Desde niños, la experiencia de tener que realizar una visita al médico o a cualquier otro tipo de especialista de la salud como puede ser por ejemplo un dentista, resulta bastante angustiosa y traumática. Sin embargo, esto se trata de un miedo normativo y comprensible, puesto que en muchos casos estas visitas están relacionadas con el padecimiento de algún tipo de dolor.
Sin embargo, cuando este temor se cronifica y se convierte en un temor extremo a los médicos, puede ser que no encontremos ante un caso de latrofobia. En este artículo hablaremos de las características de este trastorno, así como de sus síntomas, causas y tratamiento.
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¿Qué es la latrofobia?
Categorizada dentro de los trastornos de ansiedad específicos, la latrofobia consiste en la experimentación de un miedo excesivo, irracional e incontrolable hacia los médicos. Este temor puede llegar a extenderse a cualquier tipo de profesional que trabaje en el ámbito sanitario (dentistas, enfermeros…) o los propios centros de salud.
Cualquier persona con capacidad para realizar un diagnóstico, administrar una medicación, aplicar una inyección, o realizar cualquier tipo de tratamiento o intervención médica, puede ser objeto de la fobia de un latrofóbico. Este trastorno de ansiedad puede llegar hasta el punto de provocar una respuesta de ansiedad grave sólo al percibir el olor característico de un centro de salud u hospital.
La principal consecuencia de esta fobia es que las personas que la sufren evitan a toda costa tener que acudir a cualquier espacio relacionado con el ámbito sanitario.
A pesar de que son conscientes de que cualquier profesional de la salud tiene como objetivo preservarla, las personas con latrofobia intentarán por todos los medios posibles no acudir a una visita médica con el riesgo de pasar por alto diagnósticos, de que se agraven enfermedades, o incluso que se vuelvan incurables.
Aunque en el trastorno de ansiedad específico conocido como nosofobia el paciente también evita a toda costa tener que acudir a la consulta de un médico, la principal diferencia que se encuentra con la latrofobia es que, mientras en la primera el estímulo fóbico se manifiesta por el miedo a enfermar, en la segunda es la figura del profesional la que causa dicho temor.
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¿Cómo diferenciarla de un miedo normativo al médico?
Tal y como mencionábamos anteriormente, es habitual sentir cierto grado de respeto, o incluso algo de temor, ante la idea de acudir a la consulta del médico, dentista, etc. Sin embargo, este miedo no tiene porque resultar excesivo o interferir en la rutina del paciente.
Existen una serie de características específicas que nos permiten diferenciar un miedo normativo de un temor fóbico propio de trastornos fóbicos como la latrofobia.
El primer rasgo con el que podemos identificar un temor fóbico es que este se experimenta de una manera absolutamente desproporcionada en comparación con la amenaza real que existe. Aunque si bien es cierto que en ocasiones las visitas al médico pueden llevar medidas dolorosas, el nivel de temor que experimentan estas personas ante la posibilidad de padecer dicho dolor, es excesivo y exagerado.
La segunda característica propia de este tipo de fobias específicas radica en que el miedo se experimenta de una manera completamente irracional. Es decir, la persona es prácticamente incapaz de otorgar un razonamiento o base lógica al temor que está experimentando e, incluso, llegar al punto de aceptar que no tiene ningún sentido, y aún así no poder evitarlo.
Finalmente, en este tipo de trastornos de ansiedad, la persona tampoco puede controlar el miedo que experimenta ante la aparición o la sola idea de tener que enfrentarse al objeto fóbico. Esto quiere decir que el paciente no puede evitar experimentar la sensaciones y sentimientos de ansiedad, así como tampoco la aparición de pensamientos y creencias intrusivas que favorecen y potencian esta respuesta de ansiedad.
¿Qué síntomas presenta?
La manifestación más característica de la latrofobia, así como del resto de fobias específicas, es la experimentación de altos niveles de ansiedad ante la aparición del objeto temido. Además, para que este temor pueda ser diagnosticado como fóbico, la persona debe manifestar algunos de los síntomas propios de este tipo de trastorno.
Estos síntomas se dividen en síntomas físicos, síntomas cognitivos y síntomas conductuales. Y aunque no tienen por qué surgir de la misma manera y con la misma intensidad en todas las personas estos sí que será necesario que experimente signos de las tres categorías.
1. Síntomas físicos
De la misma manera que ocurre con la gran mayoría de respuestas relacionadas con la ansiedad, la experimentación de un miedo fóbico suele comportar una serie de cambios y alteraciones en el organismo. Estos cambios aparecen debido a la hiperactividad que el sistema nervioso autónomo manifiesta ante la aparición del estímulo aversivo.
Entre estos síntomas se incluyen los siguientes:
- Aumento de la tasa cardiaca.
- Aumento de la tasa respiratoria.
- Sensación de asfixia o falta de aire.
- Aumento de la sudoración.
- Aumento de la tensión muscular.
- Dolor de cabeza.
- Alteraciones y problemas gástricos como diarrea.
- Sensación de mareo.
- Náuseas y/o vómitos.
- Pérdida de la consciencia.
2. Síntomas cognitivos
Acompañando a los síntomas físicos, la latrofobia presenta dentro de su cuadro clínico la aparición de una serie de pensamientos irracionales y creencias distorsionadas acerca del objeto temido. En este caso, el personal médico o profesionales de la salud.
Estos síntomas cognitivos, se manifiestan de la siguiente manera:
- Ideas intrusivas e incontrolables sobre el supuesto peligro o riesgos del estímulo fóbico.
- Especulaciones obsesivas.
- Aparición de imágenes mentales catastróficas.
- Miedo a perder el control y no ser capaz de gestionar la situación adecuadamente.
3. Síntomas conductuales
Dentro de esta última categoría de síntomas se incluyen aquellos patrones conductuales que aparecen en respuesta a la aparición del estímulo fóbico. Esta sintomatología tiene como objetivo evitar la situación temida o huir de ella en el caso de que ya haya aparecido. Estas conductas son conocidas como conductas de evitación o de escape.
El primer tipo de síntomas conductuales son los que tienen como meta evitar el encuentro con un profesional de la salud. Es decir, incluye todos aquellos comportamientos o actos que la persona realice para esquivar la posibilidad de enfrentarse a ellos. Gracias a estos síntomas la persona evita de manera temporal la experimentación de sentimientos de angustia y ansiedad propias de una fobia.
Por otra parte, las conductas de escape aparecen cuando la persona con latrofobia no ha podido evitar el estímulo fóbico, por lo que llevará a cabo todo actos y comportamientos que le posibiliten escapar de la situación de la manera más rápida posible.
¿Cuáles son las causas?
A pesar de que es realmente complicado determinar el origen específico de una fobia, se hipotetiza que una predisposición genética, unida a la experimentación de experiencias traumáticas, puede ser la base para el desarrollo de esta y cualquier otra fobia.
De la misma manera, existen otros muchos factores que debemos tener en cuenta, tales como la personalidad, los estilos cognitivos o el aprendizaje vicario, puesto que pueden favorecer la aparición y desarrollo de este tipo de miedos irracionales.
¿Existe un tratamiento?
Debido a las complicaciones para la salud del paciente que esta fobia puede acarrear, es recomendable que estas personas acudan a un profesional en salud mental. Existen diferentes intervenciones psicológicas que pueden favorecer la disminución de la intensidad de los síntomas hasta incluso llegar a desaparecer.
Los tratamientos que utilizan técnicas de reestructuración cognitiva pueden ayudar a eliminar los pensamientos y creencias irracionales, los cuales suelen conformar la base de este trastorno.
Igualmente, el tratamiento conocido como “desensibilización sistemática”, en el cual la persona se expone mentalmente y de manera gradual a los pensamientos o situaciones que provocan este temor acompañado de un entrenamiento en técnicas de relajación, resulta de gran eficacia a la hora de que la persona pueda superar su miedo fóbico y restablecer su ritmo de vida habitual.
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