Criar desde la resiliencia: claves para proteger a los niños de las heridas emocionales

No significa evitar el dolor, sino enseñar a los niños a afrontarlo con seguridad y empatía.

Criar desde la resiliencia: claves para proteger a los niños de las heridas emocionales

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Todas las personas atravesamos diversos momentos difíciles a lo largo de nuestras vidas. Muchos padres y madres desearían poder evitar el dolor y el sufrimiento a sus hijos, pero esto no es posible. Las experiencias dolorosas forman parte de la vida.

Lo que sí es posible es darles herramientas para que puedan transitar dichas situaciones de la forma más llevadera posible y que tengan la capacidad de recuperarse y continuar con su vida tras haber hecho frente a las adversidades.

A lo largo de este artículo hablamos de resiliencia y cómo criar desde esta perspectiva. Además, abordamos qué aspectos son importantes para proteger de las heridas emocionales y qué cosas debemos evitar como padres para no generar heridas emocionales profundas.

¿Qué significa criar desde la resiliencia?

La resiliencia se define como la capacidad de los seres vivos para adaptarse a situaciones adversas. En otras palabras, usamos este término para definir la capacidad de las personas para superar situaciones dolorosas.

Algunos autores lo definen como la capacidad de transformar el sufrimiento en una oportunidad para crecer. Y aunque esta es la versión más conocida a nivel popular, algunos autores defienden que la resiliencia tiene, también, una cara más compleja que se relaciona con la resignificación del trauma.

Si hablamos de resiliencia en la infancia, es crucial comprender que las criaturas no nacen con esta capacidad ya interiorizada. Para que puedan llegar a sobreponerse a las situaciones adversas, necesitan haber tenido un entorno empático, compasivo y capaz acompañar y brindar herramientas.

En este sentido, criar con resiliencia se aleja de la idea de evitar todo el sufrimiento de las criaturas y se centra en la idea de ofrecerles un acompañamiento adecuado cuando lo necesiten. Esto consiste en estar disponibles a nivel emocional, ofrecer seguridad emocional, empatía, validación y compasión.

Desde el enfoque de trauma, se defiende la idea de que lo que realmente genera una herida emocional es no haber tenido una mirada compasiva que pudiera dar sostén emocional en determinadas situaciones dolorosas.

Así pues, si queremos que los niños y las niñas sean capaces de adaptarse a los cambios y sobrevenir las situaciones adversas, debemos trabajar en ayudarles a construir herramientas que les permitan ser resilientes. Para ello, es importante construir una base de apego seguro, validar sus emociones y fomentar la autonomía.

Factores que protegen a los niños de las heridas emocionales

Tal y como decíamos anteriormente, no es realista pensar que podemos evitar el sufrimiento de nuestras criaturas a toda costa. En la vida pasan cosas y algunas de ellas son dolorosas. Sin embargo, hay ciertos factores que pueden ayudar a proteger y minimizar los daños.

El principal aspecto a tener en cuenta es el relacional. El ambiente juega un papel crucial. Por ello, es necesario que las criaturas establezcan vínculos seguros con sus adultos de referencia y se sientan vistas, sostenidas, comprendidas, validadas y acompañadas.

En esta línea, es interesante fomentar los espacios en los que puedan expresarse de forma abierta y honesta, sin miedo a recibir críticas o juicios. Todo esto permite que la criatura construya una mejor autoestima, se sienta valiosa y amada. De este modo se desarrollan más herramientas internas.

Por último, es importante comprender que el entorno fuera de casa también juega un papel importante. Los vínculos que se generan en la escuela y en el vecindario, así como las situaciones que se viven en estos contextos, también dejan huella.

Lo que debemos evitar para no generar heridas emocionales profundas

Partimos de la base de que no podemos evitar el sufrimiento a nuestras criaturas porque van a vivir infinidad de experiencias a lo largo de sus vidas. No obstante, sí es importante que tomemos conciencia de que ciertas palabras y/o conductas nuestras pueden dejar una huella duradera.

Si bien es fácil pensar en violencia y abuso físico, no podemos olvidar que la violencia psicológica, la emocional y el abuso verbal no se ven —y no por ello dejan de doler o de ser violencia—, pero también generan inseguridad, miedo y ansiedad. Muchas heridas emocionales se producen en entornos fríos emocionalmente, negligentes o en los que hay cualquier tipo de violencia.

Los niños necesitan adultos presentes, disponibles emocionalmente y que les muestren cariño y afecto. Asimismo, necesitan que sus cuidadores respondan de forma sensible y consistente a sus necesidades con empatía. Por tanto, debemos intentar evitar cualquier aspecto que se aleje de esto.

Minimizar o invalidar sus emociones, no brindar el suficiente afecto físico o emocional, no permitir errores y presionar con la búsqueda de la perfección o la inestabilidad afectiva y la imprevisibilidad son todo ejemplos de conductas que podemos llevar a cabo como adultos y que pueden generar grandes y profundas heridas emocionales.

Claves prácticas para criar desde la resiliencia

A lo largo del artículo ya hemos visto que no podemos proteger a nuestros hijos e hijas de todo dolor y sufrimiento. Sin embargo, como cuidadores sí podemos ofrecerles espacios seguros a nivel emocional y esto les ayuda a construir una buena base para que pueda brotar la resiliencia y poder, de este modo, hacer frente a las adversidades.

Hay tantas formas de criar como familias en este mundo. Hoy en día sabemos, gracias a múltiples estudios científicos, que hay ciertas tendencias que pueden beneficiar o perjudicar más que otras —tanto a la criatura como al sistema familiar y el vínculo—. Es importante tomar conciencia sobre las propias dinámicas familiares y los estilos educativos.

Los niños y las niñas necesitan sentirse vistos y escuchados. Necesitan que les dejemos espacio para expresarse mientras les miramos a los ojos e intentamos comprender su punto de vista. En muchas ocasiones, necesitarán que les ayudemos a poner palabras a todo lo que están sintiendo porque todavía les falta el vocabulario.

Los límites y las rutinas son importantes y necesarios —siempre y cuando sean límites que les cuidan—- puesto que les ayudan a tener estructura y, como consecuencia, una mayor sensación de seguridad. Sin embargo, estos deben establecerse de una forma empática y respetuosa.

Finalmente, cuando estén pasando por alguna experiencia dolorosa o difícil —aunque a nuestro parecer no lo sea— es importante que validemos su sentir y les acompañemos en su dolor. Necesitan transitar las emociones y que estemos a su lado, sosteniéndolos, mientras lo hacen. Debemos recordar que somos un gran modelo para ellos/as y que aprenden por observación.

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  • Cyrulnik, B. (2015). Las almas heridas. GEDISA.
  • Cyrulnik, B. (2025). Las dos caras de la resiliencia. Herder Editorial.
  • Cyrulnik, B. (2025). Los patitos feos (1ª ed.). Herder Editorial.
  • González-Arratia López Fuentes, N. I., & Valdez Medina, J. L. (2007). Resiliencia en niños. Psicología Iberoamericana, 15(2), 38–50.

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Nerea Moreno. (2025, junio 19). Criar desde la resiliencia: claves para proteger a los niños de las heridas emocionales. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/criar-desde-la-resiliencia-claves-para-proteger-a-los-ninos-de-las-heridas-emocionales

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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