En 2024, el término “brain rot” fue elegido como término del año por la Universidad de Oxford. Puede que hayas oído hablar del concepto de “cerebro podrido”, o frito, pero que no sepas exactamente qué es y qué consecuencias tiene. En Psicología y Mente queremos analizar en detalle qué es y cómo afecta al cerebro, especialmente entre niños y adolescentes, y lo hacemos con la ayuda de dos grandes expertos en el tema.
Muchos expertos se refieren al “brain rot” como el “síndrome de podredumbre cerebral”. Bruno Pérez Juncà, experto en ciberseguridad y privacidad y perito judicial informático forense, explica que “hace referencia al consumo excesivo y repetitivo —y hasta frenético— de contenidos digitales absurdos, virales, acelerados y con poca coherencia”.
El experto asegura que determinadas plataformas de vídeos cortos, como TikTok, Instagram Reels o YouTube Shorts, han hecho que este fenómeno no haya dejado de crecer en los dos últimos años hasta convertirse en “algo preocupante y hasta fuera de control”. Y advierte que estas plataformas y aplicaciones lo tienen todo muy controlado. “Están específicamente concebidas y diseñadas para que los usuarios, especialmente los niños y adolescentes, consuman una frenética sucesión de clips que compiten por su atención”, afirma. “La principal razón por la que existe tanta adicción a las redes sociales es porque están diseñadas precisamente para ello: para enganchar”, continúa Pérez Juncà. “Disponen de mecanismos como el scroll infinito, de algoritmos que detectan lo que te gusta —y lo que no—, y están repletas de estímulos que refuerzan ese comportamiento, que deriva en el brain rot”. En definitiva, son canales que generan dopamina constantemente, concluye Juncà.
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Consecuencias del “brain rot”
El brain rot no aparece en manuales de psiquiatría ni es un diagnóstico médico como tal, sino más bien una forma coloquial de describir una sensación de mente colapsada que aparece al usar mucho tiempo contenidos digitales cortos, absurdos, de baja calidad y de forma casi compulsiva. “Algunos expertos han llegado a denominarlo resaca digital, puesto que en aquellos niños y adolescentes que lo padecen se observa malestar, dificultad para concentrarse, apatía, aislamiento y hasta ansiedad si no tienen su teléfono móvil con ellos”, asegura a Psicología y Mente Lourdes Castellví, psicóloga y máster en psicología del aprendizaje en niños y adolescentes.
Varios estudios han demostrado que el funcionamiento psicológico de quienes lo padecen es parecido al de las apuestas: “Existe un enganche a la intermitencia, ya que la recompensa de las redes sociales no es constante; nunca sabes cuándo llegará el próximo contenido que te guste, algo con lo que te identifiques, o un like, o un mensaje”. “El tipo de contenido que genera el brain rot está diseñado para captar toda la atención de manera instantánea y mantener el cerebro en un estado de estimulación constante, aunque superficial”, explica la experta.
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Cómo evitar que los niños y adolescentes caigan en el brain rot
Para Castellví, lo primero que hay que hacer es saber diferenciar cuándo un menor hace un buen o mal uso de las redes sociales, así como el tiempo que pasa en ellas. Si existe un abuso —y muy especialmente de contenido digital corto, viral, de baja calidad y de forma casi compulsiva—, hay que prestar especial atención. Además, Castellví asegura que ciertas estrategias pueden reducir sus efectos significativamente. Estas son algunas:
1. Supervisar el contenido que consumen
No se trata de “espiar”, sino de interesarse por lo que ven y asegurarse de que no estén expuestos de manera continuada a material inadecuado. Existen herramientas de control parental, pero lo más valioso es mantener un diálogo abierto, presencia y enseñarles a diferenciar qué contenidos son constructivos y cuáles no.
2. Mantener conversaciones abiertas y frecuentes
Hablar con ellos sobre lo que hacen en internet es fundamental. A algunos niños les encanta explicar a sus padres las modas del momento; otros son más reservados, pero agradecerán saber que pueden acudir a ti si algo les incomoda. La confianza es el mejor filtro.
3. Limitar el tiempo de pantallas
Poner horarios claros ayuda a que las redes no se conviertan en un hábito compulsivo y excesivo. De esta manera, no solo aprenden a usar la tecnología de manera consciente, sino que pueden descubrir actividades fuera de lo digital.
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4. Favorecer espacios compartidos de uso
Es preferible que los dispositivos se utilicen en zonas comunes de la casa, especialmente cuando son pequeños. Esto facilita el acompañamiento y evita que enfrenten solos contenidos inadecuados que puedan asustarles o generarles ansiedad.
5. Cuidar las rutinas de sueño
El uso de pantallas antes de dormir interfiere con el descanso. Una buena estrategia es guardar los dispositivos fuera del dormitorio y establecer rutinas más tranquilas antes de ir a la cama.
El “brain rot”, apunta Castellví, refleja una realidad cada vez más común en la infancia y la adolescencia: la dificultad de desconectar de un entorno digital que les estimula de manera constante. Lo más importante es, pues, enseñarles a usar la tecnología con criterio, concluye la experta.
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