Debido a nuestra naturaleza social, la necesidad de establecer relaciones interpersonales significativas es inherente a las personas. Sin embargo, también es cierto que hay diferencias individuales y que, en este sentido, cada individuo tiene necesidades diferentes.
Muchos padres y madres se angustian si se enteran de que su hijo/a juega solo/a en el recreo, cuando se dan cuenta de que no menciona a otros niños de la clase o cuando ven que no le invitan al resto de cumpleaños o salidas, dependiendo de la edad de la criatura.
La amistad en la infancia es importante para el desarrollo emocional y psicológico de las criaturas y, por ello, es comprensible que los padres y madres se preocupen. A lo largo de este artículo explicamos brevemente por qué a algunos niños y niñas les cuesta hacer amistades y cómo puede afectar esto en su desarrollo. Además, profundizamos en diferentes estrategias que pueden emplear los padres y madres para ayudar a sus criaturas.
¿Por qué a algunos niños les cuesta hacer amigos?
Como en la mayoría de situaciones relacionadas con el comportamiento humano, no hay una única explicación sino que está situación puede deberse a una suma de factores o que la causa concreta varíe en función de cada caso.
No todos los niños son iguales ni tienen las mismas necesidades. Algunos/as tienen más tendencia a la introversión y necesitan menos estimulación exógena. Otros son más tímidos y necesitan más tiempo para poder sentirse a gusto o seguros con las interacciones, por ejemplo.
Las habilidades sociales y saber desenvolverse con las otras personas son destrezas que deben aprenderse. Algunos niños y niñas pueden necesitar más tiempo o más práctica. Además, en algunos casos puede haber dificultades específicas relacionadas con otras condiciones de la criatura (TDAH, por ejemplo).
Así pues, es importante que los padres observen tanto a sus hijos como a las dinámicas familiares y el entorno (lo que sucede en la escuela es crucial) en que crece la criatura para poder comprender mejor qué necesita. Si las dificultades generan un malestar significativo es necesario pedir ayuda profesional.
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El impacto de la falta de amistades
En 2021 se publicó un estudio en el que se vinculaba el aislamiento social en la infancia con mayor riesgo de ansiedad y depresión, más dificultades emocionales y de conducta, un peor rendimiento académico y más problemas de autoestima y confianza en uno/a mismo/a.
Esta no es la única evidencia de que la amistad es un factor protector de la salud mental y emocional. Existen diversos estudios hoy en día que relacionan la soledad con problemas físicos también, derivados de un mayor estrés. De hecho, se ha observado una relación también con el sedentarismo.
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Estrategias prácticas para ayudar a tu hijo
Ver sufrir a un hijo porque no tiene amistades es devastador para muchos padres y madres. A continuación explicamos algunas estrategias que pueden ser de ayuda para este tipo de situaciones.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que, en algunos casos, las dificultades emocionales derivadas del aislamiento pueden llegar a ser muy graves. Si el malestar es muy intenso, abrumador o interfiere en otras áreas de la vida se recomienda pedir ayuda profesional.
1. Crear un entorno seguro en casa
Lo primero que necesitamos construir con nuestros hijos e hijas es la sensación de seguridad en su mundo interno. Para ello, es importante que les ayudemos a identificar y nombrar sus emociones. Si queremos que acudan a nosotros/as cuando se sientan mal, deben sentir que podemos sostener su malestar y que nosotros sí les aceptamos por quienes son.
Como figuras de referencia, debemos transmitir el mensaje de que todas sus emociones son válidas. Por ejemplo, si nos dicen que nadie quiere jugar con ellos, no debemos minimizar la situación diciendo cosas como “no digas tonterías, claro que quieren jugar contigo”.
En este tipo de situaciones lo más recomendable es validar que se sienten tristes y escuchar su percepción. De hecho, puede ser realmente útil explicarles momentos en los que nosotros vivimos algo parecido cuando éramos niños o incluso abordarlo con historias (cuentos o películas) que luego nos permitan hablar sobre la amistad.
2. Desarrollar y entrenar las habilidades sociales
Aunque para algunos niños y niñas es más fácil o espontáneo, para otros es más complejo. Sea como sea, las habilidades sociales requieren aprendizaje y entrenamiento. Para aquellas criaturas a las que se les hace un poco más difícil, podemos ayudarles a practicar.
Por ejemplo, podemos ensayar en casa haciendo representaciones (role playing) de ciertas situaciones que se pueda encontrar en el recreo, en clase o en cualquier otro contexto social. Además, en caso de que haya necesidades específicas podemos ayudarles a interiorizar determinadas frases o respuestas para diferentes escenarios y, por supuesto, ser nosotros el modelo de cómo saludar, despedirse, agradecer, pedir diciendo por favor, etc.
Practicar en entornos que son seguros para los niños y las niñas les permite sentirse más seguros/as y, poco a poco, ir experimentando en otros contextos.
3. Enseñar lo que significa ser un buen amigo
Uno de los peligros que corren los niños y niñas con dificultades para hacer amigos es desearlo tanto que acaben aceptando establecer relaciones de “amistad” con personas que no les tratan bien para evitar el sentimiento de soledad o aislamiento.
Si bien es comprensible que deseen establecer vínculos, nuestro deber es enseñarles que no a cualquier precio. Es imprescindible que les hablemos de valores como el respeto, la empatía e incluso el compartir para que ellos se relacionen de esta forma, pero también para que sepan cómo deben ser tratados.
Además, es importante que les expliquemos que hay diferentes tipos de amistades (con algunos niños y niñas se comparte el juego y con otros, que serán menos, se comparten aspectos más personales, por ejemplo) y que estas pueden ir variando con el tiempo.
4. Facilitar oportunidades para poner en práctica lo aprendido
Como adultos podemos plantear diferentes actividades o propuestas que sean oportunidades para que nuestros hijos e hijas practiquen sus habilidades sociales y se relacionen sin que sea algo abrumador para ellos/as.
Por ejemplo, se pueden organizar encuentros para que las criaturas jueguen (“citas” de juego). Si se sienten seguros con esta opción, podemos invitar a algún compañero/a a casa para que compartan un rato y después, a solas, conversar sobre la experiencia y aprender de ella.
Otra opción es llegar temprano a las actividades extraescolares o los encuentros. Al llegar cuando todavía hay pocas personas, probablemente sea menos abrumador y se sienta más cómodo. Es interesante empezar con grupos más reducidos y poco a poco ir ampliando. En este sentido, las actividades extraescolares pueden ser una gran oportunidad puesto que facilitan que conozca a otros niños y niñas con intereses similares.
5. Ajustar las expectativas
Por último, como padres también debemos revisar nuestras expectativas. No todos los adultos tenemos las mismas necesidades a nivel social y lo mismo sucede con las criaturas. Mientras algunos niños y niñas se sienten cómodos con los grupos grandes, otros van a preferir los grupos pequeños o con uno o dos vínculos cercanos.
En caso de que nuestro hijo muestre rasgos de introversión, debemos respetarlos y comprender que es una forma de funcionar que no tiene absolutamente nada de malo. Además, no podemos olvidar que lo realmente importante es la calidad de los vínculos que establecemos y así debemos transmitirlo a nuestros hijos también.
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