A lo largo de la historia, el hecho de tener hijos era algo prácticamente incuestionable. Pocas, muy pocas, eran las personas que podían preguntarse si querían tener hijos. Afortunadamente, para la mayoría de personas de nuestra sociedad esto ha cambiado en la actualidad.
No obstante, si bien es cierto que podemos plantearnos si queremos tener hijos o no y de qué forma educarlos, no todo el mundo se para a cuestionarse desde donde toma estas decisiones. Esto nos lleva a que muchas personas se convierten en padres y madres sin haber sanado sus propias heridas emocionales.
A medida que el concepto el niño interior va cobrando popularidad, empiezan a surgir cuestiones sobre si el hecho de no haber sanado las heridas infantiles es una limitación en la crianza. En este artículo exploramos esta idea y hablamos de aspectos como el niño interior, la paternidad como espejo emocional y la sanación.
¿Qué es el niño interior y por qué es importante?
El niño interior es un concepto que se usa especialmente en psicología —aunque también en otros ámbitos relacionados con el crecimiento personal y espiritual— para hacer referencia, de forma metafórica, a nuestra parte emocional que alberga las experiencias vividas, las heridas emocionales y las carencias que vivenciamos en la infancia.
Por supuesto, también guarda recuerdos felices y, en caso de haber tenido estas experiencias, las sensaciones de protección y seguridad que los vínculos seguros nos hicieron sentir. Sea como sea, es información que, en su mayoría, queda guardada en el inconsciente y que influye de forma significativa en nuestra forma de ver el mundo, reaccionar y vincularnos.
Sin duda alguna, las experiencias que vivimos durante la infancia —sean del tipo que sean— interfieren en la forma en que criamos, educamos y nos relacionamos con nuestros hijos. Las experiencias adversas en la infancia modelan el cerebro y alteran su desarrollo afectando a la capacidad para regular las emociones, empatizar y establecer vínculos seguros. Por eso es importante este concepto.
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La paternidad/maternidad como espejo emocional
¿Cómo te sientes cuando tu hijo/a llora? Si bien es cierto que no es una situación agradable para ningún padre ni madre, hay personas que no pueden tolerar el llanto de sus hijos/as. Debido a la incomodidad que sienten de forma desproporcionada en estas situaciones, tienden a irritarse o intentar silenciarles lo más rápidamente posible.
Esto, en muchas ocasiones, se debe a que inconscientemente les conecta con su propia herida infantil de no haber sido consolados y sostenidos en el llanto de una forma empática, sensible y compasiva. Este ejemplo es solo una forma de plantear la idea que muchos autores defienden de que nuestros hijos activan aquellos conflictos internos que no hemos resuelto.
En otras palabras, se plantea la idea de que nuestros hijos nos confrontan con nuestras propias carencias de la infancia, los miedos y también con los patrones que aprendimos e interiorizamos en esa etapa vital. De alguna forma, la crianza se convierte en un “espejo” que nos muestra determinados aspectos de nuestra propia historia personal.
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¿Es necesario sanar a tu niño interior para ser buen padre o buena madre?
Teniendo en cuenta lo expuesto hasta el momento, es comprensible preguntar si es necesario haber sanado completamente las propias heridas emocionales antes de tener hijos. La respuesta puede ser algo más complejo de lo que puede parecer inicialmente porque habría que definir qué entenderemos por sanar completamente.
Así pues, intentando dar una respuesta lo más realista y compasiva posible, podemos decir que quizá no es tan necesario haber sanado por completo como sí lo es el hecho de ser consciente de las propias heridas. Es decir, tomar consciencia de nuestra historia personal, nuestras carencias, nuestro dolor y hacernos cargo de nuestras emociones sí es necesario.
Es importante tener en cuenta que cuando no se realiza este trabajo personal, muchas de las conductas y reacciones emocionales intensas de nuestras criaturas pueden ser el desencadenante de un intenso y profundo malestar emocional en nosotros. Como consecuencia podemos estar criando desde la reactividad, guiados por impulsos emocionales de heridas antiguas no procesadas.
Aunque no es un requisito indispensable sanar a nuestro niño interior, es cierto que hacer este trabajo personal de concienciación nos ayuda a romper patrones de forma inconsciente. La ciencia ha demostrado que aquellas personas que han sufrido trauma relacional temprano tienden a desarrollar estilos de apego inseguro que puede llevarles a repetir dinámicas disfuncionales.
Esto no solo interfiere en la forma de ver el mundo, sino también en la forma de relacionarse. La capacidad de comprender tanto los estados mentales propios como los ajenos se denomina mentalización y se transmite de generación en generación. Afortunadamente, si no se adquiere en la infancia se puede desarrollar posteriormente gracias al trabajo emocional profundo.
El autoconocimiento permite, como ya hemos dicho, romper patrones y cambiar las formas de relacionarnos. Además, también nos ayuda a no proyectar nuestras frustraciones o expectativas en nuestros hijos y nos da herramientas para poder guiarlos y acompañarlos de forma sensible, empática y respetuosa con sus necesidades.
¿Cómo se puede empezar a sanar?
El proceso de sanar las heridas emocionales generadas en la infancia es único y para cada persona requiere de un trabajo concreto. Lo cierto es que, en la mayoría casos, requiere de un espacio de psicoterapia en el que poder explorar el propio mundo interno para poder ir recolocando las experiencias vividas.
Sin embargo, esto no implica que no se puedan hacer cosas de forma individual en adición a la terapia en el día a día. La autoobservación es crucial en todo este camino. Nos ayuda a entender cuáles son los desencadenantes que nos llevan a reaccionar. La crianza y el vínculo con nuestros hijos pueden ser una gran experiencia de aprendizaje y crecimiento tanto para nuestros hijos como para nosotros/as mismos/as.
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