“El joven fue encontrado perdido, en un estado salvaje y lleno de cicatrices de mordeduras de animales. Parecía inmune al calor y al frío, rompía la ropa que la gente intentaba ponerle y se negaba a comer comida cocinada, consumiendo únicamente alimentos crudos”.
Es posible que esta descripción recuerde a algunos personajes de ficción como Tarzán o Mowgli del Libro de la Selva.
Sin embargo, en esta ocasión se refieren a Víctor de Aveyron, uno de los casos más conocidos de “niño salvaje”. Este joven fue encontrado por unos cazadores a finales del 1799 en un bosque de la ciudad de Aveyron, con las características antes descritas, destacando además una gran cicatriz en el cuello probablemente realizada con un cuchillo u objeto punzante, cosa que hace pensar que pudieron haber intentado acabar con su vida.
El caso de Víctor de Aveyron
El niño en cuestión había sido avistado en múltiples ocasiones trepando por los árboles, corriendo a cuatro patas, bebiendo en arroyos y comiendo bellotas y raíces, hasta que finalmente fue capturado cuando durante el invierno se acercó a granjas en busca de comida.
Los doctores de la época pensaron que el muchacho sufría retraso mental al no entender ni responder al lenguaje. Víctor sería adoptado por un maestro llamado Itard, que consideró que el infante solo tenía un déficit en el desarrollo del lenguaje debido al extenso periodo que se suponía el niño había subsistido en soledad.
Mientras que una mujer llamada Sra. Guerin se encargaría del cuidado del niño, Itard intentaría educar y reintroducir en la sociedad al pequeño niño salvaje, intentando enseñarle el lenguaje, la conducta moral y las normas sociales.
Sin embargo, a pesar de dedicar largos años a ésta tarea y de la importancia que tuvo el trabajo de Itard (siendo sus métodos tenidos en cuenta a posteriori por metodologías educativas como la Montesori) no se lograron grandes éxitos, abandonándose el intento de educación y quedando el niño bajo la tutela de la señora Guerin. Víctor moriría a los cuarenta años de edad, aún bajo su cuidado.
¿Qué es un niño salvaje?
Víctor y otros muchos como él son considerados niños salvajes; entran dentro de esta categoría aquellos infantes que han permanecido aislados de la sociedad durante un periodo de tiempo prolongado de su infancia y/o adolescencia, bien sea por haber sido abandonados en un entorno salvaje, por haberse perdido o por haber sido retenidos o confinados durante su infancia o pubertad.
Estos niños presentan graves alteraciones tanto en aspectos conductuales como en los cognitivos, producto de la falta de adquisición de conocimientos y habilidades que permiten la convivencia y la participación en la vida social de una comunidad.
Cabe destacar que existe una cierta variabilidad en los casos observados. Dentro de los niños salvajes se pueden encontrar tres tipos básicos: niños que han vivido largo tiempo en soledad (como el caso de Víctor de Aveyron), aquellos que sobrevivieron en un entorno hostil siendo cuidados por otras especies animales, e infantes que han sido maltratados y confinados durante gran parte de su vida.
Características de los niños salvajes
Uno de los síntomas más evidentes es la ausencia o poco desarrollo del lenguaje. Si bien los distintos autores han discrepado de si el lenguaje humano es una habilidad totalmente aprendida o bien existen ya las estructuras necesarias para él desde el nacimiento, sí se ha evidenciado la existencia de periodos de aprendizaje en que se produce un desarrollo explosivo de algunas capacidades como la lengua. Estos periodos reciben el nombre de periodo crítico.
En el caso del lenguaje, los expertos han señalado que el periodo crítico se produce entre los tres y cuatro años de edad. De éste modo, si en esta fase no se da la estimulación apropiada, las capacidades del niño no se desarrollaran correctamente, lastrando toda su evolución y dificultando la correcta adaptación al medio social. Se verían afectadas no solo las capacidades lingüísticas sino también las representacionales, relacionales e incluso la propia construcción de la identidad personal.
¿Niños antisociales?
Además de la falta de lenguaje, otra de las principales carencias de estos niños y a su vez la que explica la mayor parte del resto es la falta de socialización. Debido a que a través de la interacción social se aprende e intercambia información con otros, es posible desarrollar perspectivas y formas de pensar y actuar que enriquecen el repertorio personal y se contribuye a mejorar la adaptación al medio.
Debido a su deficiente o nula socialización, los niños salvajes no son capaces de participar en la sociedad, actuando en función de lo aprendido a lo largo de su vida en el hábitat en el que se ha crecido. Es decir, sus actitudes y habilidades les hacen capaces de subsistir en el entorno en que han crecido, pero no son aplicables a la vida en comunidad.
Otro elemento común a la mayor parte de casos es la evitación del contacto humano. Tanto a nivel físico como emocional, estos niños intentan alejarse en la medida de la posible de sus semejantes, cosa que ha dificultado en los primeros compases el tratamiento de los casos.
Este hecho se explica si se tiene en cuenta que, además del hecho de que no han tenido contacto con seres humanos en mucho tiempo o que éste ha sido aversivo, estos niños han sido apartados en contra de su voluntad del ambiente en el que han crecido, e incluso en las ocasiones en que han sido adoptados por animales han podido llegar a ver morir a su salvador a manos de humanos.
Otros casos de niños salvajes conocidos
Además del caso de Víctor, antes descrito, existen un gran número de ejemplos. A continuación examinaremos la historia de dos más de ellos.
Amala y Makala, las niñas lobo de la India
El 9 de octubre de 1920, dos niñas aterradas y sucias miraban espantadas a una multitud armada congregada entorno a ellas, siendo protegidas del gentío por una loba. Las personas que las rodeaban, habitantes de la aldea de Godamuri (en la India), abrieron fuego contra la loba, y de no haber sido por la intervención de un reverendo local, Joseph Amrito Lal Singh, hubiesen acabado con la vida de las niñas creyendo que se trataba de espíritus.
Ambas pequeñas fueron atrapadas y llevadas con gran resistencia por su parte a un orfanato gestionado por el reverendo, donde éste y su familia intentarían reeducarlas y reintroducirlas en la sociedad.
Los síntomas del aislamiento
Ya desde el principio las niñas mostraban una elevada agresividad hacia los seres humanos, mordiendo y arañando a aquellos que intentaban acercarse a ellas y permitiendo únicamente su propia compañía mutua y la de los perros del lugar. Se arrancaban la ropa que se les ponía y mostraban dificultades para mantenerse erguidas. Ambas niñas caminaban a cuatro patas, al parecer sin percibir frío o calor. Su interacción con los demás se limitaba a gruñidos, cosa que hacia la socialización muy complicada de lograr. Ambas detestaban los alimentos cocinados, comiendo únicamente carne cruda en el suelo del patio.
Como los lobos que las habían cuidado, ambas niñas tendían a dormir durante el día y hacer vida nocturna. Era frecuente oírlas aullar durante la noche y parecían tener un olfato y visión nocturna algo más desarrolladas de lo normal.
Desgraciadamente, un año después de su entrada en el orfanato, Amala, la pequeña de tres años de edad, moriría de disentería. Hubo que separar a la fuerza a su hermana de los restos mortales, reaccionando ésta con lloros y una gran tristeza. Con el paso del tiempo Kamala empezaría a hacer pequeños avances en lo referente a la socialización y adquisición de lenguaje, adquiriendo alrededor de unas 30 palabras, y empezando a andar erguida. Con el tiempo pudo llegar a comunicarse con el reverendo y su familia a través de palabras monosilábicas, hasta que finalmente la pequeña murió de tifus con 15 años de edad.
El caso de Genie
Al igual que el de Víctor de Aveyron, el caso de Genie es uno de los más conocidos de “niño salvaje”, esta vez localizado en el estado de California. La niña en cuestión, nacida en los años 50 con severos problemas de salud (RH incompatible, dislocación congénita de cadera y posible discapacidad intelectual), fue encerrada por su padre en una habitación de pequeñas dimensiones y creció atada a una silla durante el día y enjaulada durante la noche desde los veinte meses hasta los trece años de edad, con una dieta forzada basada en comida de bebé y otros maltratos semejantes.
No sería hasta los trece años de edad que la madre de Genie, juntamente con ella, consiguió escapar de su marido. Después de unas semanas acudió a la oficina de bienestar, y posteriormente la policía tomó a la niña bajo su custodia. La niña mostraba ausencia del habla, malnutrición y dificultades conductuales tales como masturbación compulsiva.
Reeducando a Genie
Al igual que con Víctor de Aveyron y las hermanas Amala y Kamala, Genie pasó a ser tratada por un conjunto de médicos, lingüistas y psicólogos con el fin de reeducarla e integrarla en la sociedad. El de Genie es el caso de niño salvaje que más evolución ha mostrado, siendo esta joven capaz de crear frases y relacionar palabras, aunque con una estructura oracional incorrecta.
A pesar de que la intervención tuvo cierto éxito, la Asociación de Salud Mental de los Estados Unidos consideró que los progresos no eran suficientes y finalmente se decidió suspender el presupuesto para la niña, quien acabaría pasando por diferentes familias adoptivas. Desgraciadamente, en algunas de ellas también sufrió maltratos, por culpa de los cuales sufrió una regresión a su estado anterior y dejó de hablar de nuevo.
En la actualidad Genie vive en una institución de cuidados para adultos, sin trascender más información sobre ella debido a consideraciones éticas sobre su intimidad.
La plasticidad cerebral y el periodo crítico
La infancia es una etapa de la vida en la que somos especialmente sensibles a los cambios, a las marcas que deja en nosotros el ambiente. Esto significa, entre otras cosas, que aquello que durante los primeros años de nuestras vidas tenemos una capacidad única de aprender y de detectar patrones en todas aquellas experiencias que nos van ocurriendo. Esto se plasma muy bien en la manera en la que empezamos a aprender y a interiorizar un idioma, por ejemplo; una tarea técnicamente muy complicada que, sin embargo, dominamos con asombrosa rapidez siendo niños.
Sin embargo, esta capacidad de aprendizaje, vinculada a un fenómeno neurológico conocido como plasticidad cerebral, tiene doble filo. Al igual que en nuestra infancia somos muy sensibles a lo que nos ocurre, también lo somos ante lo que no nos ocurre. Concretamente, el hecho de no haber aprendido a dominar el lenguaje y a socializar con otros seres humanos que lo dominen hace que, llegado un umbral de edad, el llamado período crítico, nos volvamos incapaces de aprender a usar el lenguaje.
En ese momento nuestro cerebro deja de tener la capacidad de modificarse de un modo tan profundo como para interiorizar un aprendizaje tan complejo. Además, esto afecta a todas nuestras habilidades cognitivas, ya que en cierto modo el lenguaje influye el modo en el que pensamos. En el caso de los niños salvajes, esto está claro.
Reflexión final
Las circunstancias que han rodeado este tipo de casos han sido caldo de cultivo de numerosas investigaciones que intentaban averiguar si alguien crecido en aislamiento podría esclarecer el efecto de la educación y la influencia de la sociedad o si características como el lenguaje son innatas o adquiridas siendo exploradas múltiples facetas de las vidas de éstos niños.
En cualquier caso, es imprescindible tener siempre en cuenta las consideraciones éticas de la investigación exhaustiva de éste fenómeno, puesto que pueden suponer un gran perjuicio para los niños y su integridad.