Quizás hayas escuchado o leído alguna vez la siguiente frase: "nadie es tan inteligente como todos nosotros juntos". Este refrán japonés, muy popularizado en nuestros días, es frecuentemente utilizado en entornos donde la creatividad debe combinarse con el trabajo grupal.
Concretamente, acostumbra a ser pronunciada por la valiente persona encargada de dinamizar una sesión de lluvia de ideas o brainstorming, una herramienta de trabajo muy popular tanto en empresas como en entornos educativos. En la lluvia de ideas, la persona encargada de dinamizar estos grupos de trabajo tratará de mantener motivados a todos los integrantes del equipo por el bien de la productividad colectiva, procurando a la vez que ninguna de las ideas de sus miembros quede ridiculizada.
Un cerebro colectivo
Muchos defensores de la lluvia de ideas acostumbran a pensar en el brainstorming como una especie de cerebro colectivo, un prodigio capaz de ofrecer la mejor respuesta posible ante cualquier problema gracias a las enseñanzas de cada participante. Piensan estas personas: "seguro que, a pesar de todos los esfuerzos invertidos en ello, la experiencia vale la pena y podemos engendrar entre todos la mejor idea posible... ¿no?".
Lo cierto es que, a pesar de que algunas personas embellezcan el concepto de lluvia de ideas ("una fuente de sabiduría generada orgánicamente por el común", etc.) parece que el trabajo en grupo no tiene por qué favorecer la creatividad. De hecho, hay motivos para pensar que se nos ocurren más ideas cuando trabajamos solos que cuando lo hacemos en grupo, aunque engañosamente creamos que el método seguido en la lluvia de ideas potencia nuestro lado creativo.
¿Por qué ocurre esto? Básicamente, porque nuestro cerebro no está preparado para trabajar así.
Lluvia de ideas, o creatividad grupal cuestionable
La poca eficacia relativa de los brainstorming parece explicarse por un fenómeno de cuello de botella, es decir, cada aportación realizada por cada miembro del grupo "frena" al resto en su elaboración de planes: lo cual significa, por un lado, que las personas no destacamos por coordinarnos muy bien a la hora de pensar juntas en una solución, y por el otro, que pensar en una solución y a la vez escuchar a los compañeros es costoso en términos de productividad. En un grupo, las ideas se van presentando de manera secuencial, lo cual nos fuerza a estar readaptando nuestro discurso constantemente, mientras que una sola persona es capaz de barajar varias ideas de forma ordenada, descartar desde un principio las que parecen poco importantes, y dar una respuesta clara.
Además, también se ha propuesto que la ansiedad producida por la presencia de los demás, que nos juzgan tanto a nosotros como a nuestras intervenciones, puede actuar como freno en una tarea que tiene que caracterizarse justamente por fomentar la desinhibición y la creatividad. La creación de un ambiente relajado, una de las premisas del método, se ve comprometido por nuestra propensión a dirigir la atención hacia aspectos de lo social totalmente venales o, por lo menos, no relacionados con el trabajo a tratar.
A pesar de todo esto, todavía seguimos pensando que la exposición grupal de ideas potencia nuestra inventiva y, en general, permite llegar a buenas soluciones. Algunos psicólogos se refieren a esto bajo el concepto ilusión de eficacia de grupo. Este engaño puede ser debido a tres posibilidades. La primera consiste en un fallo de la memoria en el que las personas se atribuyen a sí mismas ideas que han aportado otros participantes (fuente), lo cual podría ir bien para la autoestima.
El segundo motivo es que durante el trabajo en grupo, cada participante tiene la oportunidad de descansar mientras habla otra persona, lo cual hace disminuir la probabilidad de quedarse bloqueado, sin que eso tenga por qué suponer un mejor resultado final (fuente). El tercer componente de esta ilusión podría ser el hecho de que, al comparar nuestro rendimiento con el rendimiento promedio del grupo, lo más probable es que creamos que nos sintamos al mismo nivel que el resto aún esforzándonos poco (en términos de creatividad o productividad) y que esto genere bienestar (fuente).
No todo son peros
Desde luego, todo esto no quita que la lluvia de ideas pueda ser una opción interesante en algunos casos. La eficacia de este tipo de métodos es difícil de medir, y los análisis estadísticos son ciegos a la apreciación subjetiva de las ideas que nacen con la lluvia de ideas. Es posible que el brainstorming no sea el medio adecuado para generar muchas ideas de manera grupal, pero quizás sí influye en la calidad de estas.
Es posible, incluso, que tenga un efecto terapéutico sobre los miembros de un colectivo o que, quién sabe, incluso mejore el clima laboral en un momento determinado al romper con la rutina y propiciar el conocimiento mutuo. En este tipo de cuestiones, como siempre, debe contar la experiencia de cada uno.
Una pequeña trampa mental
La ilusión de eficacia de grupo es otro ejemplo de que, dentro de la psicología de las organizaciones, no siempre prima la racionalidad. La lluvia de ideas, a pesar de no ser mucho más eficaz que otras modalidades de trabajo en grupo, tiene en esta especie de trampa mental una ayuda que hace que llegue a las organizaciones para quedarse.
Así que ya sabes: si alguna vez te has preguntado por qué varias personas con intereses diferentes, maneras de pensar diferentes y responsabilidades diferentes pueden llegar a apreciar un método como la lluvia de ideas a pesar de su cuestionable eficacia, la respuesta podría ser que, simplemente, les encanta hacerlo.
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