Lo que solemos entender popularmente por "obsesiones" es, en muchos casos, algo que nos ayuda a avanzar, una fuente de motivación que nos lleva a comprometernos con proyectos. Sin embargo, en otros casos, este término describe situaciones que no solo no nos aportan nada constructivo, sino que dañan nuestro bienestar psicológico.
En este segundo tipo de obsesiones entra en juego la psicología clínica y sanitaria: para muchas personas, los problemas de tipo obsesivo suponen una importante pérdida de control sobre sus vidas, hasta el extremo de desarrollar alteraciones como el Trastorno Obsesivo-Compulsivo.
Para entender mejor cómo ocurre esto y qué se hace ante este tipo de malestar, entrevistamos a un experto en el tema: el psicólogo Miguel Ángel Ruiz González.
- Artículo relacionado: "El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC): ¿qué es y cómo se manifiesta?"
El tratamiento psicológico de los problemas de tipo obsesivo: entrevista a Miguel Ángel Ruiz
Miguel Ángel Ruiz González es el Director del centro sanitario Psicología y Psicoterapia Miguel Ángel, además de psicólogo con más de tres décadas de experiencia. En esta entrevista nos habla acerca de la naturaleza de las obsesiones, y sobre cómo son tratadas en terapia cuando pasan a ser parte de un problema.
¿Qué es una obsesión, según la Psicología?
Un pensamiento o una idea cargada de una gran y excesiva preocupación, a veces acompañada de una acción encaminada a conjurar la preocupación, de manera reiterada y casi impositiva, en la que la persona acaba esclava del pensamiento reiterado o de la acción compulsiva. Además, es importante determinar que la preocupación o compulsión son innecesarias y desadaptativas.
¿Cuáles son los problemas psicológicos más relacionados con este fenómeno?
Generalmente surge un importante estado de ansiedad que no permite llevar una vida normal a la persona que lo padece. Como tenderá a querer tenerlo todo bajo control, estará en continuo estado de alerta, preocupado por infinidad de cosas que pueden salir mal o no ser controladas, ello le llevará a la pérdida de control. Obviamente, todo esto cuando hablamos de patología.
¿Es fácil reconocer que esta clase de pensamientos se han convertido en un problema para uno mismo? ¿O son los demás quienes suelen llamar la atención sobre este hecho?
La persona, cuando la patología empieza a avanzar, suele ser consciente de que no está bien. Sufre mucho, además de que se afecten otras áreas de su vida como el sueño, o las relaciones sociales. Ello también dependerá del tipo de obsesión que padezca; no es lo mismo una hipocondría que el temor a dejarse la puerta abierta, o a que cuchicheen de uno, o a ponerse rojo.
Es cierto que muchas veces los demás ven con toda claridad que el familiar o amigo tiene un problema, y a veces incluso les afecta personalmente, ya que frecuentemente estos pacientes implican al allegado a que haga, por ejemplo, comprobaciones del todo innecesarias, o a que estos les digan mil y una veces que no pasa nada, que todo está bien o que ese síntoma no tiene importancia, para así tranquilizarse. En estos casos suelen presionar para que los allegados pidan ayuda, hagan esto o aquello... haciendo así más grave aún su problema.
Todo ello no quita que la persona pueda tener claro que padece un problema, ya que como digo, además se puede complicar con problemas familiares o de relación con terceras personas.
En tu experiencia como profesional de la intervención psicológica, ¿cuáles son las quejas más frecuentes de quienes acuden a terapia por problemas de este tipo?
Los problemas más frecuentes son referidos a la preocupación excesiva por la salud propia o de seres queridos cercanos, o de que les pase alguna desgracia a estos.
Por otro lado, debido a la gran preocupación con la imagen que dan, se pueden obsesionar con que se pondrán rojos o sudarán y los demás pensaremos barbaridades de ellos. También sobre que pueden fallar en el trabajo u otras áreas y harán el ridículo, o el que pueden volverse locos y hacer daño a sus seres queridos, el que se puedan dejar el gas o el agua o la puerta de la calle abierta, etc.
¿Qué métodos y estrategias son usadas en psicoterapia para ayudar a estos pacientes?
En una primera instancia es fundamental comprender y ayudar al paciente a comprender sus obsesiones mediante una adecuada interacción terapéutica, qué problema tiene, qué hace, cómo y cuándo lo hace, y la eficacia de todo ello para resolver un problema.
Cuando tenemos un problema, siempre que sufrimos, hacemos cosas tratando de resolverlo. Si hacemos lo correcto, el problema se resuelve. Si no es así, podremos observar que el problema, muy frecuentemente, suele ser aquello que la persona está haciendo para liberarse. Es decir, su intento de solución es su problema en sí mismo. En ese sentido, el no saber gestionar las obsesiones cuesta caro.
Esta clara percepción de la inutilidad de lo que viene haciendo, incluso de lo negativo y perjudicial que ello puede llegar a ser, facilita que el paciente se sienta impelido a cambiar. Pero no se trata de convencerle, sino de conducirle a ver su problema de modo radicalmente distinto.
A partir de ahí, llevaremos a la persona a la realización de una serie de estrategias adaptadas a la expresión del problema concreto, es decir, hechas a medida. De esta manera se producirá un cambio radical en el afrontamiento de la circunstancia en la que se expresa el trastorno.
Así, el paciente se dotará de los recursos, consecuentes a la realización de las estrategias, que le llevarán a experimentar, notar, sentir su problema de modo totalmente distinto. Es decir, a experimentar las circunstancias en las que se expresa su problema y el propio problema de forma radicalmente distinta.
¿Y cómo se va produciendo el proceso de mejora?
Cuando un paciente experimenta aquella circunstancia de forma radicalmente distinta tras haberse producido ese cambio de visión de su problema, analizar las consecuencias de las acciones que realizaba hasta ese momento y así estar adecuadamente motivado para llevar a cabo unas conductas muy concretas, casi de forma inmediata, en muy poquitas sesiones se va a producir lo que llamamos “experiencia emocional correctiva”, que sin duda la persona experimentará muy gratamente.
A partir de ahí comenzará un cambio radical en la forma de gestionar aquellas preocupaciones excesivas o compulsiones, e irá experimentando cómo sus miedos y ansiedad decrecen drásticamente. A partir de ahí, todo el trabajo terapéutico irá encaminado a consolidar el cambio experimentado.