El trastorno de rumiación es una alteración de la salud poco frecuente, y se incluye dentro del capítulo del DSM 5 sobre Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos (APA, 2013). El foco del problema de este trastorno es la regurgitación, que se produce por una contracción del estómago.
El término “rumiación” procede de la palabra en latín ruminare, que significa “masticar el bolo alimenticio”. Fue mencionado en la antigüedad en los escritos de Aristóteles, y se documentó clínicamente por primera vez en el siglo XVII por el anatomista italiano Fabricus ab Aquapendende.
La denominación de este trastorno se debe a la regurgitación análoga de los animales herbívoros, la “rumia”. En este artículo vamos a abordar sus síntomas y su prevalencia, así como las causas que lo originan y su tratamiento.
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Síntomas del trastorno de rumiación
El trastorno de rumiación consiste en la regurgitación repetida de alimentos durante un período mínimo de un mes. Además, estos alimentos regurgitados se pueden volver a masticar, tragar, o escupir por la persona que lo padece, sin mostrar síntomas de asco, repulsión o náuseas.
Además, el trastorno de rumiación no se produce únicamente en el curso de la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno de atracones o el trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos.
La regurgitación debe ser frecuente, ocurriendo al menos varias veces por semana, típicamente de forma diaria. A diferencia de los vómitos involuntarios que cualquier persona puede padecer (incontrolables), la regurgitación puede ser voluntaria. Los adultos que lo padecen afirman que no tienen control sobre este trastorno y que no pueden dejar de hacerlo.
La posición corporal característica de los niños que lo padecen es el mantenimiento de la espalda tensa y arqueada con la cabeza hacia atrás, haciendo movimientos de succión con la lengua. Pueden dar la impresión de obtener satisfacción de la actividad de regurgitar. A raíz de la actividad, los menores pueden estar irritables y hambrientos entre los episodios de rumiación.
Por otro lado, pueden aparecer síntomas de malnutrición y pérdida de peso en adolescentes y adultos, especialmente cuando la regurgitación está acompañada por una restricción voluntaria de la ingesta de alimentos producida por la ansiedad social que les genera que otras personas puedan presenciarlo (por ejemplo, evitan desayunar en el colegio por miedo al vómito y ser vistos).
Cabe destacar que la regurgitación repetida no se puede atribuir a una afección gastrointestinal asociada u otra afección médica, como por ejemplo el reflujo gastroesofágico.
Prevalencia
Aunque los datos sobre prevalencia son inconclusos, parece ser que se produce con mayor frecuencia en bebés, niños y en personas con diversidad funcional intelectual.
La edad de inicio del trastorno de rumiación en niños suele ser en torno a los 3 y 12 meses. Este problema alimentario puede producir síntomas severos de malnutrición en niños, llegando a ser potencialmente fatal.
Causas del trastorno de rumiación
El síndrome de rumia es un fenómeno poco conocido, y varias son las especulaciones acerca de las causas de la regurgitación.
El mecanismo orgánico más ampliamente documentado es que la ingesta de alimentos genera distensión gástrica, que es seguida por la compresión abdominal y la posterior relajación del esfínter esofágico inferior (EEI). Se crea una cavidad entre el estómago y la orofaringe que conduce a que el material parcialmente digerido vuelva a la boca.
Las personas que padecen este trastorno presentan una relajación repentina del EEI. Si bien esta relajación puede ser voluntaria (y aprendida, como en la Bulimia), la rumia en sí sigue siendo generalmente involuntaria. Los pacientes a menudo describen una sensación similar a la aparición de un eructo que precede a la rumiación.
Las causas más importantes del trastorno de rumiación son en su mayoría de origen psicosocial. Algunas de las causas más comunes son: haber vivido en un entorno psicosocial poco estimulante a nivel cognitivo, haber recibido un cuidado negligente por las figuras principales de apego (e incluso situaciones de abandono), experimentar eventos altamente estresantes en sus vidas (como alguna muerte de un ser querido, cambios de ciudad, separación por parte de los padres…) y situaciones traumáticas (abuso sexual infantil).
Además, las dificultades en el vínculo paterno-filial son considerados como uno de los factores predisponentes más importantes en el desarrollo de este trastorno en niños y adolescentes.
Tanto en niños como en personas adultas con déficits intelectuales u otros trastornos del neurodesarrollo, las conductas de regurgitación parecen tener una función auto-estimulante y calmante, similar a la función que pueden tener comportamientos motores repetitivos como el balanceo.
Tratamiento
El tratamiento será diferente en función de la edad y la capacidad intelectual del individuo que lo presenta.
En adultos y adolescentes el biofeedback y las técnicas de relajación o respiración diafragmática después de la ingesta o cuando se produce la regurgitación han mostrado ser útiles.
En niños y en personas con déficits intelectuales las técnicas de modificación de conducta, incluyendo los tratamientos que emplean técnicas operantes, son las que han mostrado más eficacia.
Algunos ejemplos son: retirar la atención al niño mientras realiza la conducta que queremos reducir y darle refuerzos primarios o incondicionados (afecto y atención) o materiales (una chuchería) cuando no regurgite. Otros autores apuestan por poner un sabor desagradable (amargo o ácido) en la lengua cuando está empezando los movimientos típicos de rumiación.
En el caso de los niños, es importante que la familia entienda el trastorno y aprenda algunas pautas de acción ante la conducta problemática, y como se suele aconsejar en estos casos, tener mucha paciencia. Si la relación entre los padres y el hijo no es buena, es necesario trabajar las dificultades emocionales que pueden estar manteniendo el problema.
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