Dicen que, a veces, los tiempos difíciles son los más productivos. O, al menos, eso sostienen algunos escritores y artistas, que afirman que los momentos de confusión, melancolía o incluso rabia han sacado lo más creativo de sí mismos.
De hecho, algunas de las grandes obras literarias más conocidas actualmente se escribieron en la cárcel, donde su autor estaba expiando algún delito (condena que, por cierto, no siempre fue justa, como veremos). Si te interesa el tema, sigue leyendo; hoy te presentamos 5 libros que se escribieron desde la cárcel.
5 libros que fueron escritos en la cárcel
Desde el inmortal Don Quijote hasta el tremendo De Profundis de Oscar Wilde, pasando por Justine o los infortunios de la virtud, del polémico marqués de Sade. La literatura está repleta de autores que acabaron en prisión por uno u otro motivo y que aprovecharon este contratiempo para dar forma a algunas de las mejores creaciones literarias de la humanidad.
1. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes
Técnicamente hablando, Cervantes no escribió su obra magna en la cárcel. Sin embargo, sí es cierto que fue allí donde ideó la historia del pobre hidalgo que perdía la razón y se enfrentaba, junto a su legendario compañero Sancho Panza y motivado por el código de la caballería, a las injusticias del mundo. Un auténtico alegato al idealismo y al trato inmisericorde que la sociedad infringe a quienes se atreven a soñar con algo mejor.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) fue uno de los mejores escritores del Siglo de Oro español. En 1597 ocupaba el puesto de recaudador de impuestos; la mala fortuna quiso que se viera envuelto en un asunto bastante oscuro de incautación indebida de dinero público, en el que, al parecer, él nada tenía que ver.
Sin embargo, la acusación le valió el encarcelamiento durante unos meses en Sevilla, durante los cuales fraguó la historia de don Alonso Quijano y sus aventuras. La novela, que será su obra maestra (y uno de los pilares de la literatura moderna) se publicó en 1605 y fue un rotundo éxito.
2. El libro de las maravillas o Il Milione, de Marco Polo y Rustichello de Pisa
Durante la Edad Media triunfaron los relatos semi-fantásticos que hablaban de las maravillas del mundo, es decir, de ciertas regiones del planeta que todavía no eran conocidas para la mayoría de europeos. Aprovechando la sed de historias de la población, estos cuentistas elaboraban relatos sofisticados donde aparecían unicornios, reyes fantásticos ubicados en los confines del mundo (como la famosa leyenda del Prestre Juan) y bosques, ríos y mares salpicados de joyas y piedras preciosas, entre otras maravillas.
En esta categoría de relatos debe incluirse el denominado Libro de las maravillas de Marco Polo (c. 1254-1324), pues en él, además de historias verídicas sobre sus numerosos viajes, el mercader veneciano insistía sobre las maravillas que había visto en el lejano Oriente, entre las que se incluían unos curiosos hombres que tenían cabeza de can.
La obra se empezó a conocer como Il Milione por la gran cantidad de fantasías que narraba, y tuvo un éxito fulgurante. La historia de su composición vuelve a llevarnos a una prisión; en este caso, a la prisión de Génova, donde su autor permaneció encerrado. En aquellos años, la República de Venecia sostenía una guerra insistente con su rival genovesa, y Marco Polo fue capturado en una de las batallas navales y posteriormente encarcelado.
En cualquier caso, fue allí donde Marco Polo, con la ayuda del también recluso Rustichello de Pisa (¿?- 1322), un escritor de pluma increíblemente hábil, ideó su Milione. Los expertos están de acuerdo en que, de no haber sido por Rustichello, la obra no habría tenido la misma frescura y calidad, por lo que, en realidad, debemos hablar de dos autores.
3. De los nombres de Cristo, de Fray Luis de Léon
El agustino español Fray Luis de León (c. 1528-1591) fue un claro hijo de su tiempo: humanista, astrónomo, poeta y teólogo, es especialmente famoso por su obra poética y por su libro La perfecta casada, donde, siguiendo los preceptos de su época, el religioso expone cómo debe ser una esposa virtuosa.
Su obra De los nombres de Cristo, redactada en la cárcel, toma uno de los recursos literarios por excelencia de la Edad Media y el Renacimiento, el diálogo. A través de una bellísima prosa poética, tres personajes, Marcelo, Juliano y Sabino, intercambian impresiones acerca de los distintos nombres de Jesús y qué revela cada uno de ellos de su figura, su naturaleza y, sobre todo, de su misión para con la humanidad.
Fray Luis de León era descendiente de judeoconversos, una comunidad particularmente vigilada por el Santo Oficio. Entre los años 1572 y 1576, el erudito estuvo en la cárcel de la Inquisición, investigado por sus traducciones de la Biblia a la lengua vulgar sin permiso oficial. Este tiempo de reclusión permitió al agustino el recogimiento necesario para reflexionar largamente acerca de la naturaleza de Cristo, reflexión de la que dejó constancia en su obra.
4. Justine o los infortunios de la virtud, del Marqués de Sade
La figura de Donatien Alphonse François de Sade (1740-1814), más conocido como Marqués de Sade, contrasta poderosamente con nuestro personaje anterior, Fray Luis de León. Se trata de otra época, por supuesto, pero es que los escándalos de Sade eran demasiado incluso para su tiempo.
El siglo XVIII fue, además del Siglo de las Luces, una de las centurias más depravadas de la historia. No era fácil que la sociedad francesa se escandalizara, puesto que eran usuales entre la aristocracia el libertinaje, el adulterio y las innovaciones sexuales en pro del disfrute. Sin embargo, Donatien Alphonse fue demasiado lejos.
Cuando escribió su Justine, el marqués se encontraba recluido en la cárcel de la Bastilla. Entre los numerosos cargos que se le imputaban estaban los de maltrato de prostitutas, el suministro de drogas a jóvenes para lograr sus deseos sexuales y, en general, todo tipo de desenfreno que suscitó más de una polémica.
En este sentido, Justine no parece encajar con la experiencia del marqués. La novela gira en torno a dos hermanas, Justine y Juliette, la primera excesivamente pura e inocente y la segunda, lasciva y alocada. La fortuna acaba sonriendo a Juliette que, a pesar de su comportamiento censurable, logra éxito en la vida, mientras que su hermana, la ingenua Justine, padece los infortunios a los que hace referencia el subtítulo de la obra.
5. De profundis, de Oscar Wilde
Oscar Wilde (1854-1900) pagó muy caro su idilio con el joven Alfred Douglas (1870-1945). En 1895, y tras un sonado juicio, el escritor fue condenado a dos años de trabajos forzados por ‘sodomía e indecencia grave’. Curiosamente, a Douglas, hijo de un personaje importante de la sociedad inglesa, no le pasó nada.
Wilde se lamenta de todo su proceso de caída y destrucción en su famosa obra De profundis, redactada desde la cárcel de Reading como una carta a Douglas. En ella, Oscar Wilde acusa amargamente a su ex amante de ser su perdición y de apartarlo del arte. Se trata de un texto de extrema belleza y profundamente conmovedor, en el que Wilde ejerce una intensa reflexión sobre hasta dónde le ha llevado la vida.
El escritor salió de la prisión en 1897, pero su salud estaba gravemente resentida. Falleció en 1900, justo cuando se estrenaba el nuevo siglo. Su De profundis permanece como un gran interrogante del sentido de la existencia, y aleja la imagen de frívolo y superficial que Wilde se había ganado a través de sus excentricidades en la conservadora sociedad anglosajona.


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