¿No has deseado alguna vez poder reescribir totalmente tu historia? ¿Sabías que es posible? Y no tienes que hacer cambios tan drásticos, ni viajar en el tiempo. La terapia narrativa te enseñará cómo.
Desde la psicoterapia hay muchas formas de apuntar hacia un problema, trastorno o una situación de crisis; una de ellas es ver nuestra vida como un conjunto de historias que nos contamos a diario y que así predisponen nuestro estado mental (nuestras emociones, pensamientos, reacciones ante diferentes circunstancias). No eres tú, son las historias que te cuentas.
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Historias que no nos dan felicidad
En nuestra mente sucede a diario lo mismo que en una película. Nos contamos un montón de historias. Pueden ser cortas y simples o largas y complejas, pueden ser de drama, de comedia, de acción o de terror. Con la particularidad de que no las hemos identificado como historias o películas, las creemos reales.
Tomemos como ejemplo la historia del éxito. La historia del éxito te la comenzaron a contar en la escuela, cuando te decían que debes esforzarte mucho para sacar buenas notas, porque si no sacas buenas notas no puedes entrar a la universidad, o no alcanzas un buen trabajo y no vas a ganar el dinero suficiente. El final feliz de la historia de éxito es entonces: un trabajo estable, un puesto alto en una empresa importante y ganar mucho dinero. Si no cumples esa meta, siempre será porque no te has esforzado lo suficiente.
Muchas personas se están contando esta historia y les ha ayudado a alcanzar sus objetivos. Sin embargo, me encuentro con algunos en los que, aun así, se sienten perdidos, cansados e insuficientes. A pesar de seguir las reglas de la historia del éxito, no se sienten muy exitosos.
Tomé este ejemplo porque justamente la historia del éxito se está reescribiendo actualmente, y en los últimos 10 años ha cambiado mucho nuestra visión sobre el éxito. Si antes el éxito era ganar dinero y poder comprar símbolos de prestigio (vehículos privados, moda, viajes internacionales, últimas tecnologías...) en la actualidad el éxito pasa a ser tener tiempo libre, una relación de pareja estable, un grupo de muy buenos amigos y salud.
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Tus problemas cambian cuando cambias tus historias
¿Cuánto cambiarían tus “problemas” actuales si comenzaras a contarte otra historia sobre lo que es el éxito? Lo mismo sucede con las relaciones de pareja y matrimonios.
Por ejemplo, aún asociamos el divorcio directamente al fracaso, porque no se pudo alcanzar el final feliz de que, “la muerte nos separa”. Entonces, quien no ha llegado en su matrimonio hasta este punto, ha fracasado en su historia de amor.
¿Pero qué pasaría si nos contáramos otra historia sobre el divorcio y el fin de una relación? En vez de decir "a pesar de todos los esfuerzos e intentos no logramos mantenernos juntos y superar nuestras diferencias", podríamos decir "tuvimos el valor de decidirnos por el matrimonio, pero después de un tiempo, que nos ha enseñado mucho, queremos avanzar y ahora tenemos el valor de ser sinceros y de admitir que necesitamos un cambio en nuestras vidas". Entonces el divorcio deja de ser una historia de guerra que termina con el mundo en cenizas desde la cual cada uno debe comenzar desde 0, sino que se convierte en un nuevo punto de partida para ambos lados.
¿Qué es éxito y qué es fracaso para ti? ¿Cuáles son tus historias de éxito y de fracaso? Tal vez lo que pretendes solo es alcanzar el final feliz de una historia que, en este momento de tu vida, ya no tiene mucho sentido.
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¿Cómo funciona eso en terapia?
La mayoría de personas que van a terapia vienen con alguna historia muy particular. Muchas veces son historias muy dolorosas, y la intención de la terapia narrativa no es la de negar el sufrimiento. El sufrimiento en el momento es real, las historias que lo producen no necesariamente tienen que serlo.
Digamos que una persona va a terapia porque no sabe muy bien qué hacer con su vida, siempre ha intentado de seguir “las instrucciones”, pero siente que no le va bien en nada, hace mucho por otros, pero termina perdiendo, tiene miedo a equivocarse nuevamente y se siente estancada. Como resultado no duerme bien, se siente deprimida, disfruta cada vez menos de las cosas y cae en una espiral de sinsentido. Durante los diálogos terapéuticos comparte sus "historias":
- "Yo fui un niño muy travieso, siempre fui una molestia para mis padres, porque he interrumpido los trabajos importantes de ellos con mis travesuras".
- "Nunca he sido muy buen estudiante".
- "Creo que no tengo mucho tino para decir las cosas".
- "Soy muy sensible, me irrito rápidamente"...
Esas son las historias significativas para esta persona, y hacen que toda su vida intente luchar contra ellas. Tal vez le da miedo de ser una molestia y por eso espera siempre que le digan los demás qué quieren y qué prefieren, para no molestarlos con las propias necesidades insignificantes, o no le gusta llamar a otros por teléfono, porque no quiere molestar. Así centra mucha energía en controlar su comportamiento con los demás, porque tiene miedo de hacer algo inapropiado. Al final hace mucho para encubrir sus supuestos “desventajas” y muy poco para aplicar sus fortalezas y todo solo por contarse esa historia de “ser una molestia”.
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El reto es conocer las historias de posibilidades
Conociendo los antecedentes e historias dominantes de una persona, podemos ahora conjuntamente conocer y construir otras historias. No se trata de inventarnos un mundo de fantasías, sino de cambiar el foco de atención, que está sobre el déficit, y moverlo hacia los recursos y hacia otras realidades.
El consultante de mi ejemplo veía que él era una molestia desde pequeño, porque esto era la historia que le contaron sus padres. Pero aquí hay otra historia (más real): ¿Qué cambiaría si digamos que los padres del consultante simplemente fueron personas muy ocupadas y con poca sensibilidad para las necesidades de un niño y en su estrés e indisposición le decían que él era el problema (ojo: los niños siempre creen que ellos son el problema)?
Y la nueva historia sería: "Yo no fui el problema, yo fui un niño con necesidades y mis padres no organizaron lo suficientemente bien sus prioridades para atenderme. Yo no soy una molestia, soy una persona con necesidades".
Como se puede ver, cambia totalmente el guión. Con esa historia el consultante de repente puede tener curiosidad sobre sus necesidades, puede decirse:
- "Yo tengo derecho de exigir cosas para mí también".
- "Quiero conocer, qué es lo que yo quiero hacer".
- "Puedo preguntar, dudar, oponerme a lo que me dicen los demás".
Así, la persona toma un nuevo protagonismo sobre su situación, se da cuenta de que tiene influencia sobre sus problemas y puede modificar la narrativa por sí misma.
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Todo se puede poner en duda
Hay muchas cosas en nuestra mente que creemos verdaderas: sobre nosotros mismos, sobre otras personas, sobre el mundo, el futuro, etc. La única verdad es que todo puede ser cuestionado. Podemos contarnos otras historias totalmente diferentes sobre la misma vida. Historias de posibilidades, que resaltan nuestros logros, valores personales, derechos y prioridades.
Todos contamos con estas historias alternativas; encontrarlas por uno mismo no es tan sencillo, pero una vez que fueron descubiertas, es difícil ignorarlas. La terapia narrativa parte de la premisa que las historias nos forman y nos transforman. Cuando cambia la historia, cambia el problema y podemos elegir qué historias queremos creer. La terapia no tiene que ser un proceso largo, y cambiar la narrativa de algunas historias puede ser suficiente para muchas personas.