Vivir implica resolver (o, al menos, intentar resolver) una serie de problemas cotidianos que nunca cesan, de mayor o menor entidad según las circunstancias, suerte y personalidad de cada quién.
La mayoría de los problemas pueden ser resueltos de manera rutinaria, imitando las soluciones que nos han inculcado o que vemos aplicar por parte de la sociedad que nos rodea, o de una manera distinta y personal, buscando la originalidad, intentando buscar una alternativa mejor.
Creatividad: en busca de soluciones mejores
Todos los problemas, por definición, tienen como mínimo una solución; puesto que si una situación carece de solución, deja de ser un problema y se convierte en una tragedia, desgracia o mala fortuna. Algunos problemas matemáticos (ciencias exactas y puras) presentan soluciones únicas; algunos problemas mentales o filosóficos presentan dos soluciones contrapuestas (son los dilemas tipo “ser o no ser”, por ejemplo).
Pero los problemas más habituales de la vida humana (ciencias impuras y filosofía práctica) presentan una variedad de opciones para afrontarlos, aunque no todas sean fáciles de ver si la mirada con la que nos aproximamos a ellas no viene acompañada del espíritu creativo.
Las rutinas de la gente creativa
¿Significa esto que deberíamos rechazar por todos los medios las rutinas que la vida nos ofrece? Ni mucho menos. Las rutinas tienen una injusta mala fama. Significa, tan solo, que frente a toda solución rutinaria debemos cuestionarnos si somos capaces de optimizarla o de encontrar una rutina mejor, basada en otros métodos y otros conceptos.
El gran progreso realizado por la humanidad ha consistido y seguirá consistiendo, precisamente, en convertir en rutinas eficientes las soluciones hasta entonces incapaces de ser resueltas de forma sistemática o que implicaban rutinas poco eficientes. Convertir una operación de apendicitis o de cesárea en una simple rutina quirúrgica, fue un gran progreso. Cambiar la rutina de ir a lavar la ropa al río por las lavadoras domésticas, poder hablar por teléfono con cualquier habitante del planeta a un golpe de dedo se han convertido en afortunadas rutinas de nuestra época. Millones de soluciones rutinarias exitosas conforman nuestro bienestar actual.
Rutinas que mejoran nuestro bienestar
Como dijo el gran filósofo y matemático Alfred North Whitehead: “La civilización avanza extendiendo el número de operaciones importantes que pueden ser realizadas sin tener que pensar en cómo hacerlas”. Crear una rutina para solucionar un problema donde no la había es una de las mayores grandezas posibles de la creatividad: los antibióticos para curar las infecciones; internet para expandir los conocimientos, son ejemplos paradigmáticos.
Evitar el alzhéimer, vencer el cáncer, evitar las enormes desigualdades económicas o retroceder el cambio climático son cuatro de los muchísimos retos pendientes a los que nos enfrentamos actualmente.
Consejos para ser más creativo
El primer paso del creativo es detectar un problema donde el resto de la humanidad no lo ve o no se atreve a afrontarlo. Sin que cometamos el error de confundir el inconformismo creativo con el descontento sistemático, el rebelde sin causa, el quejica inoperante. El segundo paso es definir y acotar convenientemente el ámbito y alcance del problema. El tercero será buscar qué soluciones existen en otros países o ambientes distintos al habitual nuestro. Internet y sus buscadores son, en este punto, de una ayuda inestimable.
Si encontramos lo que buscábamos, sustituiremos la rutina de nuestros congéneres por la aprendida en la red. Seremos innovadores y puede que tengamos seguidores y creemos tendencia. En caso contrario, entraremos en la etapa cuarta del proceso: la reflexión creativa, la búsqueda activa de alternativas. Es la fase en que deberemos recurrir a nuestro hemisferio derecho, a nuestra intuición, a nuestro inconsciente, a nuestros estímulos sensoriales, a nuestros sueños, a nuestras asociaciones mentales abiertas y desinhibidas. Y en este punto es cuando son de utilidad para nuestro cerebro los textos que nos enseñan a confiar en nuestros estímulos sensoriales, evitar los bloqueos creativos de cualquier especie y emplear estrategias, técnicas y métodos mentales para ayudar a que se produzca la imprescindible inspiración. Mucho ha llovido desde que Alex F. Osborn inventara en 1957 su famosa “lluvia de ideas" (brainstorming) y grandes han sido las aportaciones de muchos autores en las ayudas a la creatividad.
¿Creativos o visionarios?
Ser creativo no radica en ver la que nadie ha visto ni hacer lo que nadie más era capaz de hacer (estos serían, en todo caso, dos superpoderes de superhéroes de los cómics). Ser creativo es “pensar lo que nadie había pensado, asociar elementos que nadie había asociado antes”.
Todos los grandes pasos de progreso han nacido de una mente imaginativa que ha asociado con libertad cosas que hasta entonces nadie se había atrevido a juntar. Ser creativo no consiste en ver lo que nadie ha visto antes o en disponer de un poder mágico para transformar ideas en realidades. Ser creativo consiste en ver lo mismo que todo el mundo ve, pero pensar cosas sobre ello que nunca nadie había pensado antes, hacer una nueva asociación traída por la imaginación. Con la ayuda de las estrategias mentales adecuadas.
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Un progreso lento pero persistente
Todo el mundo sabía desde tiempos prehistóricos que un tronco vaciado podía navegar cual cáscara de nuez; y se rompían los brazos remando para moverlo. Todo el mundo había observado que el viento puede empujar la hoja de una planta y llevarla a grandes distancias. Pero tuvieron que pasar siglos hasta que alguien imaginó una hoja atada a la cáscara de una nuez con un palo vertical. Es muy posible que hace 3.500 años fuera un niño egipcio quién dijera a sus padres: “Quiero probar si el viento que arrastra una hoja de palma puede empujar un cascarón sobre el Nilo”, y sus padres le dirían: “¡Qué bonita idea! Nosotros te ayudaremos a probarlo”.
La invención de la navegación a vela fue la principal tecnología del transporte marítimo hasta la invención del vapor a finales del siglo XIX. Todos los grandes imperios mundiales se basaron en ella para comerciar e imponer su dominio militar. Pero al niño egipcio que hemos imaginado le era humanamente imposible prever la verdadera dimensión de su creación. Pues —no debemos dudarlo—, también en nuestro tiempo, un niño podría abrirnos la llave al concepto mental que necesitamos para nuestro progreso tecnológico a partir los evolucionados objetos que nos rodean.
Cambiando de paradigma
Nos conviene estar perceptivos, atentos a la creatividad de nuestras mentes más preclaras: los niños y los buenos creativos. La negrura e inmensidad de los problemas no resueltos o mal resueltos que nos acechan, nos obliga a recurrir, sin duda, a ello.
Si se nos permite un juego de palabras: Debemos adquirir la rutina de mirar todos los problemas que nos envuelven de manera creativa. Para construir las rutinas que nos solucionen de manera sistemática y estable, los problemas de la humanidad que no estamos resolviendo de la manera adecuada.
Referencias bibliográficas:
- Demory, B. Técnicas de Creatividad. Granica, 1997.
- Guilera, L. Anatomía de la creatividad. FUNDIT- ESDi, 2011.
- Siqueira, J.Creatividad Aplicada: Herramientas, técnicas y actitudes clave para ser más creativo. CreateSpace, 2013
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