Para comprender la historia del mundo antiguo es necesario prestar especial atención a la civilización de los fenicios.
A continuación repasaremos los acontecimientos más importantes vividos a lo largo de toda la existencia de este pueblo, sus relaciones con el resto de culturas mediterráneas, y las principales características que daban identidad a los habitantes de Fenicia.
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¿Quiénes fueron los fenicios?
Hablar de la historia de los fenicios presenta un pequeño inconveniente, y es que apenas se conservan registros propios, por lo que la mayor parte de los datos han sido extraídos de los relatos que otras civilizaciones han hecho sobre ellos, sumado a la información obtenida mediante excavaciones arqueológicas y los estudios realizados sobre los vestigios encontrados. En cualquier caso, se cuenta con la información suficiente como para realizar una reconstrucción razonablemente fidedigna sobre la historia de los fenicios.
Hay que tener en cuenta que, en este período, la civilización reinante en los territorios cercanos al Mediterráneo era la de Egipto, que en su expansión encontró una utilidad en las capacidades comerciales de Fenicia y por lo tanto favoreció que esta cultura se desarrollase, ya que era beneficioso para ellos, al ser una vía rápida de acceso a todo tipo de elementos que los fenicios conseguían en sus transacciones comerciales, realizadas con todos los pueblos que participaban en las mismas.
Origen de los fenicios
La civilización Fenicia surgió en la costa mediterránea del territorio que hoy día pertenecería al Líbano, Siria, Israel y Palestina, en algún momento entre el III y el II milenio a.C., aunque existen discrepancias en cuanto a la fecha exacta del surgimiento de esta cultura.
El nombre de Fenicia se lo habrían dado los griegos, y haría referencia al color de un tinte típico con el que comerciaban. Ellos se consideraban a sí mismos en origen como semitas cananeos, y no parece que hicieran distinción, al menos en principio, respecto a esa civilización.
Expansión y período dorado
El crecimiento de los fenicios vino dado por la debacle de Egipto y los hititas, sucedida en el ocaso de la Edad de Bronce (1200 a.C.). Esto favoreció la expansión de Fenicia, y es que si algo caracterizó a esta civilización fue su habilidad por el comercio marítimo y la exploración. Por eso, no tardaron en establecer rutas comerciales por todos los puertos bañados por las aguas del mar Mediterráneo. Esta estrategia les valió dominar el comercio de toda la zona y generar los recursos suficientes para consolidarse y expandirse.
Para el año 1230 a.C., Fenicia ya era la mayor potencia tanto a nivel de dominio comercial como de poderío marítimo. El sistema de ciudades-estado como Sidón y Biblos era un método de gestión eficaz, y lo extrapolaron a otras poblaciones como Berytus, Arwad, Simyra o Tiro. De todas ellas, Biblos era considerada como el núcleo de todas esas rutas comerciales que conectaban el mundo conocido. Gracias a este método los fenicios pudieron expandirse por toda la costa mediterránea, estableciendo asentamientos.
De esta manera, fundaron ciudades en territorios insulares como los que hoy en día pertenecen a Chipre, Baleares, Malta, Sicilia y Cerdeña, y también en zonas como la propia Península Ibérica y el norte del continente africano. Entre todas ellas, destaca la fundación de Cartago, situada donde hoy está Túnez, ya que sería la semilla de la civilización que heredaría el poderío fenicio y que continuaría su expansión en el futuro, llegando a enfrentarse a la todopoderosa Roma.
Lo que hizo diferente de las demás a la cultura fenicia fue su forma de crecer expandirse, no a través de la guerra y la conquista, sino mediante las rutas comerciales y las relaciones diplomáticas con culturas vecinas. Esa forma de relacionarse mediante el intercambio y el interés mútuo fue realmente fructífero. En contraposición a esta política pacífica encontraríamos el ejemplo de culturas como la babilonia o la asiria, que buscaban expandirse a través de políticas bélicas.
Por lo tanto, fue esta metodología de buscar el beneficio económico a través de las buenas relaciones lo que permitió que los fenicios consiguieran llegar a su punto más alto como civilización, a lo largo de la primera mitad de la Edad de Hierro (más o menos entre el 1200 a.C. y el 800 a.C.). La ciudad de Tiro fue la que más creció, gracias a la gestión del monarca Hiram I, a mediados del siglo X a.C., tiempos en los que en Israel reinaban David primero y Salomón después.
De hecho, tanto Tiro como muchas otras ciudades fenicias son nombradas reiteradamente en el Antiguo Testamento de la Biblia, lo que denota la importancia que tenían todas estas ciudades-estado de los fenicios en el período histórico estudiado. Más adelante, la ciudad de Tiro se expandiría y absorbería a la de Sidón, lo cual supuso una agresión para los ciudadanos de dicha población, e hizo temblar el sistema de las ciudades-estado, pues el rey Ithobaal, responsable de dicho movimiento, estuvo tentado de fundar un territorio propio.
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Comienzo del declive
La expansión fenicia por el Mediterráneo había servido para diseminar parte de su cultura oriental en los pueblos occidentales. Esta influencia se notó especialmente en Grecia. Toda esta mezcolanza supuso un enriquecimiento para todos, al compartir conocimientos que supusieron avances científicos, tecnológicos y también para la filosofía. Además, los fenicios no solo eran meros intermediarios, sino que poseían una poderosa industria, destacando en la bisutería, para la que utilizaban vidrio, madera, marfil y diversos metales.
También dominaban diferentes técnicas de creación textil, y eran especialmente buenos tiñendo las telas. De hecho, como ya adelantábamos, uno de sus tintes, el púrpura de Tiro, es el que se cree que les dio el nombre de fenicios, a manos de los griegos. Otras ciudades fenicias, como las situadas en la península ibérica, producían objetos de alfarería. Y la incipiente Cartago era todo un astillero, fabricando embarcaciones con un sistema que los hacía más económicos que los conocidos hasta entonces, al hacerlos en serie.
Pero esta hegemonía comercial tenía una contrapartida, y es que los fenicios no contaban con un ejército suficiente para defenderse de los constantes intentos de expansión de las potencias vecinas. Fue lo que ocurrió con el imperio asirio, que poco a poco fue tomando varias de las ciudades-estado fenicias, manteniendo su identidad y su independencia a cambio de una serie de tributos, por lo que seguían siendo fenicios, pero subordinados a Asiria.
Los asirios decidieron mantener esa independencia de las ciudades fenicias y recurrir a un estatus de vasallaje debido, en parte, a las previas buenas relaciones comerciales que ambos pueblos tenían, pero también por el interés de que esa fuerza industrial y de comercio que las ciudades de los fenicios tenían no decayese, ya que les reportaba un beneficio económico que no querían dejar de obtener. Esta situación se mantuvo durante un tiempo y después recuperaron su independencia tras la muerte de Salmanasar III de Asiria.
Caída de Fenicia
Tiempo después llegaron otros monarcas que decidieron conquistar casi todo el territorio de los fenicios en la zona del Levante. Las tropas asirias lograron hacerse con casi todo el terreno, excepto con las dos ciudades-estado más poderosas, Biblos y Tiro, que mantuvieron, igual que anteriormente, una independencia a cambio de tributos, cada vez más exigentes. Comienza entonces una época de revueltas que eran sofocadas constantemente, pero la situación era insostenible.
Pero el imperio asirio se fue debilitando, y su lugar lo ocupó el babilonio, que tomó el control de la zona y dominó las ciudades otrora fenicias, entre el 605 a.C. y el 538 a.C. Pero no acabó aquí, ya que tras los babilonios, fue el imperio Persa el que volvió a traer la batalla a estas tierras. En el caso de las ciudades de los fenicios, prefirieron volver a abonar tributos a cambio de no tener que luchar y mantener su actividad. A pesar de las constantes conquistas, las ciudades-estado mantuvieron su importante papel en la industria y el comercio.
El territorio de Fenicia estuvo bajo control persa a lo largo de 3 siglos, entre el 539 a.C. y el 332 a.C. En cuanto al territorio de Levante, tras la ocupación persa pasó a ser conquistado por Alejandro Magno. Aunque este imperio abogaba por la “helenización” de los territorios conquistados, al igual que los predecesores, permitieron mantener la identidad de los fenicios. Comenzó otro período de inestabilidad y constantes guerras entre diversas civilizaciones.
Finalmente, y tras un continuo debilitamiento, lo que queda de Fenicia en su territorio original es absorbido por el naciente Imperio Romano, en su provincia de Siria. Durante toda la etapa de repetidas conquistas, lenta pero progresivamente, muchos de los habitantes de la Fenicia levantina, decidieron trasladarse a otros de los asentamientos que habían ido fundando alrededor del Mediterráneo, y fue así como la mayoría eligió Cartago, ciudad que fue ganando más y más fuerza y que tiempo después sería la heredera natural de la antigua Fenicia.
Referencias bibliográficas:
- Blázquez, J.M., Alvar, J., Wagner, C.G. (1999). Fenicios y cartagineses en el Mediterráneo. Madrid: Cátedra.
- Pardo, F.L. (1996). Los enclaves fenicios en el África noroccidental: del modelo de las escalas náuticas al de colonización con implicaciones productivas. Gerión. Revista de Historia Antigua.
- Prados, F. (2007). Los fenicios: del monte Líbano a las columnas de Hércules. Marcial Pons Ediciones de Historia.