Sandra García: «Muchas carencias se manifiestan en las relaciones»

La psicóloga y autora Sandra García Sánchez-Beato habla sobre cómo aprender a querernos.

Sandra García: «Muchas carencias se manifiestan en las relaciones»

Es común que, al pensar en el tipo de persona que está muy segura de sí misma, nos venga a la mente alguien muy independiente y que le da poca importancia a lo que los demás piensan de ella. Sin embargo, sería un error creer que el hecho de tener utoconfianza implica haber aprendido a quererse a uno mismo. Y lograr esto último, está íntimamente ligado a nuestra capacidad para amar a los demás, tal y como indica la psicóloga Sandra García Sánchez-Beato en su libro.

Entrevista a Sandra García Sánchez-Beato: ¿Cómo aprender a querernos para aprender a amar a los demás?

Sandra García Sánchez-Beato es Psicóloga General Sanitaria y autora del libro Despertar el corazón: El arte de quererse bien. En esta entrevista nos habla sobre algunas de las principales reflexiones que ha plasmado en esta obra.

Sandra García Sánchez-beato

Sandra García Sánchez-beato

Psicóloga General Sanitaria, Psicoterapeuta Humanista

Profesional verificado
Madrid
Terapia online

¿Qué hizo que se te ocurriera la idea de escribir este libro?

El libro surge fruto de un camino de desarrollo personal. A través de mi experiencia tanto personal como profesional he ido descubriendo que el primer paso que tenemos que dar para aprender a relacionarnos y querer bien a los demás, es tener una buena relación con nosotros mismos.

Muchas carencias se manifiestan en las relaciones interpersonales. Dependiendo de cómo hemos sido amados por nuestros padres o cuidadores, iniciaremos un camino de dar y recibir amor. Puede ser desde la inseguridad, el miedo al abandono, tal vez para sentir el reconocimiento que no tuvimos… La realidad es que en las relaciones ponemos en marcha mecanismos para compensar lo que se quedó incompleto en nuestra historia. Esta manera de crear vínculos puede enredarnos en situaciones que nos dañan o que no son suficientemente buenas para nosotros ni para los demás.

Si no estamos abiertos a descubrir nuestras heridas y conflictos para poder sanarnos no podremos abrir el corazón a las demás personas. Solo cuando entramos en una corriente de comprensión y compasión podemos despejar ese espacio interno para aceptar nuestra vulnerabilidad y encontrarnos con la fragilidad del otro sin rechazar ninguna.

¿Por tu experiencia como psicóloga, crees que las personas suelen caer en el error de asumir que las relaciones personales pueden ser mejoradas tan solo comportándose de otra manera ante los demás, en vez de realizar un trabajo de mayor profundidad con uno mismo?

Muchas veces echamos la culpa al otro de los problemas en las relaciones. Son los demás quienes tienen que cambiar, quienes hacen esto o lo otro para provocar. Está claro que las relaciones son interdependientes y forman parte de un tejido vincular donde se ponen de manifiesto muchos factores. Pero precisamente porque las relaciones humanas son complejas y variadas, necesitan de un abordaje profundo. El cambio de conducta no es suficiente. Es como confiarnos ante el tamaño de la punta de un iceberg sin ser consciente de su enorme base oculta. Si no se esquiva, podemos colisionar con el hielo sumergido y hundir el barco.

Necesitamos transformar nuestra mente y nuestro corazón a un nivel profundo para que se puedan crear vínculos sanos y duraderos. Si no se hace así, serán meras actitudes adaptativas que difícilmente perdurarán en el tiempo por no estar bien enraizadas.

¿Si tuvieras que nombrar dos pilares fundamentales de la psicología que utilizas día a día al atender a personas y que quedan plasmados en este libro, cuáles serían?

La visión con la que trabajo está fundamentada en varios principios, pero podría resumirlo en dos principales.

El primero es tener la certeza de que todos los seres tenemos una bondad innata. Esta esencia bondadosa, está velada por condicionamientos, tendencias negativas y emociones perturbadoras que nos dificultan conectar con ella. El trabajo de descubrir, comprender y desactivar estos condicionamientos es el que hacemos en el proceso terapéutico. Lo importante es ir a la raíz del dolor y secarla para que dejen de salir las malas hierbas.

Si además cultivamos nuestras cualidades positivas inherentes, como el amor, la compasión, y nuestras fortalezas individuales, el resultado será poder llevar una vida de bienestar que tenga sentido para nosotros y a su vez sea beneficiosa para nuestro entorno y comunidad. Despertar nuestro corazón a esa bondad innata y aprender a querernos, implica liberar nuestros condicionamientos. Transformar nuestras emociones conflictivas y sembrar semillas con recursos positivos y tendencias sanas, facilitará que nuestra vida florezca.

El segundo es observar y experimentar la verdadera naturaleza de nuestra mente y de los fenómenos mentales. Además de trabajar con los focos de conflicto es fundamental descubrir el espacio mental donde se manifiestan. Si a través de la experiencia de la meditación descubrimos la espaciosidad, la luminosidad y el flujo de nuestra mente, podremos percibir que estos procesos también tienen una serie de características inherentes que pueden ayudar a no quedarnos atrapados en ellos causando sufrimiento.

Todos los procesos que surgen en nuestra mente, son impermanentes (surgen y desaparecen continuamente), son interdependientes (dependen de causas y condiciones sujetas a cambio constante) y carecen de una entidad inherente (no hay nada fijo ni sólido en ellos).

Comprender estos factores en profundidad nos ayuda a soltar y tener una visión más profunda de la realidad y de nuestro sufrimiento. Es como darnos cuenta de que lo que surge en nuestra mente es igual que escribir en el agua, no deja huella. Somos nosotros que nos aferramos y solidificamos los conflictos, causando dolor. Esto solo se entrena con la meditación, de otra manera es difícil observar el nivel sutil de nuestra mente.

¿Cuáles son los problemas que pueden experimentar quienes tratan de establecer relaciones emocionalmente significativas con los demás, pero a la vez no se quieren a sí mismos/as?

Quererse a uno mismo de una manera sana equivale a estar en sintonía con nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra palabra poniendo atención a lo que pensamos, decimos y hacemos. Ser consciente de nuestras vulnerabilidades y saber acogerlas y repararlas desde el respeto, la comprensión y el cariño. Esta atención constante y conexión profunda con nosotros mismos nos permite entrar en sintonía con lo demás. Podemos conectar con los estados de ánimo de los otros desde una mirada más comprensiva y compasiva.

Si nosotros comprendemos y aceptamos nuestras heridas, comprenderemos y aceptaremos las heridas de los demás sin entrar en guerras ni luchas de poder. Podemos abrir espacios donde escuchar, compartir y resolver desde el respeto con más facilidad.

Si uno mismo no acepta su lado oscuro, será difícil que pueda ver sus focos de conflicto y cada vez que se roce una de sus heridas se producirá un enfrentamiento. Hay personas con mucho dolor no resuelto que parecen campos de minas. Nunca sabes cómo van a reaccionar ni cuáles son los activadores de sus reacciones. Esto dificulta mucho una relación sana. Puede dar lugar a actitudes egocéntricas, narcisistas, dependientes, manipuladoras,… que se activan esperando que sean los demás quienes reparen su dolor o compensen sus carencias.

¿Podrías poner algunos ejemplos de pensamientos frecuentes a través de los cuales las personas tienden a evaluarse a sí mismas de una manera injusta sin ni siquiera darse cuenta de ello?

Los procesos mentales se manifiestan en nuestra mente de diferentes formas: pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones, percepciones etc. Y estos se han ido tejiendo dependiendo de nuestra propia historia creando creencias limitantes o atribuciones negativas que nos condiciona la manera que tenemos de vivirnos y percibirnos. Nos apropiamos de una identidad emocional negativa y no nos permitimos darnos otras oportunidades.

Estas experiencias nos llevan a ser nuestros peores enemigos: nos criticamos, exigimos, juzgamos, infravaloramos… No somos capaces de querernos bien y tratarnos con amabilidad. Damos demasiado poder a los demás. Nuestra vida y auto concepto depende demasiado del valor de la mirada del otro. Necesitamos a los demás, por supuesto, pero tenemos que aprender a darnos valor por nosotros mismos, porque no siempre llega del otro en el momento preciso ni de la manera en que lo buscamos.

Por ejemplo: una persona que no ha sido tenido en cuenta, puede pensar de sí misma “No tengo derecho a tener una vida exitosa”, un niño que vivió la depresión de su madre y su desatención puede sentir “si alguien sufre no puedo ser feliz” y boicotearse su felicidad, en caso de abandono o negligencia afectiva puedo creer “no soy merecedora de ser amada” ,“no valgo para nada”, “hay algo malo en mí y por eso me rechazan”, y no permitirnos tener relaciones sentimentales sanas. Estos procesos van creando tendencias que dejan improntas en nuestro continuo mental y condicionan nuestras vidas.

Nos restamos oportunidades para terminar experimentando justo lo que más miedo nos da y así confirmamos nuestra identidad emocional. Sin embargo si aprendemos y nos entrenamos en amarnos y despertar nuestro corazón a querernos bien, aprenderemos que esos condicionantes no son algo escrito a fuego en nuestra mente. Son pensamientos y tendencias impermanentes e interdependientes y en nuestro presente tenemos la capacidad de cambiarlo.

Descubriremos que podemos permitirnos ser felices. Aceptar nuestras herida y sanarlas para que no duelan ni condicionen nuestras elecciones.

¿En qué consiste ver nuestros propios errores y defectos desde la aceptación? ¿En qué se diferencia de ser, simplemente, críticos con nosotros mismos de una manera constructiva?

La aceptación es un paso muy importante porque normalmente nos movemos en la negación, la evitación o el rechazo y lo que hacemos es enterrar o desterrar nuestras experiencias dolorosas o heridas a rincones oscuros de nuestro inconsciente. Lo peor es que desde allí también están ejerciendo una gran influencia, pero creemos que lo que no aceptamos no existe. Y nada más lejos de la realidad.

La aceptación nos permite asumir nuestros errores, conectar con nuestra vulnerabilidad, abrirnos al dolor de experiencias traumáticas. No se sana una herida si no pasamos por un proceso de cura, desinfección y cicatrización. Si no hay cura no se cicatriza y pondremos mucha energía evitando cualquier acercamiento a nuestra herida.

Si tenemos una herida de abandono sin resolver, tendremos dificultad para establecer vínculos profundos o relaciones a largo plazo. El miedo a que nos dejen puede superarnos y hacer que abandonemos la relación antes de sentir que la otra persona nos plantee una retirada.

Si aceptamos nuestra herida de abandono y trabajamos en ella, podremos observar los miedos y mecanismos que se movilizan cuando surge el terror de vincularnos afectivamente y volver a ser abandonados. Desde la aceptación nos daremos la oportunidad de manejarlo sin provocar una huida innecesaria.

Si la herida cicatriza, ya no hay dolor. Solo será un recuerdo de una experiencia vital.

Parte el contenido del libro se centra en el acto de meditar. ¿Qué papel tiene la meditación a la hora de conectar con nosotros mismos y aprender a querernos?

La meditación es una práctica milenaria que nos permite conectar con la verdadera naturaleza de nuestra mente. Podemos observar no solo lo que surge si no cómo lo hace, las cualidades de los procesos mentales y el espacio donde se manifiestan. Descubrir la manera en que surgen y se desvanecen de forma natural e incesante, es muy liberador y revelador porque pone de manifiesto que más allá de estos fenómenos podemos conectar con nuestra esencia. Ese corazón iluminado que reside en todos los seres.

Querernos bien implica permitirnos descubrir y liberar todo lo que nos distancia de esta esencia bondadosa. Emprender el camino que nos lleva a experimentarla y realizarla. La psicoterapia nos ayuda a resolver los focos de conflictos, suavizarlos y desenraizarlos. La meditación nos permite experimentar nuestra esencia y reposar en nuestra bondad innata. Despertar nuestro corazón y descubrir la unidad con todos seres desde ese espacio de conciencia desnuda y sabiduría primordial compartida.

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