Puede que te haya pasado alguna vez lo siguiente: vas por la calle, ves a una persona y piensas “Me gusta su estilo”. Luego, pasas por una tienda de ropa y ves el mismo pantalón o la misma camiseta que tanto te había llamado la atención. ¿Qué haces tú, entras a comprarlo ya que te ha gustado o piensas que es mejor no probártelo?
Supongamos que al final te lo has comprado, ya es el día siguiente y se da la ocasión para que te pongas tu nuevo outifit, pero te entran dudas y no lo estrenas. ¿Por qué no te has atrevido al final?
Pueden haber diversos motivos, y es que al final nos resulta difícil ignorar nuestras propias inseguridades o las críticas de los demás, en una sociedad que es tan prejuiciosa. Si sientes que no te atreves a vestir como quieres realmente, sigue leyendo este artículo y te cuento qué puedes hacer.
¿Por qué no me atrevo a vestir como quiero?
La clave de por qué no te atreves a vestir como quieres está precisamente en el primer verbo: atreverse. El propio hecho de atreverse a hacer algo implica que hay que dar el paso para realizar algo arriesgado, que supone un peligro físico o emocional. Y cuando hay un riesgo o un peligro, la emoción que nos paraliza no es otra que el miedo.
Este miedo es complejo, porque puede ser provocado por distintos motivos, y a la vez todos muy parecidos y con algo en común: cómo van a reaccionar los demás a nuestra forma de vestir. Puede que lo que nos preocupe es que nos juzguen o nos critiquen, o que por el contrario llamemos mucho la atención, nos miren “demasiado” o nos piropeen. Esta preocupación es natural si se tiene en cierta medida y no es exagerada.
Sin embargo, la percepción de que vamos a ser juzgados u observados puede ser el reflejo de un problema psicológico en determinadas ocasiones. Por ejemplo, cuando esta percepción no se ajusta a la realidad, si nos provoca demasiado malestar, o si nos limita nuestro día a día y nuestra manera de ser.
Puede estar causado por inseguridades surgidas por una baja autoestima, por recuerdos traumáticos de vivencias en las que se burlaron de nosotros por la ropa o puede ser un síntoma de un trastorno psicológico como el trastorno de ansiedad social. Hay que tener en cuenta que nuestra forma de vestir puede ser más importante para nosotros de lo que puede parecer a priori.
¿Y por qué me importa tanto mi forma de vestir?
El primer motivo para darle importancia es que la forma de vestir es un reflejo de nuestra personalidad. Además, las personas tendemos a encasillar y etiquetarlo todo. Ambos aspectos nos llevan a temer qué imagen estamos dando: dependiendo de cómo nos vistamos, las personas nos encasillarán en una forma u otra de ser.
Nosotros también lo hacemos, todos intentamos predecir cómo son las personas y el mundo que nos rodea. Incluso nos encasillamos a nosotros mismos en función de nuestro estilo a la hora de vestir. De forma consciente o inconsciente, al vestirnos estamos decidiendo qué imagen queremos dar al mundo y a nosotros mismos de cómo somos.
Por otro lado, somos seres sociales, con lo que ello implica. Por mucho que a veces intentemos asegurar que no nos importa lo que piensen los demás, sí que nos preocuparía si a nadie le gustase lo que hacemos, incluyendo cómo nos vestimos. Por naturaleza, necesitamos cariño, apoyo y compañía, y no nos gusta sentir que no encajamos en nuestro entorno.
Si en tu entorno sí aceptan el estilo de vestir que te gustaría, e incluso hay personas que ya visten así, no tendrás tanto problema para atreverte a hacerlo. Por el contrario, si vistiendo así no encajarías en tu entorno, te costará mucho más dar el paso. Aquí es donde empiezan los miedos e inseguridades: evitamos vestirnos de cierta manera para que no nos encasillen como buscones, fanfarrones, presumidos, frikis, excéntricos… ¿Y qué hacer entonces?
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¿Qué hacer si no me atrevo a vestir como quiero?
Una vez que ya sabes los posibles motivos por los que no te atreves a vestir como quieres, es más factible poder afrontarlo y empezar a hacer lo que realmente te apetece. Sin embargo, no es tarea fácil, por mucho que sepamos la teoría, a veces sigue costando llevarla a la práctica. Por eso, a continuación, te dejo una serie de pasos que te pueden ser de ayuda para atreverte a vestir como quieras.
1. Plantéate estas preguntas
Realmente, el miedo que nos impide vestir como queremos puede ser algo irracional. No tanto porque sea improbable que nos juzguen (que eso puede pasar), sino porque quien lo vaya a hacer lo más probable es que sean personas que no merecen la pena o no son personas de nuestro entorno con las que realmente queramos encajar.
Cuando tengas este miedo, hazte las siguientes preguntas. Puede que las respuestas te sorprendan y te permitan ver las cosas de otra manera para dar el paso:
- ¿De qué tengo miedo realmente? ¿Por qué?
- Cuando me miran, ¿es solo porque me están juzgando, o pueden estar pensando algo bueno sobre mí?
- ¿Las personas cuya opinión me preocupa realmente me importan? ¿Me aportan algo bueno?
- ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Cuánta probabilidad hay de que ocurra?
- ¿Lo que puedan pensar de mí es cierto? ¿Me hace peor persona?
2. Afronta tus miedos poco a poco
Aunque las respuestas a las preguntas anteriores sean favorables y de pronto veamos muy racionalmente posible el vestirnos como queramos, es muy probable que aún sintamos miedo. ¿Por qué? Porque somos seres muy emocionales, aunque intentemos negarlo, y necesitamos experimentar las cosas para comprenderlas al 100%.
Esto implica que hasta que no veamos con nuestros propios ojos que no pasa nada grave porque nos juzguen o nos miren personas desconocidas, no nos vamos a sentir seguros para vestirnos como queramos. Lo cual solo te deja una opción: si quieres vestir de otra manera, tienes que hacerlo, a pesar del miedo, para ver si es cierto lo que temes. Es la única barrera entre tú y la forma de vestir que realmente quieres.
Eso sí, te recomiendo que lo hagas poco a poco. No cambies tu look de un día para otro, porque puedes pasar un día con mucha ansiedad y no querrás volver a ponerte el conjunto para no repetir la experiencia. Para que esto no ocurra y tus cambios puedan ser persistentes, hazte una lista de situaciones en las que te gustaría llevar cierta ropa, pero no lo haces por miedo (en el trabajo/estudios, de fiesta, en una comida familiar…).
Asimismo, puedes incluir y organizar en la lista prendas que consideres más o menos difíciles de poner para salir a la calle con ellas (por ejemplo, que enseñen mucho cuerpo o que no sean normativas según tu género). Ordena ese conjunto de situaciones y prendas de menos a más agobiantes, y empieza a afrontar tus inseguridades con la primera situación. Así, el miedo no será demasiado fuerte como para impedírtelo. Cuando te encuentres cómodo/a en la primera situación, será cuando podrás pasar a la siguiente.
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3. Decide según tu propio criterio
Cuando vayas probando ciertos estilos, irás descubriendo cómo te sientan. Puede que algunos de ellos te den la impresión de que no te gustan, pero pregúntate si es porque te sientes aún incómodo/a por lo que pueda pensar o te haya dicho la gente, o simplemente piensas que no cuadra con tu forma de ser. También puede ocurrir que no te quede bien estéticamente bajo tu propio punto de vista, y para ti sea importante este factor.
En los dos últimos casos, no hay más que pensar: si no es tu estilo y no te convence, no lleves esa ropa. Si por el contrario es lo primero y es porque te incomoda lo que piense tu entorno, date tiempo para acostumbrarte a vestirte así, hasta que baje la ansiedad inicial y puedas diferenciar si realmente te gusta o no. Lo importante es que disfrutes de tu ropa, que te resulte divertido probar y te sientas a gusto contigo mismo/a.