España está a la cabeza del consumo de psicofármacos, entendiendo estos como los medicamentos que actúan en el cerebro produciendo efectos psicológicos.
Estamos por encima de la media europea en cuanto al consumo de ansiolíticos y de benzodiacepina. Los ansiolíticos, antidepresivos y somníferos se recetan sin pensar demasiado en sus posibles efectos secundarios y sin plantearse, como primera opción, acudir a psicoterapia.
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¿Por qué ocurre esto?
Hay múltiples factores asociados que explican la medicalización del bienestar psicológico, entre ellos, su bajo coste económico, rondando entre 1 a 3 euros la caja de alguno de estos medicamentos, habiendo descendido su coste en los últimos años.
Por otra parte, es muy sencillo acceder a los psicofármacos, basta con que el médico del centro de salud los preescriba, es decir, no es necesario que lo haga un profesional de salud mental. Que este los preescriba puede ser muy sencillo si las personas relatan los síntomas que pueden asemejarse a ansiedad, depresión e insomnio mayoritariamente; sin embargo, lo más probable es que no hablemos de depresión, sino de tristeza, y que no hablemos de una ansiedad patológica o que, incluso en caso de que así fuera, se pudiera solucionar esta problemática con psicoterapia.
Pero, y entramos en la tercera razón… ¿cómo va un doctor a derivar a una persona a psicoterapia no habiendo apenas psicólogos en la Seguridad Social? En concreto, se dispone de 4 psicólogos y 6 psiquiatras por cada cien mil habitantes. Los doctores, por tanto, se ven casi obligados a preescribirlos para ofrecer alguna “solución “ al paciente.
El concepto de las pastillas de la felicidad
Por otro lado, se ha de atender a la casi obligación de estar felices y de encontrarnos, en todo momento, bien. Por ello, cuando la persona siente tristeza, nervios, atraviesa un duelo… nota que algo no va bien dentro de sí mismo y que ha de tomar alguna pastilla que le “cure”. Pero, ¿y si atravesar esa tristeza, sentir ansiedad, llorar una pérdida… es sano, necesario y adapatativo?
Cada vez se tolera menos el estrés, las frustraciones o el dolor, por lo que la persona busca la inmediatez del fármaco; sin embargo, de este modo, podemos estar mermando nuestras capacidades de afrontamiento .
Es necesario también hablar de la normalización de estos consumos. En pocas familias no hay algún miembro que consuma psicofármacos, es algo muy normalizado, lo cual es un claro factor que incide en ese aumento del consumo.
Modos de vida poco saludables
El estrés y nuestra mala higiene del sueño combinada con un uso de las tecnologías cada vez más preocupante, hacen que se dispare el aumento de medicamentos para conciliar el sueño, pese a que está demostrado que ayudan a dormir pero no a descansar, generando una sensación de pesadez y apatía en la persona que pocas veces se tiene en cuenta antes de consumirlos.
El problema del sobrediagnóstico
Otro factor relevante es el de la tendencia al sobrediagnóstico y medicalización en nuestra sociedad, que podemos ver en las nuevas versiones del DSM, en la medicalización con psicofármacos a los menores de edad, etc. Todo esto muy influenciado por los intereses de la industria farmacéutica.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de tomar este tipo de fármacos?
En primer lugar, se puede generar dependencia. Cada vez es mayor la adicción a los psicofármacos, estando estando estos entre las drogas que más adicción está creando actualmente.
La mayoría de los psicofármacos crean dependencia física, es decir, el organismo del consumidor va a evidenciar síntomas propios del síndrome de abstinencia cuando se cese el consumo.Y, por otra parte, surge dependencia psicológica: el cerebro se acostumbra a esta sustancia y demandará mayores cantidades, pudiendo llegar al punto de no poder conciliar el sueño o de funcionar en el día a día sin estas pastillas.
Si nos preescriben una pastilla que tomamos cuando estamos nerviosos y otra cuando estamos tristes, ¿qué pasa si estamos nerviosos o tristes y no la tenemos? Que es probable que sintamos que no somos capaces de afrontar ese malestar.
También se han de tener en cuenta los efectos secundarios adversos. Si bien a corto plazo los ansiolíticos pueden reducir nuestra sintomatología (los antidepresivos necesitan semanas para desarrollar sus efectos), a corto y a largo plazo pueden tener efectos adversos secundarios muy considerables .
Por otro lado, como comentábamos, puede reducirse la sintomatología ansiosa o depresiva , entre otras, pero no solucionar el problema en cuestión, y no ponernos a trabajar en ello y en el foco del problema debido a que nos reduce esta sintomatología y nos hace creer que el problema se ha solucionado, siendo probable que vuelva a aparecer.
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Conclusión
En Mariva Psicólogos pensamos que, si bien es cierto que los psicofármacos pueden ser necesarios, y más cuando hablamos de psicopatología grave, hemos de tener precaución a la hora de recurrir a ellos y plantearnos si acudir a psicoterapia y apostar por nuestra salud mental, aunque requiera mayor esfuerzo personal, es más beneficioso. En caso de requerir medicación, nuestro psicólogo nos lo recomendará, y podremos combinar la farmacología y la terapia.