El bienestar emocional no se basa únicamente en cómo gestionamos nuestras emociones a través de acciones como meditar, divertirnos con los amigos o llorar cuando lo necesitamos.
Un acto tan aparentemente mundano como comer también influye en él a través de diversas vías y procesos psicológicos. Veamos cómo lo hace.
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Las implicaciones neuropsicológicas de la nutrición
Lo que comemos tiene un claro impacto en lo que ocurre en nuestro cerebro.
Por ejemplo, algunos aminoácidos como el triptófano, ampliamente disponibles en determinados alimentos, son necesarios para poder contar con neurotransmisores clave en nuestro sistema nervioso (en el caso del triptófano, la serotonina, sustancia muy vinculada a la sensación de calma y bienestar). Los neurotransmisores son moléculas que nuestras neuronas utilizan para comunicarse entre ellas.
Son algo así como las piezas de un mensaje, y los están emitiendo y captando constantemente tanto en el cerebro como en el resto del sistema nervioso distribuido por todo el cuerpo humano.
Además, a medida que este intercambio de sustancias químicas va “quemando etapas”, se van consolidando en nuestro cerebro cambios: cambios en el modo en el que nuestras neuronas se conectan entre sí y en el modo en el que se activan o se desactivan al recibir determinados neurotransmisores. No hay un manual de instrucciones que explique qué pasa cuando una neurona recibe X molécula, todo depende de su posición, las neuronas a las que está conectada y lo que le ha ocurrido anteriormente. Las células nerviosas aprenden igual que lo hacemos nosotros.
Es aquí, entre otros aspectos del funcionamiento del cerebro, donde se ve claramente el modo en el que la obtención de nutrientes y los procesos químicos en general influyen en lo psicológico: sin neurotransmisores no puede existir la actividad cerebral. Y el cerebro se caracteriza por estar en marcha constantemente, incluso cuando dormimos; es el motor de la experiencia humana y de nuestra propia supervivencia como seres autónomos capaces de ser conscientes de lo que nos pasa.
Además, el hecho de que nuestras neuronas estén siempre manteniendo un diálogo basado en las reacciones químicas está detrás de nuestra habilidad de adaptarnos a lo que nos plantea la vida. Como nuestro sistema nervioso siempre va transformándose anatómica y funcionalmente dependiendo de las experiencias por las que pasamos y del estado químico de nuestras células nerviosas, vamos evolucionando como personas.
Por supuesto, consumir algunos tipos de psicofármacos bajo supervisión médica es una manera de aumentar o minimizar los efectos de estos neurotransmisores en nuestro cuerpo, pero en la gran mayoría de los casos llevar una alimentación equilibrada es la forma más eficaz y beneficiosa de asegurarnos que hay un equilibrio en el funcionamiento de nuestro sistema nervioso.
Además, desde hace años se sabe que el Sistema Nervioso Central, formado por el encéfalo y la médula espinal, está íntimamente relacionado con una amplia red de neuronas distribuidas por el sistema digestivo, particularmente en los intestinos.
Así, nuestro cerebro mantiene una relación de comunicación bidireccional con los procesos de extracción de nutrientes que ocurren en partes del cuerpo relativamente alejadas de este, tanto por la vía de las células nerviosas como del entramado neuroendocrino (no hay que olvidar que las neuronas se ven muy condicionadas por las hormonas que van circulando por nuestro cuerpo a través de la sangre, y viceversa).
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Nutrición y bienestar emocional
Hasta ahora hemos visto la relación entre la nutrición y el funcionamiento del sistema nervioso en general y del cerebro en particular, pero si queremos comprender la mente humana y nuestra manera de sentir y de comportarnos, debemos ampliar el foco y ver más allá de las células nerviosas.
El bienestar emocional no se reduce a procesos químicos (aunque estos participan en él), e incorpora también una dimensión comportamental: aquello que hacemos para relacionarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Y en esto también influye la nutrición, aunque de manera algo más sutil e indirecta.
Y es que la nutrición no puede ser desligada totalmente de la alimentación. Si la nutrición es un proceso que empieza y termina dentro de nuestro organismo y se basa en la extracción y procesamiento de nutrientes, la alimentación es un fenómeno comportamental, basado en nuestras acciones como individuos. La manera en la que nos relacionamos con la comida es la alimentación, y a diferencia de la nutrición, la podemos modular a través de decisiones conscientes.
Ahora bien, en la mayoría de los casos, las acciones que componen nuestra alimentación no son conscientes; las realizamos de manera espontánea, sin pensar demasiado Nos acostumbramos a comer ciertos alimentos, a picar entre horas, a combinar los ingredientes de una forma determinada… Esto puede ser bueno en algunos casos (sería muy fatigante tener que pararnos a pensar y decidir algo cada vez que vamos a comer o a prepararnos la comida), y malo en otros. Por ejemplo, muchas personas desarrollan problemas emocionales en los que participa su modo de alimentación.
Esto ocurre mucho con los alimentos ricos en hidratos de carbono; nuestro cuerpo ha evolucionado para que tengamos preferencia por lo dulce o por lo que tiene muchos carbohidratos, dado que son señales de que extraeremos mucha energía de ellos; pero si pasamos a intentar “tapar” nuestro malestar con estos alimentos, tarde o temprano desarrollaremos problemas de salud física y de gestión de las emociones. Comer sin hambre suele ser algo que hacemos sin darnos cuenta de que realmente no necesitamos alimentos, pero el hecho de que nos ofrece una distracción momentánea nos hace perder la perspectiva y no ver que, a la larga, es peor.
Así pues, la relación que aprendemos a mantener con la comida es clave a la hora de explicar si se nos da peor o mejor mantener un buen nivel de bienestar emocional. Mientras ajustemos nuestras acciones a satisfacer sobre todo las necesidades basadas en la nutrición, estaremos favoreciendo que nuestro cuerpo disponga de los ingredientes que necesita, ni más ni menos.
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