Todas las personas nos hemos aburrido en algún momento de nuestras vidas y, hasta hace relativamente poco, no parecía que eso fuera un problema. No obstante, cada vez se habla más de la incapacidad que, aparentemente, tienen los/as niños/as y adolescentes para tolerar el aburrimiento.
A lo largo de este artículo hablaremos sobre el aburrimiento y el papel que este tiene en la infancia. De este modo, profundizaremos en las posibles consecuencias de intentar evitar a toda costa que los menores se aburran y, por último, haremos algunas propuestas que pueden ser útiles para hacer frente a esta situación.
El aburrimiento y la infancia actualmente
Está claro que el aburrimiento es, para la mayoría de personas, una emoción desagradable que no nos gusta sentir. Simplificando bastante, podríamos decir que es un antónimo de diversión. Sin embargo, esta situación puede interpretarse como una maravillosa oportunidad para explorar y desarrollar nuestras habilidades.
Es innegable que vivimos en la era de la inmediatez y de los estímulos constantes. Además, se nos envía el mensaje de que constantemente debemos estar haciendo cosas. Nuestro día a día suele ser muy estructurado y planificado, con poco margen para la improvisación o la creatividad.
Cuando estos aspectos se unen, es fácil entender por qué los padres y las madres pueden caer en intentar que sus hijos/as no se aburran. Desafortunadamente, es más habitual ver a menores sin levantar la vista de los dispositivos tecnológicos que con cualquier otro juguete. Esto, sin duda, tiene un considerable impacto en su desarrollo.
El uso de pantallas en sí no es malo, el problema se asocia tanto a la edad del niño como al tiempo invertido y el contenido que se consume. Un uso excesivo implica que hay otras actividades que dejan de realizarse. Cada vez cuesta más ver a niños/as jugando al aire libre o experimentando e inventando sus propios juegos.
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Las consecuencias de proteger a los niños del aburrimiento
Debemos comprender que hay una diferencia entre falta de estimulación constante y aburrimiento. La primera puede suponer un fuerte impacto negativo en el desarrollo del infante que se manifieste con problemáticas conductuales, emocionales y psicológicas. Es más, dependiendo de la situación, podría llegar a considerarse negligencia por parte de los adultos.
En el segundo caso, entendemos que el aburrimiento forma parte de la vida y puede verse como un trampolín hacia la creatividad, la curiosidad, la exploración, el descubrimiento y el desarrollo de nuevas habilidades (o el perfeccionamiento de las ya adquiridas). Son muchos los estudios científicos que relacionan la creatividad y la imaginación con el aburrimiento.
En esta línea, podemos entender que el aburrimiento es un motor del desarrollo para los niños y las niñas tanto a nivel físico como cognitivo. Esto es así puesto que la motivación que sienten para dejar de aburrirse les lleva a explorar el entorno (estimulación motora) y también fomenta la capacidad para resolver problemas (muy vinculada a la creatividad).
Además, esto conlleva un aumento de la autonomía y, a su vez, promueve en los menores procesos como la iniciativa, el aprendizaje de forma autodidacta y la reflexión. Sin duda, privarles del aburrimiento, aunque sea con la mejor de las intenciones, puede tener un considerable impacto en su desarrollo personal y social.
Con todo lo expuesto hasta el momento, a continuación mencionamos algunas de las principales repercusiones que se han observado hasta el momento:
- Dificultad para tolerar la frustración.
- Dependencia de estimulación externa.
- Dificultad para gestionar el tiempo libre.
- Falta de creatividad, imaginación e iniciativa.
- Dificultad para buscar soluciones.
- Bloqueo ante la realización de actividades no guiadas, estructuradas o planificadas.
- Dificultad para sentir gratificación fuera de las pantallas.
- Pensamiento con tendencias rígidas.
¿De qué queremos protegerles?
¿Realmente es malo el aburrimiento? ¿Es algo de lo que debemos proteger a nuestros infantes? Quizá es interesante que, como sociedad, podamos reflexionar sobre el tema con el objetivo de tomar consciencia de la importancia y el impacto del mismo.
En este sentido, consideramos que podría ser interesante que, como adultos, también hagamos un ejercicio de autoobservación: ¿qué nos lleva a querer evitar el aburrimiento de nuestros infantes? ¿Qué se nos remueve cuando nuestro/a hijo/a dice que se aburre? ¿qué sentimos ante nuestro propio aburrimiento y qué hacemos con el mismo?
Entonces, ¿qué hacemos con el aburrimiento?
Partiendo de la base de que el aburrimiento no es algo malo en sí, a pesar de que pueda resultar desagradable, nuestra principal propuesta es que permitamos que los niños y las niñas se aburran. Esto puede ser realmente difícil, también para los adultos, y nuestra principal tarea será acompañarles en la gestión de esta emoción.
Teniendo en cuenta que el aburrimiento puede ser fuente de creatividad, imaginación exploración y movimiento junto con los beneficios físicos, cognitivos y emocionales que puede tener, podemos animarles haciéndoles preguntas que les sirvan para empezar a conectar con sus deseos, sus gustos y preferencias.
Además de la reducción del tiempo frente a pantallas y la reducción de actividades placenteras excesivamente guiadas o estructuradas por los adultos, otras opciones que también son muy interesantes pueden propuestas como:
- Actividades al aire libre.
- Materiales artísticos o naturales.
- Juego, baile o movimiento libre.
- Lectura, invención de historias o dibujo libre.