Silvia Guarnieri: «Hemos sido educados para pensar, no para sentir»

Silvia Guarnieri nos habla sobre la importancia de saber identificar las emociones.

Silvia Guarnieri: Hemos sido educados para pensar, no para sentir

Muchas veces asumimos que las emociones son una especie de obstáculo que se interpone entre nosotros y la resolución óptima y racional de los problemas que nos afectan. Sin embargo, lo cierto es que el lado emocional que tenemos todos los seres humanos está ahí porque es necesario para nosotros, aunque a veces nos cueste ver esto. Ahora bien, para gestionar adecuadamente las emociones y aprovechar totalmente su existencia, debemos saber identificarlas. Precisamente de ello hablaremos con Silvia Guarnieri, autora y coach.

Entrevista a Silvia Guarnieri: la importancia de conocer e identificar las emociones

Silvia Guarnieri es Socia Fundadora y Directora Académica en Escuela Europea de Coaching y MCC por ICF, y acaba de publicar el libro Emociones y Vínculos, de la ceguera al bienestar emocional. En esta entrevista hablamos con ella sobre uno de los principales temas que trata en esta obra: la gestión de las emociones.

Es común la creencia de que las emociones solo están para ser vividas, y no comprendidas. ¿Hasta qué punto es eso cierto?

Una cosa es que las emociones nos atraviesen, que tengamos poca responsabilidad en lo que sentimos (por ejemplo, no elegimos de quien nos enamoramos y a veces no es la persona que nos da felicidad) y que, en el proceso de tratar de explicar por qué nos hemos enamorado de una persona y no de otra, al final desistamos de hacerlo y aceptemos lo que nos pasa sin juzgarlo. Y otra cosa bien distinta es que tengamos poca consciencia (o ninguna) de cómo surgen las emociones, de para qué nos sirven, de qué puertas se nos abren o cuáles se nos cierran, de dónde vienen, o cómo nuestra historia o cultura modifica lo que sentimos.

Si tenemos cierta claridad acerca de lo que nos pasa, entonces podemos hacer un reseteo emocional y, tal vez, enamorarnos de la persona que nos produce gran bienestar.

¿Solemos subestimar nuestro potencial a la hora de identificar y comprender nuestras emociones?

La mayoría de nosotros hemos sido educados para pensar, no para sentir; hasta el punto de que nos ha dado miedo de que el sentir nos lleve a un camino sin salida, que nuble la razón o nos conduzca a una irracionalidad poco controlable.

Sin embargo, las emociones son nuestras aliadas y, en mi opinión, es inmenso el desarrollo que se alcanza cuando logramos amistarnos con ellas, pues las emociones no solo cumplen una función de supervivencia, sino que constituyen un fenómeno mucho más amplio y plural, que nos ayuda, por ejemplo, a tomar decisiones para construir lo que queremos construir. Todos tenemos la capacidad de diseñar la emoción que necesitamos.

¿Cuáles son las consecuencias más problemáticas de no conocer nuestras propias emociones?

La ceguera emocional nos juega malas pasadas en diferentes áreas de nuestra vida y termina impactando en las relaciones que construimos.

Ser un ciego emocional, por ejemplo, es confundir una emoción con otra, y es también, no darles el espacio que necesitan.

Imagina confundir los celos con la rabia. Al no distinguirlos, podría actuar desde la rabia contra alguien por alguna situación que considero injusta.

En cambio, si me paro a pensar antes de actuar podría ver que lo que de verdad siento no es rabia, sino que son celos, por ejemplo. Parar me permite revisar si mis juicios son fundados (si hay hechos que respaldan mi opinión), ser más compasivo conmigo mismo y elegir actuar desde otra emoción distinta a la rabia.

¿Nuestra capacidad de identificar nuestras emociones también influye en nuestra capacidad de identificar los estados emocionales del resto de personas?

Sí, conocer mis propias emociones es una estrategia para conseguir identificar las emociones de los demás e incluso ver más allá. Esta sensibilidad y empatía con uno mismo nos da la facilidad, cuando apreciamos alguna incoherencia entre lo que otra persona piensa, siente y hace, de preguntarle para aprender, conocer al otro, y generar conexión.

En el libro recojo algunas estrategias para conectar con los demás, entre ellas, no culpar a otros por sus emociones, no negar las emociones del otro, no imponer las nuestras y no juzgarnos a nosotros mismos por sentir ciertas emociones.

Pero es muy difícil acompañar en la emoción al otro si uno mismo no sabe ni casi recuerda cuáles son sus emociones. De hecho, este es uno de los motivos de este libro, recoger conceptos esenciales que puedan ayudar a las personas a funcionar de forma más efectiva y consciente en su día a día.

¿Cuáles son algunas de las estrategias más útiles para “entrenar” esa habilidad de comprender y reconocer nuestras emociones?

Primero, no dar nada por supuesto. Ser implacables con nosotros mismos utilizando una y otra vez la posibilidad de repreguntarnos todo.

Otro primer paso fundamental es el de asumir la vulnerabilidad, saber que compartir las emociones no es una debilidad sino una oportunidad para generar conexión entre las personas. Finalmente, en general, darnos el espacio y generar lugares donde escuchar nuestro cuerpo, que es el escaparate de donde viven las emociones.

¿En qué contextos resulta especialmente útil el hecho de conectar de esta manera con nuestras propias emociones?

Conectar con las emociones es importante para la persona en todas las situaciones y entornos de la vida. Desde EEC nos esforzamos especialmente en abordar las emociones dentro del entorno laboral, donde históricamente está mal visto expresar las emociones y donde muchos incluso piensan que un buen profesional no “tiene” emociones.

Sin embargo, pretender congelar las emociones no solo es imposible, sino que genera que las personas se mantengan emocionalmente tan alejadas de lo que está ocurriendo en su lugar de trabajo que difícilmente pueden dar lo mejor de ellas mismas, tomar las mejores decisiones o coordinarse de forma fluida con los miembros de su equipo.

Entender cómo cada uno de nosotros somos a nivel emocional, significa conocer qué tengo, para qué lo tengo y saber qué hacer con ello. Por ejemplo, no dejar de ir a trabajar porque me levanté mal a la mañana. Diseñar la emoción necesaria para que nos predisponga a una cosa u otra, esta es tal vez la promesa más importante del libro.

El lector entenderá qué hacer con sus emociones, qué reflexiones y qué ejercicios realizar para identificar, gestionar y diseñar las emociones. Esto resulta en conciencia, tranquilidad, aceptación (validando nuestras emociones), felicidad (aunque suene demasiado prometedor) y entendimiento (de uno mismo y de los otros). Y, al final de esta lista, mejores vínculos y relaciones.

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