La ansiedad y el estrés están presentes en buena parte de los problemas psicológicos (patológicos o no) que sufrimos a lo largo de la vida. Por eso, conocer su naturaleza nos permite gestionar mejor esta forma de malestar que se produce cuando el estrés se acumula demasiado y resulta contraproducente.
En esta ocasión hablamos con la psicóloga Sara Laso para que nos explique los aspectos clave para comprender el estrés y la ansiedad.
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Entrevista a Sara Laso: la influencia del estrés y la ansiedad en nuestras vidas
Sara Laso Lozano es Psicóloga General Sanitaria y ejerce en la ciudad de Badalona. Es especialista en en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y en Psicología General Sanitaria, y a lo largo de varios años atendiendo a pacientes con todo tipo de problemas ha llegado a ver las diferentes formas que adoptan la ansiedad y el estrés.
¿En qué contextos es útil la ansiedad?
Es una muy buena pregunta más teniendo en cuenta que para la mayor parte de las personas, la ansiedad es un problema.
La ansiedad es una respuesta ante un estímulo que es considerado como aversivo, peligroso o desagradable. Actuaría como si fuese una alarma, una alarma que nos avisa que algo no va bien y por lo que debemos de poner solución.
Podríamos decir, que a pesar de que la ansiedad es considerada como un problema serio de salud mental, en mi humilde opinión, creo que es la mejor señal que podemos tener para resolver aquellos conflictos internos que nos genera un profundo malestar. Por eso, considero que la ansiedad puede ser útil en cualquier contexto. Ahora bien, el problema radica en su gestión y cómo entenderla. La falta de control, el sentimiento de incapacidad cuando la sufrimos, los síntomas que sentimos y un estado de ánimo alterado, es cuando podríamos afirmar que realmente tenemos un serio problema a resolver.
Como hay un punto en el que el estrés y la ansiedad pasan a ser un problema... ¿Crees que en nuestra cultura del esfuerzo se intenta normalizar esta ansiedad patológica haciéndola pasar por un mal necesario?
Es muy cierto que la sociedad ha normalizado el concepto de “ansiedad”, como si todo el mundo la padeciera e incluso, como si fuese lo normal padecerla. Hay personas que consideran que no estamos exentos de pasarla e incluso podríamos decir que es un trastorno que los médicos diagnostican diariamente de forma rutinaria.
Cualquier malestar que la persona pueda padecer, pasa por diagnósticos de ansiedad y una sobremedicación, considerando que los ansiolíticos son la mejor solución y en muchos caso, parece que la única. Todos conocemos a alguien que toma ansiolíticos. Si hiciéramos un recuento de nuestro entorno más cercano que habla de la ansiedad como algo normal, nos alarmaríamos.
¿Cuáles son las quejas más frecuentes relativas al estrés con las que los pacientes llegan a tu consulta en la primera sesión?
Las quejas más frecuentes son de índole física. Mencionan que tienen malestar general, opresión en el pecho, taquicardias, sensación de mareo, dolor de cabeza, sudoración, pérdida o aumento del apetito, disminución del apetito sexual, fatiga y en bastantes casos, nauseas y/o vómitos.
Ahora bien, en dicha primera sesión es importante indagar cómo se sienten emocionalmente y cómo les afecta en otras áreas y la mayoría de ellos sienten sentimientos de desesperanza, desmotivación, angustia, bajo estado del ánimo, acompañado muchas veces con problemas de sueño y de alimentación.
¿Y qué herramientas psicoterapéuticas son más eficaces para dejar de experimentar ese malestar?
Personalmente trabajo mucho con las diferentes técnicas de relajación y respiración. Concretamente pongo mucho énfasis en la respiración diafragmática, siendo una de las técnicas por excelencia en los trastornos de ansiedad y/o estrés. Es una técnica que explicada parece sencilla, pero a la hora de la práctica es donde viene las dificultades pues mal realizada puede desencadenar síntomas de hiperventilación. Por ese motivo es importante entrenarla en consulta y fura de ella.
No quiero olvidar que una de las técnicas que más realizo en consulta es la práctica de Mindfulness. Es muy adecuada para trastornos de ansiedad y/o estrés. Bien desarrollada y con suficiente práctica diaria, la persona experimenta una mejoría en muy poco tiempo. Hay muchos estudios entorno al Mindfulness que avalan su eficacia.
A nivel cognitivo, me gusta trabajar con técnicas cognitivas como el modelo ABC de Albert Ellis que nos enseña a visualizar qué pensamientos tenemos, qué sentimos y cómo actuamos, reestructuración cognitiva y las autoinstrucciones. Y finalmente, incluir un trabajo entorno a la autoestima, generalmente afectada por las sensaciones de falta de autocontrol y frustración derivado.
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¿Por qué fases acostumbra a pasar el proceso de mejoría de los pacientes?
Os voy a explicar las diferentes fases que pasa el paciente hasta su completa mejoría.
La primera es la comprensión de la ansiedad. Es una fase muy importante y podríamos decir que es la base de la recuperación. Es necesario entender qué es la ansiedad, porqué se presenta, aceptarla y no batallar contra ella (contra más nos enfrentamos a ella, más perdemos las batallas), así como ser consciente de su responsabilidad.
Luego está el proceso de trabajar la ansiedad. Es importante aprender a utilizar las diferentes técnicas de relajación y respiración, así como utilizar técnicas cognitivas para que esos pensamientos intrusivos y de anticipación que genera la ansiedad. Tenemos tendencia a pensar más allá, predecimos el futuro y creemos conocerlo por eso, es importante utilizar técnicas cognitivas para manejar el pensamiento.
Por otro lado podemos intervenir aumentando la autoestima. El paciente siente una mejoría substancial, su capacidad de autocontrol mejora y siente que el estrés y/o ansiedad no lo domina. Por ello, su autoestima se ve mejorada.
Finalmente está el mantenimiento, la última fase de su mejoría. Transcurre un tiempo suficientemente largo como para decidir que el paciente se encuentra en su última fase de mantenimiento. Aquí es donde el psicólogo debe de ayudarlo a recordar las diversas técnicas, ayudarlo a no olvidar la etiología de su ansiedad y que sus pensamientos entorno a ella continúen siendo adaptativos.
Y en relación al rol de los familiares de cada paciente… ¿qué pueden hacer los padres, madres, hermanos y similares para dar apoyo a una persona que tiene problemas de ansiedad y estrés?
Lo más importante es empezar a entender lo que ocurre. Podríamos decir que aquí la empatía y la compresión son dos factores imprescindibles para poder ayudar al paciente.
Suelo decir que a veces es mejor escuchar que no dar consejos que al paciente lo puede frustrar. Deben de evitar los “eso no es nada”, “venga que todo te va bien”, “eso en dos días se te pasa”, “no pienses, ya verás cómo funciona”. Tales afirmaciones o consejos provocan frustración en el paciente pues se siente incomprendido.
Y si uno no sabe qué decir… ¡Abrázalo y escúchalo!”
Más allá de las medidas que podemos tomar de manera individual para combatir el exceso de estrés, ¿cómo crees que debería cambiar la sociedad para que este fenómeno no fuese tan generalizado?
Como hemos dicho anteriormente, el problema radica en la generalización y/o normalización de este fenómeno que nos lleva a diversas psicopatologías, por lo que deberíamos de empezar a hacer incapié en ello, en entender que el estrés no es normal y por lo tanto, hay mucho que debemos de cambiar. Hablaríamos de un cambio social y es donde encontramos la mayor dificultad en modificar dicha situación.
Si consiguiésemos cambiar todo esto, si la gente fuese capaz de aceptar que sufrir de estrés crónico y patológico no es normal, aceptarían, por lo tanto, modificar su estilo de vida, sus pensamientos desadaptativos y la forma de hacer frente a los diversos problemas que la vida nos pone en nuestro camino.
Por lo tanto… ¿Qué deberíamos de hacer? Piensa que la educación no solo nos ayudar a aprender que 2+2 son 4. La educación empieza a apoyar la inteligencia emocional, enseña a los niños técnicas de Mindfulness, técnicas de relajación y respiración. Es aquí la clave.
Si desde que nacemos y somos pequeños, vamos desarrollándonos desde la inteligencia emocional y cómo debemos de gestionar nuestras emociones y nuestro día a día, las generaciones posteriores modificarían su forma de vivir y este estrés crónico y patológico acabaría siendo un fenómeno del pasado.