Cada día nos encontramos con miles de mensajes sobre crianza, sobre cómo educar, sobre la alimentación, la gestión emocional, o la Inteligencia Emocional, sobre el acompañamiento a los niños y las niñas…
Y cada día somos más los padres y las madres que nos cuestionamos cómo queremos cuidar, acompañar y educar a nuestros hijos e hijas. Eso, en muchas ocasiones, provoca muchas contradicciones, contradicciones que llevamos a la práctica y que nos hacen sentir mal.
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El reto de adaptar la crianza a las particularidades de la familia
Cada familia es única, y cada miembro de esa familia, también lo es. Por eso, no podemos olvidar que cada uno de ellos tiene sus propias vivencias, su educación y crianza vivida, sus padres y madres que lo han hecho lo mejor que han podido y sabido, y eso ha sido el aprendizaje que las personas llevamos en nuestra mochila.
Es nuestra familia y debemos conocerla, saber qué hay dentro, conocer cada detalle para poder valorar aquello con lo que nos quedamos y aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Hacer ese viaje a veces no es fácil, porque supone reconciliarte con tu niñez, con tu madre y/o con tu padre y nunca olvidar que ellos siempre lo hicieron lo mejor que supieron. Supone saber cuáles son esos puntos débiles de los que partimos y cuáles son los puntos fuertes, y por eso es tan importante tener esta conversación contigo mismo y con tu pareja antes incluso de tener hijos. De este modo es como podréis visualizar cómo os gustaría que fuese vuestra crianza para empezar a trabajar en adquirir las herramientas necesarias.
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¿Qué hacer?
Está claro que, cuando una familia se plantea que otra educación es posible, hace todo lo que está en su mano para conseguir la información e incluso la formación necesaria para poder hacerlo.
Estas familias somos las que nos hemos dado cuenta de que la educación que hemos recibido nosotras/os mismas/os no acompañaba en muchas ocasiones todo el ámbito de lo emocional: educaba en géneros y promulgaba la idea de que las emociones, mejor en casa (igual que los trapos sucios).
Entonces nos ponemos manos a la obra, pero a veces la formación con la que contamos no es suficiente, porque el día a día nos desborda. Porque las obligaciones adultas, a veces se comen los derechos de la infancia y el derecho a poder educar con consciencia; porque tener las herramientas e información está muy bien, pero cuando te ves en la situación es difícil poder reproducir el modelo de crianza adecuado y no caer en aquello que sabes que no es correcto, que no es lo que quieres.
Y entonces llega la culpa. Esa maldita palabra que acompaña a menudo a madres y padres en nuestra crianza, quizá más de lo que nos gustaría.
Ante todo esto, ¿cómo podemos hacer para afrontar esos sentimientos de los que hablábamos? Pues teniendo en cuenta estas claves:
- Es necesario hacer todo ese trabajo de retrospección, de autoconocimiento.
- Compartir con nuestra pareja nuestros deseos de cómo criar, de compartir y llegar a puntos en común en aquellas situaciones que nos sintamos en polos opuestos, hacer equipo para poder ir a una y si nos sentimos que flaqueamos, saber que el otro/a va a estar a nuestro lado. Porque la maternidad y paternidad son maravillosas, se aprende y se disfruta, pero a veces, no es fácil.
- Informarnos y formarnos los dos. Para poder hacer el punto anterior es necesario que este se cumpla.
Por otro lado, hay que saber buscar ayuda si lo sentimos necesario. Un asesoramiento más continuado o puntual que nos guíe en cómo poner en práctica los conocimientos, que aborde las situaciones desde la coherencia de educar en positivo, pero sin permisividad y sin autoritarismo, equilibrando hacia el punto medio y haciéndonos conscientes de dónde estamos en cada momento para poder llevar después la crianza de nuestros hijos/as sin necesidad de su presencia.
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