Un entorno familiar positivo aporta estabilidad, seguridad, alegría interior, pertenencia, resiliencia y arraigo. En definitiva, ofrece la protección deseada desde un punto de vista afectivo.
Sin embargo, el ser humano también puede sentirse profundamente vulnerable en la convivencia con otros seres queridos cercanos. La violencia vicaria es una de las formas de manipulación y chantaje que puede llegar a producirse en el núcleo familiar. Es un tipo de daño que tiene un gran impacto en la pareja y en los hijos.
Por otra parte, el agresor puede seguir ejerciendo algún tipo de control después del divorcio o la separación: limita la libertad personal de la mujer e interfiere negativamente en su capacidad para tomar decisiones. En definitiva, quiere impedir que ella cree y avance en su propio proyecto de vida. La agresividad se intensifica en situaciones concretas que escapan al control del agresor. Por ejemplo, cuando ella se enamora de otra persona y comienza una nueva relación sentimental.
Cómo identificar un caso de violencia vicaria: principales señales de alarma
Cuando existe cualquier tipo de violencia en el vínculo de pareja, los hijos sufren el daño que esta situación genera a largo plazo. Existe un clima de tensión, negatividad y preocupación en la convivencia diaria. Pero la violencia vicaria impacta de un modo especial en ellos por una razón muy concreta. Aparentemente, las acciones del agresor se dirigen a los menores. Aunque es importante analizar la situación en profundidad: su verdadera intención es hacer daño a la madre.
Por este motivo, este daño intencionado y deliberado también recibe otro nombre: es posible utilizar el término de violencia por sustitución para hacer referencia a aquellos patrones de comportamiento que se repiten habitualmente en este contexto.
1. Chantaje, agresividad y manipulación
Los hijos se convierten en un vínculo que une a las parejas incluso tras haber finalizado la relación sentimental. En ese caso, la historia de amor termina porque una de las partes ha tomado esa decisión y la ha comunicado con claridad. ¿Y qué ocurre cuando su deseo no es aceptado por quien se resiste a dejar atrás esa etapa de su vida? La violencia de género puede manifestarse en este contexto por medio de la violencia vicaria. En este caso, el chantaje, la agresividad, el autoritarismo o la manipulación impactan de forma directa en el niño.
En consecuencia, son acciones negativas que producen un enorme desgaste en la madre que experimenta contradicciones y dificultades en su día a día. Quiere proteger a sus hijos y que sean plenamente felices. Sin embargo, en numerosas ocasiones se siente responsable por cuestiones que no dependen de ella. Quizá no sea consciente de que es una víctima de lo que está ocurriendo en su presente y del daño que está padeciendo de forma injusta.
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2. El agresor actúa de un modo diferente ante otras personas
La violencia vicaria también presenta otra contradicción habitual en la sociedad. El comportamiento que el agresor mantiene con la familia puede distanciarse de la imagen que muestra ante otros vecinos, amigos o compañeros de trabajo. Es habitual que otras personas le perciban como alguien amable y educado. Es decir, es posible que se muestre como un padre responsable, comprometido e implicado.
En definitiva, es un tipo de violencia intrafamiliar que, con frecuencia, pasa desapercibida ante el entorno más cercano. La violencia vicaria causa un impacto notable en la autoestima, en la calidad de vida y en la salud de la víctima.
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3. El agresor instrumentaliza la relación que mantiene con sus hijos
El vínculo que el agresor establece con sus hijos no se basa en el cuidado, la aceptación, la protección y el amor incondicional. De hecho, no tiene en cuenta los derechos, los intereses y las necesidades emocionales de los menores durante el proceso de crecimiento. En conclusión, los instrumentaliza como si fuesen objetos que carecen de sensibilidad, emociones, sentimientos y libertad. Es decir, el agresor utiliza esta vía para herir a la madre incluso en aquellos momentos en los que no establece un contacto presencial y directo con ella. En consecuencia, es una forma de violencia de género que tiene un gran alcance más allá de la ruptura.
4. El nivel de conflicto aumenta
Ten en cuenta que el conflicto permanente se instala en la rutina cotidiana porque el propio agresor lo genera, lo alimenta y lo potencia. No establece un vínculo positivo. Por el contrario, utiliza el temor para alimentar la dependencia, la preocupación constante, la debilidad y la sumisión. La violencia psicológica está muy presente en este contexto.
Dra. Iratxe López Psicología
Dra. Iratxe López Psicología
Psicóloga Clínica
Por tanto, la violencia vicaria es una forma de agresión que impacta de forma directa en la madre, en los hijos y en la sociedad.