Cuando alguien empieza terapia, lo ideal es que se sienta en un lugar donde pueda hablar sin tener que medir cada palabra. Un espacio donde no hay que impresionar a nadie ni explicar demasiado para ser comprendido. Ese ambiente que se construye entre la persona que consulta y el terapeuta tiene un nombre: alianza terapéutica.
Es como un acuerdo implícito donde ambos se comprometen a trabajar en conjunto. No siempre surge de inmediato, pero con intención y cuidado, se puede crear y fortalecer. Y cuando está presente, se vuelve el corazón del proceso terapéutico.
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¿Qué es exactamente la alianza terapéutica?
Es la relación de confianza y colaboración que se va formando entre la persona que asiste a terapia y el profesional que la acompaña. No se trata solamente de llevarse bien, sino de construir un acuerdo claro sobre qué se quiere trabajar, cómo hacerlo y desde qué actitud emocional se va a recorrer ese camino.
Incluye aspectos prácticos, como definir metas y tareas, pero también algo más sutil: sentir que la otra persona está realmente presente, que escucha de forma sincera, y que no está solo “cumpliendo con su trabajo”. La alianza no es un detalle, es lo que le da sentido a todo lo demás.
¿Por qué es tan importante?
Porque sin esa conexión, la terapia puede sentirse distante o hasta incómoda. Hay personas que no regresan después de la primera sesión, y muchas veces no es por falta de capacidad del terapeuta, sino porque no se sintieron a gusto en ese primer encuentro.
La investigación en psicología ha mostrado que una buena alianza terapéutica se relaciona directamente con mejores resultados. Y esto aplica sin importar el tipo de terapia que se utilice. Lo que importa es que haya una relación en la que ambas partes puedan hablar con honestidad y sin miedo.
Además, cuando hay confianza, es más fácil hablar de temas difíciles, expresar dudas, o incluso poner sobre la mesa cuando algo no está funcionando. Esa posibilidad de decir “esto no me está ayudando” sin temor, es parte de una alianza saludable.
¿Cómo hacen los psicólogos para crear esta alianza?
Esto no se deja al azar. Los terapeutas, desde las primeras sesiones, están atentos a cómo se siente la persona en ese espacio. Usan ciertas herramientas que ayudan a que la relación fluya y que la persona se sienta segura.
Aquí compartimos contigo algunas de las más comunes.
1. Escuchar con total atención
No se trata solo de oír lo que se dice de la boca para afuera. Es escuchar con el cuerpo, con la mirada, sin interrupciones ni juicios. Dar tiempo para hablar, incluso cuando hay pausas o dudas. Esa presencia activa ayuda a que la persona perciba que está siendo tomada en serio.
2. Mostrar empatía desde un lugar auténtico
La empatía no es decir “entiendo” todo el tiempo. Es realmente ponerse en el lugar del otro, sin comparaciones, sin dramatizar. Y si algo no se entiende, se pregunta con respeto. El objetivo no es tener todas las respuestas, sino demostrar disposición para comprender.
3. Ser genuinos, no actuar un personaje
Las personas conectan más cuando sienten que el terapeuta también es una persona real, que habla con naturalidad, que no se esconde detrás de una actitud forzada. La autenticidad genera confianza y hace que la relación sea más humana.
4. Acordar desde el inicio cómo se va a trabajar
Definir cómo será la terapia, cada cuánto serán las sesiones, cómo se maneja la confidencialidad, qué lugar ocupa cada uno. Estos acuerdos ayudan a tener claridad desde el principio y permiten que la persona sepa qué esperar.
5. Definir los objetivos en conjunto
La terapia no es un monólogo del profesional. El sentido se construye de a dos. A veces, la persona no tiene claro qué quiere lograr, y está bien. Pero cuando se empieza a aclarar ese rumbo, es importante que ambas partes estén alineadas. Trabajar hacia algo concreto, acordado y posible ayuda a mantener el foco.
6. Proponer tareas que tengan sentido para quien consulta
Algunas terapias incluyen ejercicios entre sesiones. Lo importante es que estas propuestas se ajusten a la persona, que tengan un propósito claro y que se acuerden entre ambos. Cuando la tarea conecta con lo que la persona está viviendo, se convierte en una herramienta útil, no en una obligación molesta.
7. Adaptarse con sensibilidad
Cada persona tiene su propio ritmo, su manera de expresarse, sus temas. Por eso, los buenos terapeutas no aplican un molde. Van observando, ajustando y acompañando de forma flexible, siempre atentos a lo que la persona necesita y puede sostener en ese momento.
Una habilidad fundamental para ejercer en psicoterapia
La alianza terapéutica no es una idea teórica ni un ideal inalcanzable. Es una parte concreta y activa del proceso. Se construye poco a poco, con gestos simples pero consistentes. Cuando está presente, se nota. Las conversaciones fluyen, el espacio se siente seguro, y hasta los temas más complejos se pueden trabajar con mayor calma.
Si estás del lado de quien acompaña, no pierdas de vista que las técnicas, el encuadre y la teoría son importantes, claro, pero lo que muchas veces sostiene el proceso es ese vínculo que vas construyendo con la persona que tienes enfrente. Una alianza terapéutica sólida no surge por azar: se cultiva con presencia, con coherencia y con una escucha que no se apura.

Psicología Mensalus
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Psicología, Psiquiatría y Coaching
Y si estás en terapia o considerando empezar, vale la pena prestar atención a cómo te sientes en esa relación. Porque, sí, las herramientas y los enfoques importan, pero lo que sostiene todo el proceso, muchas veces, es la calidad del vínculo con quien te acompaña.
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