Una herida emocional infantil es un daño emocional que se produce cuando somos niños. Ese daño emocional supera la capacidad del niño para integrar y darle sentido a lo que le está ocurriendo y procesar las emociones que se generan del mismo.
La herida emocional se enquista, no se sana, y sigue sangrando cuando somos adultos.
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¿Cuál es el origen de una herida emocional infantil?
La herida emocional nos la generan nuestros padres, muchas veces sin mala intención, ya que cargan con sus propios niños heridos y hacen lo que pueden; y el colegio, un primer ambiente en el que podemos vivir una etapa muy feliz o una etapa terrorífica en la que pueden hacernos mucho daño.
Por otro lado, las heridas emocionales infantiles nos provocan baja autoestima, generándonos inseguridad en el mundo y en las relaciones que establecemos. Nos hacen desarrollar falsas creencias limitantes sobre nosotros mismos, como que no merecemos amor, somos malos, no somos suficientes o no podemos confiar en los demás y en el mundo.
Además, nos desconecta de nuestra habilidad natural para escuchar y sentir las emociones. Nuestra brújula emocional queda averiada, y, por tanto, nuestras necesidades que nacen de estas emociones pasan a un segundo plano.
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Las 7 heridas emocionales infantiles
Te planteo algunas cuestiones para que puedas detectar si posees alguna de las 7 heridas infantiles de las que voy a hablarte más adelante.
¿Te sientes frágil? ¿Que no te quieres a ti misma/a? ¿Que lo das todo por los demás, pero te cuesta pensar en ti? ¿Te cuesta gestionar tus emociones? ¿Tienes recuerdos del pasado dolorosos que prefieres no mirar? ¿Te da miedo querer a alguien? ¿Te da miedo que te dejen de querer? ¿Te da miedo perder al otro? ¿Te da vergüenza exponerte a los demás? ¿Tienes miedo a que te rechacen?
Tengo que decirte que lo que voy a explicarte a continuación no solo parte de mi formación académica, si no de la experiencia que he tenido con todos mis pacientes. Las características que vas a leer de cada herida no son exclusivas de esa herida; puedes encontrarte con alguna característica de otra herida que también probablemente pertenezca a la tuya. Nada es blanco o negro en psicología.
1. Herida de abandono
Cuando hablamos de esta herida hacemos referencia a un miedo muy intenso a que el otro nos abandone o nos deje de querer. Procede de padres que han estado ausentes física o emocionalmente o padres que nos han sobreprotegido demasiado. Desde aquí, por tanto:
- Buscaré la fusión y la dependencia total en mis relaciones de pareja.
- Siento los fallos y errores de la otra persona como míos propios, al igual que sus emociones. Me cuesta separarme y diferenciarme del otro.
- Tendré un terror enorme a la soledad.
- Puede ser que sea un poco celosa y desconfiada de mi pareja.
- Me acostumbraré a fijarme en todas aquellas señales que me indiquen que mi pareja puede no estar bien conmigo: no me ha escrito los buenos días como siempre, tarda mucho en llegar a casa, no me ha dicho a qué hora llega, habla demasiado con esa chica o chico, etc.
- Tenderé a complacer al otro.
- Buscaré el control y la persecución en mis relaciones por miedo a que el otro se vaya y me deje.
- Me comportaré como una niña o niño: que el otro me cuide, me mime, y me aconseje. A veces, es al revés, tenderé a ser la mamá o papá del otro para que así dependa de mí y no se vaya nunca...
2. Herida de rechazo
Procede de padres que no nos han aceptado por cómo somos incondicionalmente y siempre va ligada a una etapa de acoso escolar. Desde esta herida sentimos un miedo muy intenso a que el otro me rechace por como soy. Veamos algunas de sus características:
- Buscaremos evitar el conflicto a toda costa, sintiéndonos mal con nosotros mismos y con mucho miedo y sentimiento de indefensión.
- Seremos hipersensibles a la crítica.
- Desconexión clara con el enfado: no sabremos poner límites y tenderemos a agradar a todo el mundo.
- Trato de pasar desapercibida, que no me vean.
3. Herida de humillación
Sentimos que hay algún defecto dentro de nosotros mismos. Viene de padres que nos han ridiculizado por nuestra forma de ser o por nuestro físico. Asociada especialmente a madres controladoras, perfeccionistas, y que dan excesiva importancia al qué dirán, al cuerpo y a la imagen. También suele estar muy asociada al acoso escolar e intrafamiliar por primos o hermanos, es decir, por iguales.
- Vergüenza tóxica sobre una misma como emoción nuclear.
- Tendencia a no mostrar defectos ni debilidades, a ir de fuerte con una falsa coraza.
- Síndrome del impostor: ser muy inteligente, pero sentir que nunca soy suficiente y que soy un inepto.
- Buscar la perfección y la excelencia en todo lo que hago o digo.
- Hipersensibilidad a la crítica.
- Represión de partes de mí misma que no me gustan y que rechazo/odio.
- Frialdad.
- Sobrecompensar de forma narcisista, pensando que soy la mejor en mi trabajo (aunque con los demás solo muestro humildad) y en todo lo que hago, aunque luego siga sintiendo que no valgo.
- Hipervigilancia y alerta todo el tiempo, como si tuviese que esconder algo, una parte de mí que no acepto y que los demás van a ver como un fraude absoluto.
- Tendencia a arreglarme mucho físicamente para dar una buena imagen de mí misma, alcanzando la excelencia y la perfección.
- Problemas con la comida, desde la restricción hasta el atracón.
4. Herida de traición
Surge nuando nuestros padres nos han decepcionado en más de una ocasión. Las señales son las siguientes:
- Desconfío del mundo, de la vida, y de todos. He perdido la esperanza en la humanidad.
- Soy rígido e intolerante.
- Me molesto mucho y personalizo que no me quieres por pequeños detalles como: te hablo y no me escuchas, llegas 5 minutos tarde a nuestra cita, te cuento algo y se lo cuentas a otra persona, no te acuerdas de mi cumpleaños, etc.
- Me cuesta mucho confiar en ti, entregarme en el vínculo y dejarme querer.
- Estoy en alerta constante sobre los pequeños detalles. Controlo. Si me fallas en una pequeña cosa voy a mantenerme en la distancia y desde la paranoia en nuestro vínculo.
5. Herida de culpa
Cuando tendemos a responsabilizarnos de todo y de todos. Viene de familias en las que hemos tenido el rol de responsabilizarnos de las heridas y emociones de nuestras familias. En experiencias así, normalmente solemos haber crecido como niños adultizados, madurando antes de tiempo. Somos los mejores cuidadores y protector con los demás, pero no sabemos cuidarnos a nosotros mismos. Pistas:
- Soy una persona altamente responsable con lo que hago, con mi vida y con mis estudios.
- Soy muy organizado y resolutivo.
- Tiendo a cuidar tanto a la otra persona, que a veces se agobia.
- Siento los fallos y errores de la otra persona como míos propios, al igual que sus emociones. Me cuesta separarme del otro.
- Me cuesta pedir ayuda y hablar de lo que siento, porque estoy acostumbrado a cuidar del otro.
- Me siento culpable si no me ocupo de ti. Fácilmente chantajeada si te colocas en un rol de víctima.
- No puedo dejar de ayudarte porque si no, no me siento querida.
6. Herida de injusticia
Viene de situaciones que hemos vivido en nuestras familias de origen como injustas, tanto entre nuestros padres como con nosotros mismos. Especialmente, viene de un padre que ha sido rígido e intolerante con su hijo, que mira a la sociedad desde la injusticia y la no aceptación y se involucra en temas de política, economía, etc. Tengo esta herida si:
- Soy un defensor de las causas perdidas: participo en ONGs, voluntariados de forma constante, manifestaciones, quemo contenedores, soy revolucionario, etc.
- Moral altamente estricta: trato de no mentir nunca y de no hacer daño a nadie. Me molesta mucho cuando el otro no me tiene en cuenta y es injusto conmigo.
- Soy autoexigente conmigo y con mi vida, mis responsabilidades e incluso con mi propio cuerpo.
7. Herida de reconocimiento
Surge cuando no nos hemos sentido valorados en nuestras familias de origen y/o cuando lo que hemos hecho nunca ha sido suficiente a ojos de los demás. O, por el contrario, cuando nos han valorado tanto por esto que sentimos que no somos nada porque no hay más identidad más allá de eso. O cuando nuestra autoestim a solo va ligada a lo académico. Cuando hemos tenido unos padres altamente exigentes y perfeccionistas, que sobre todo daban valor a los estudios y a la parte académica.
También se da en personas que se dedican a puestos de alto standing, tipo médico, ingeniero, doctor en investigación, empleado en empresa competitiva internacional, etc. Tengo esta herida si:
- Me enfado mucho si el otro me corrige, para mí es importante hacerlo todo perfecto. Puedo ponerme tanto a la defensiva que igual estallo de ira. Parece como si nunca tuviese errores.
- Creencias rígidas sobre la perfección, la excelencia, el no parar, el no descansar…
- Represión emocional, visión de las emociones desde cosas que son malas, me hacen vulnerable y que debo controlar.
- Tendencia a desarrollar mecanismos compulsivos para liberar las emociones contenidas: comer, limpiar, pensamientos obsesivos, gimnasio desmesurado…
- Creencias limitantes del estilo: no valgo, nunca es suficiente, tengo que ser perfecta, tengo que poder con todo, etc.
- Terror al fracaso en el ámbito académico-laboral y asociación patológica del autocuidado al fracaso: miedo intenso a posponer la entrega de un trabajo, cambiar de empleo si no me siento bien, parar, poner límites, salir a mi hora, descansar, etc.
- Frecuentes ataques de ansiedad y estrés crónico, siempre estoy pensando en cuál va a ser mi siguiente paso laboral que me de éxito y estabilidad
- Síndrome de la impostora: soy objetivamente muy inteligente pero no me lo creo, siento que soy inútil y torpe.
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¿Cómo sanar cada una de las 7 heridas infantiles?
El primer caso es darse cuenta y reconocer que tenemos una herida emocional infantil. Después, es necesario saber que la única forma de sanarla es responsabilizándose de ella y no culpando a nadie.
El segundo paso es igual para todas las personas: llorar, enfadarse, sentir... transitar la herida. No desde una parte racional, sino desde las tripas. Esto solo puedes hacerlo con un terapeuta especializado.
El tercer paso es aprender a quererte, mirarte, escucharte y priorizarte desde el cariño y el amor incondicional.
El cuarto paso, y aquí cada uno tiene su ruta específica, es hacer cosas que nunca hemos hecho por tener esta herida. Te doy algunos tips rápidos para cada herida.
1. Herida de abandono
Practicar la autonomía, aprender a convivir con la soledad, hacer cosas solo o sola, regular tú sola tus emociones, etc.
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2. Herida de rechazo
Practica el exponer lo que sientes u opinas con más frecuencia. Ser tú, más auténtica y coherente contigo misma. Suelta el miedo y enfádate más. Empieza poniendo límites a las personas con las que tienes más confianza y luego en el mundo: defiéndete si alguien se salta la cola del súper, pídele al camarero que te cambie el plato, etc.
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3. Herida de humillación
Expón las partes de ti que menos te gustan, acéptalas, quiérelas y muéstralas. Respira tu vergüenza mientras las sientes en el cuerpo, acostúmbrate a ella hasta que se vaya. Cuéntate que puedes permitirte ser insegura y que eso no dice nada malo de ti. Te hace humana/o.
4. Herida de traición
Aprende a confiar. Ábrete a la posibilidad de que el otro pueda traicionarte. Suelta el control. Expón poco a poco tu parte vulnerable. Déjate querer.
5. Herida de culpa
Deja de cuidar. Céntrate en cuidarte a ti. Aprende a sostener la angustia cuando el otro no puede, se frustra, y se estrella. Tiene que aprender y crecer. Sálvate a ti, eres tú quien necesita ayuda.
6. Herida de injusticia
Stop a la queja. Acepta que el mundo es cruel e injusto y que no puedes cambiarlo. Suelta el rencor y la rabia. Conecta con lo que hay debajo, que suele ser dolor. Permítete ser injusto de vez en cuando. No eres un robot, tienes sentimientos y algunas veces te equivocas, otras sientes celos y envidia, y eso está bien.
7. Herida de reconocimiento
Cuídate, dedícale menos tiempo al trabajo y dedícatelo a ti. Suelta el control. Respira. Fluye. No necesitas demostrar nada a nadie ni ponerte pruebas a ti mismo/a. Ya eres suficiente. Quiérete así, con tus imperfecciones y por cómo eres, no por lo que haces.