La infancia es una etapa en la que somos capaces de adaptarnos sorprendentemente bien a muchas situaciones que nos plantean retos nuevos, pero a la vez, también es una fase de la vida en la que somos vulnerables psicológicamente.
Por ejemplo, algo tan sencillo como tener problemas a la hora de seguir las clases de la educación primaria puede dar lugar a un conjunto de complejos, vacíos de conocimiento y desajustes emocionales que se van acumulando muy rápido y que si no son tratados pueden incluso plasmarse en la adultez.
Es por eso que es muy importante contar con ayuda psicológica y psicopedagógica ante las primeras señales de que un niño o niña sufre problemas en algún aspecto de su día a día. En este caso, entrevistamos a dos profesionales expertas en este ámbito, la pedagoga Isabel Rodero López y la psicóloga Victoria Jariego Cordero, de Centro TAP.
Entrevista a Centro TAP: así es el acompañamiento y la evaluación en la detección de necesidades en niños
Isabel Rodero López y Victoria Jariego Cordero son parte del equipo de profesionales de Centro TAP, entidad especializada en la atención psicológica y psicopedagógica y cuyas instalaciones se encuentran en Madrid. A lo largo de esta entrevista, nos explican las claves de la detección de necesidades en niños a partir de su perspectiva como profesionales de la atención a menores.
¿Los padres y madres que llevan a sus pequeños al psicólogo por primera vez, acostumbran a estar muy desorientados acerca de cuál es el problema que afecta a sus hijos, o por lo general ya llegan habiendo hecho su propia hipótesis sobre lo que ocurre?
Cuando las familias llegan al centro, es habitual que vengan con una demanda concreta, que bien puede partir de ellos mismos, porque han detectado que hay algo que les preocupa a nivel comportamental, social o escolar, o en otros casos acuden a consulta por indicación del tutor o del departamento de orientación del centro educativo.
Generalmente las demandas que parten de la escuela tienen que ver con dificultades de aprendizaje y comportamientos disruptivos en el aula. Y las demandas familiares tienen que ver más con conductas desadaptativas, dificultades relacionales o de dificultades en la gestión emocional.
En algunos casos, la demanda inicial no se corresponde con la problemática real del caso. En realidad, la mayoría de los casos sean de población infanto-juvenil o adulta, la demanda suele partir de lo que llamamos el síntoma, que no es más que la punta del iceberg. Ya es bajo ese síntoma donde realmente radica el problema de lo que está ocurriendo realmente.
Puede ser que recibamos el caso de un menor con conductas disruptivas en el aula o con su familia y lo que subyace a ese mal comportamiento es una desestructuración del núcleo familiar, un duelo, una capacidad superior o una dificultad de aprendizaje no detectada a tiempo, etc.
¿Cuáles son las primeras tareas realizadas en la consulta de psicología para detectar posibles trastornos en los niños y niñas?
Una vez que recibimos a la familia y al menor, toma especial importancia la acogida. El menor necesita sentir el contexto terapéutico como un espacio de protección y cuidado, donde se respete su privacidad y la de su familia.
Por lo tanto, una de las primeras tareas es la de crear un entorno lo más cálido posible, que aporte seguridad y tranquilidad al menor y a la familia. Una vez que estamos en un entorno seguro, podemos empezar a dar los primeros pasos para realizar un adecuado diagnóstico y su posterior intervención.
En algunos casos, a demanda de los padres o bien porque tenemos ciertos indicios de que pueda existir una problemática relacionada con altas capacidades, trastorno del desarrollo, déficit de atención, dislexia, trastorno del espectro del autismo, etc, realizamos una evaluación exhaustiva con cuestionarios específicos.
Esto, además de ayudarnos a detectar la existencia de un trastorno o dificultad asociada, también nos permite valorar en qué nivel de desarrollo está el niño con respecto a la media de la población de su misma edad y con su propia media, es decir, conocer los puntos fuertes y débiles de la persona, de cara a poder implementar una intervención psicopedagógica adecuada.
¿Qué papel juegan las familias en el proceso de diagnóstico de, por ejemplo, trastornos del aprendizaje en un niño o una niña? ¿Qué tipo de información valiosa suelen aportar?
La familia es el entorno cercano donde se desarrolla el menor. Los modelos educativos parentales, el nivel socioeconómico, las relaciones sociales, el nivel de estudios de los padres, pueden ser factores de riesgo o de protección en función de las características del caso.
Si nos centramos en los trastornos del aprendizaje, la información que puede ofrecer la familia está relacionada con varios aspectos que influyen tanto en el diagnóstico como en el tratamiento y pronóstico: la base genética, el desarrollo de los hitos evolutivos básicos, desarrollo biopsicosocial, etc.
En una primera entrevista, recogemos toda la información relativa al desarrollo evolutivo, psicofisiológico y social del niño, ya que es importante para comprender los aspectos sociales, familiares y personales que pueden estar influyendo en el caso concreto.
Por otro lado, la observación tanto en contextos estructurados (la consulta y el aula) como en su entorno natural, medio en el que la familia adquiere especial relevancia, son claves para el adecuado diagnóstico e intervención.
¿Suele ocurrir que hasta que no se va al psicólogo se mantiene la creencia de que el hijo o hija tiene un problema de mal comportamiento, cuando en realidad lo que le pasa es que ha desarrollado un trastorno psicológico o del neurodesarrollo?
El comportamiento disruptivo es el principal motivo de consulta en población infantil ya que es cuando en el contexto familiar y/o escolar se generan conflictos de forma explícita y, por tanto, se considera que hay una dificultad en el manejo de su comportamiento. Sin embargo, cuando evaluamos la situación del niño o niña en cuestión, en muchas ocasiones, el mal comportamiento es el indicador de que está teniendo otro tipo de dificultades que no se han detectado.
Por ejemplo, en la clínica encontramos que, detrás del mal comportamiento puede haber baja autoestima, dificultades del aprendizaje, baja tolerancia a la frustración, necesidad de mayor atención por parte de la familia, celos, déficits en habilidades sociales, hiperactividad y/o impulsividad, entre otros factores psicológicos.
Por tanto, es fundamental realizar una valoración completa del/la menor para diferenciar cuáles son sus necesidades reales y, en base a ello, realizar una intervención individualizada para conseguir la evolución favorable en su desarrollo, así como acompañar a la familia para comprender a su hijo/a y ofrecerle pautas de gestión en el contexto natural.
Por lo que habéis ido viendo, ¿las familias necesitan mucho asesoramiento y supervisión constante para entender lo que deben hacer en casa para no frenar los avances de la terapia entre sesión y sesión y poner de su parte en que se consoliden? ¿Les cuesta adoptar nuevas maneras de relacionarse con su hijo o hija?
Las familias necesitan asesoramiento para entender qué le ocurre a su hijo/a y cómo pueden acompañarlo/a en su día a día. De hecho, en Centro TAP consideramos que es fundamental trabajar en conjunto con la familia para poder generalizar las herramientas y estrategias que sus hijos/as están aprendiendo en las sesiones en su contexto natural.
Desde nuestra experiencia clínica podemos decir que hay diversidad en la implicación de las familias en las terapias, observando que esto influye en la evolución de los niños y niñas.
Algunas familias tienen mucha implicación, coordinándose entre los progenitores para estar al tanto de los avances de su hijo/a y llevando a cabo las pautas que les ofrecemos para cambiar la relación familiar. Mientras que otras, otorgan mayor responsabilidad al trabajo que hacen los niños/as por lo que sí necesitamos supervisar con los progenitores la importancia de su acompañamiento en el proceso terapéutico para conseguir los objetivos marcados con mayor eficacia.
Las familias que tienen menor implicación normalmente tienen más dificultad para adoptar nuevas formas de relacionarse con su hijo o hija.
¿Cómo se trabaja desde un centro de psicología como el vuestro para motivar a los pequeños a alcanzar las metas de la terapia?
En Centro TAP consideramos que para trabajar con población infantil es fundamental utilizar una metodología didáctica en la que se incluyan juegos, cuentos, actividades manuales, dibujos, vídeos, etc.
Además, nos adaptamos a las necesidades individuales de cada niño o niña ajustando las dinámicas a los intereses de los menores para que cumplir los objetivos sea más atractivo y puedan estar motivados en el proceso de aprendizaje y cambio. Por supuesto, es muy importante adaptar tanto el lenguaje como las actividades a su etapa evolutiva.
¿Y de qué manera ayudáis a que esos niños y niñas sean plenamente conscientes de sus progresos?
En muchas ocasiones, los niños y niñas detectan que se encuentran mejor o han evolucionado favorablemente pero no saben identificar cómo lo han conseguido, llegando a tener la sensación de que “no han hecho nada”.
Por ello, lo que hacemos en consulta es ir valorando con ellos y ellas qué queríamos conseguir y cómo lo está consiguiendo, especificando qué herramienta está utilizando para alcanzar el objetivo. Además, en cada sesión revisamos cuál ha sido la evolución y utilizamos el refuerzo positivo en cada logro que consiguen para afianzar la estrategia aprendida.