En 1917 estuvo a punto de ser publicado un libro inédito del escritor estadounidense Mark Twain. Lo realmente curioso es que el autor había fallecido en 1910, y no, no se trataba de una novela póstuma. Según decían dos extrañas mujeres, el mismísimo escritor les había dictado la obra desde el más allá, a través del tablero de la ouija.
La novela en cuestión, Jap Herron, no fue en realidad el primero libro que había venido “del otro mundo”. Durante todo el siglo XIX, una época profundamente interesada en todo lo que tuviera que ver con el espiritismo, proliferó la denominada “literatura espiritista”, supuestamente dictada por fantasmas. Acompáñanos para saber más sobre el fascinante mundo de los libros escritos desde la ouija.
La literatura espiritista o los libros escritos desde la ouija
Ya desde principios del siglo XIX, con el Romanticismo en todo su esplendor, se apreció una clara rebeldía hacia una sociedad demasiado enfocada en el empirismo y la ciencia. El interés por las cosas que no tenían explicación lógica empezó a aumentar; especialmente desde la puesta en escena de las hermanas Fox (que se autodenominaban médiums), la fascinación por el mundo de los muertos y el más allá se convirtió en una obsesión para la burguesía y la aristocracia decimonónica.
De hecho, estaban muy de moda las reuniones espiritistas, en las que se reunía la gente pudiente (bien fuera por creencia sincera, bien por pura curiosidad) y se entretenía invocando a los espíritus y luego bromear o reflexionar sobre lo que habían revelado.
A finales del XIX empezó a cobrar mucha fama el tablero de la ouija, elemento indispensable para una reunión de este cariz, que era, supuestamente, el vehículo a través del cual el espíritu en cuestión se manifestaba a los allí reunidos. Veamos un poco la historia de la ouija antes de hablar de la literatura “fantasmal” que desencadenó.
Los orígenes de la ouija o la “buena suerte”
Robert Murch, especialista en la historia de la ouija, sitúa los Estados Unidos como lugar de nacimiento de este singular objeto. Y es que, a pesar de que el interés por el espiritismo se había disparado en todo el mundo occidental, fue en América del Norte donde adquirió un innegable empuje, quizá debido a la influencia de las tradiciones chamánicas de los antiguos esclavos de África.
Las clases humildes también participaban, aunque el espiritismo estaba principalmente de moda entre el estrato social más elevado. La mismísima esposa de Abraham Lincoln, por ejemplo, realizó una sesión de espiritismo en la Casa Blanca para contactar con su hijo recién fallecido. Así, mientras la actividad esotérica era vista por unos como un mero entretenimiento, para otros significaba el único medio de establecer contacto con los seres queridos desaparecidos.
Y, como siempre, de la necesidad y el dolor se hizo un negocio provechoso. El individuo en cuestión fue Charles Kennard, un avispado empresario que pronto se dio cuenta de la rentabilidad de un objeto que “permitiera” a las personas contactar con el más allá. Así nació la ouija, inspirada en antiguos tableros espiritistas. Al parecer, el nombre fue dictado por el mismo tablero a una médium, familiar de uno de los inversores, y significa “buena suerte” en un idioma desconocido.
Los fantasmas hablan… y también escriben
La patente del tablero oficial de la ouija en la década de 1880 inició un consumo extraordinario de este elemento. Fue entonces cuando empezaron a aparecer los relatos, cuentos y novelas supuestamente dictados por los fallecidos a los médiums que contactaban con ellos.
En 1882 apareció uno de los primeros escritos de la “literatura espiritista”. Se trataba de unas supuestas memorias, dictadas a la médium neoyorkina Cora Scott por Ouina, una joven nativa americana fallecida trágicamente en su adolescencia. El relato, que vio la luz como Ouina’s canoe and Christmas Offering: Filled with Flowers for the Darlings of Earth, era un canto a la paz y el amor (muy oportuno para vender en Navidad) y, al mismo tiempo, un terrible testimonio de la desgraciada vida de la muchacha muerta.
Cuatro años más tarde apareció un curioso relato que llevaba por título el larguísimo nombre de Revelación histórica de la relación existente entre el cristianismo y el paganismo desde la desintegración del Imperio romano. El médium que había transcrito las palabras del fantasma era un tal Thomas Cushman Buddington, y el espíritu autor, nada menos que ¡el emperador romano Juliano!
El sonado caso de la novela postmortem de Mark Twain
Tras estos primeros ejemplos, la literatura espiritista no hizo sino crecer, cultivada especialmente por los círculos espiritistas estadounidenses y, en concreto, por la comunidad de médiums afincada en Saint Louis, Missouri.
Precisamente a esta comunidad pertenecían Emily Grant Hutchings y Lola Hays, que afirmaban que desde 1915 estaban comunicándose con el escritor Mark Twain, fallecido cinco años antes. Según su testimonio, el fallecido autor les había estado dictando a través del tablero de la ouija una nueva novela, titulada Jap Herron, que las dos mujeres pretendían publicar como un testimonio de Twain desde el más allá.
El caso fue sonado, puesto que se trataba de la primera obra de literatura espiritista “escrita” por un autor de renombre y de fama internacional. La hija de Twain, Clara Clemens, puso en marcha el engranaje para detener la publicación de la obra, que consideraba una burla a la memoria de su padre. Sin embargo, las dos médiums de Saint Louis alegaron que Twain se entristecía por ello y que “sufría” desde la ultratumba al no ver publicada su obra.
Al final, Clara Clemens ganó el pleito, y Emily y Lola se vieron obligadas a ceder la publicación y a destruir todas las copias de la obra que tuvieran en su poder. Por ello, Jap Herron está prácticamente perdida y es francamente difícil encontrar ejemplares de esta singular novela.
El libro fue examinado para determinar si el lenguaje y el estilo eran de Twain. El veredicto fue bastante sorprendente: la narrativa es asombrosamente parecida a la de Tom Sawyer y Huckleberry Finn (las obras más famosas del autor), aunque de menor calidad. El tema sigue haciendo correr ríos de tinta aún en la actualidad.
Después de la fiebre espiritista decimonónica: el siglo XX
Tras la fiebre espiritista que sacudió el siglo XIX, la literatura espiritista pareció decaer, quizá porque la gente ya no creía en ello y ya no suponía un éxito de ventas asegurado. De cualquier forma, el “género” siguió su recorrido. En 1944, el médium brasileño Chico Xavier (1910-2002) publicó una serie de historias supuestamente dictadas por el fantasma de André Luiz, en la que destacaba el relato Nuestro hogar. Todo ello es testimonio del interés que siempre ha despertado (y sigue despertando) el más allá entre los vivos.