiva, es importante aclarar que la compasión nada tiene que ver con la lástima o la misericordia, como muchas veces se malinterpreta, sino con la apertura y sensibilidad al sufrimiento propio y de los demás, y con la intención de prevenirlo o aliviarlo.
A través de diversas intervenciones, como la del vínculo terapéutico, la comprensión profunda de cómo funcionan, tanto nuestro cerebro humano, como nuestras emociones, de prácticas de Mindfulness y del entrenamiento en la compasión, este abordaje tiene como intención lograr un equilibrio emocional y una forma más sabia, amable y valiente de relacionarnos con todos los desafíos que la vida nos presenta día a día. Por supuesto, esto también incluye aquellos desafíos relacionados con las experiencias adversas o traumáticas de nuestra propia historia.
Bernarda Perez Conde
Bernarda Perez Conde
-Pausa, reconecta y sana- Psicoterapia y Mindfulness. Terapia EDMR. Psicotraumatología
La Terapia Centrada en la Compasión nos ayuda a disminuir la vergüenza y autocrítica, y nos permite tener una vida más plena y feliz. Actualmente existe evidencia científica que afirma la efectividad de la terapia centrada en la compasión para trabajar, tanto con trastornos depresivos y de ansiedad, como de la conducta alimentaria, personalidad y adicciones.
De igual forma, cada día crece la evidencia de que, cuando se combina la terapia CFT con la terapia EMDR, la efectividad en el tratamiento de trastornos de estrés postraumático y trauma complejo crece de forma importante.