La teoría del pensamiento complejo de Edgar Morin

La teoría del autor francés ahonda en los confines del pensamiento reflexivo y moral.

Teoría del pensamiento complejo de Edgar Morin

Cada persona tiene su propia visión de los hechos, además de estar influida y, por qué no decirlo, adoctrinada por los principios en los que, inconscientemente, su centro educativo, su grupo social o familia le han inmerso.

La moral es algo que varía mucho en función de donde se ha nacido, pero lo cierto es que, con el desarrollo de la sociedad tal y como la conocemos hoy en día, parece ser que la moral local ya no es algo tan sólido y válido como antaño.

Dentro de la filosofía de Edgar Morin se propone la idea de optar por una visión más holística de los hechos, tanto en términos de conocimiento científico como de percepción eticomoral, y comprender que más que culturas diferenciadas, formamos parte de una enorme cultura planetaria.

Dentro de su teoría del pensamiento complejo trata de exponer cómo se debería fomentar esta visión, y este artículo va enfocado a tratar de explicar con mayor detalle su propuesta.

Teoría del pensamiento complejo: ¿qué es?

La noción de pensamiento complejo fue acuñada por el filósofo y sociólogo francés de origen sefardí Edgar Morin, nacido Edgar Nahum.

Esta idea hace referencia a la capacidad de conectar diferentes dimensiones de la realidad, la cual se ha caracterizado por ir adquiriendo cada vez más componentes, a medida que la humanidad ha ido progresando y evolucionando. La realidad se podría comparar con un tejido, compuesto por múltiples tejidos y, por tanto, algo realmente complejo.

A mayor complejidad, más detalles sobre la sociedad en la que se vive se tienen que tener en cuenta. La persona no debería pensar reduciendo lo que está viviendo, ni tampoco decantarse por una postura en función de uno o pocos hechos. Así pues, debido a las características de la sociedad actual, es necesario que la persona, para poder tener una opinión bien fundamentada, reflexione detenidamente la información que recibe. Esta capacidad reflexiva es lo que Morin denominó como pensamiento complejo.

El pensamiento complejo es, en esencia, una estrategia que tiene intención globalizadora, es decir, que trata de abarcar todos los fenómenos de los que se es presente, pero teniéndose en cuenta sus particularidades como eventos diferentes que son. Este concepto es totalmente contrario al del pensamiento simplificante, el cual unifica todo el conocimiento a una sola visión, anulando la posible diversidad que haya y encaminando a la persona, sea estudiante sea el propio profesor, a una ‘inteligencia ciega’.

El término de complejidad, dentro del pensamiento de Edgar Morin, puede ser representado como una especie de gran red, cuyos delgados hilos se entrelazan y relacionan sus componentes. Los hilos son eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares de conforman el mundo.

El pensamiento complejo atiende a cuestiones, tanto profundas como banales, como la preocupación por a dónde está yendo a parar la especie humana, los problemas sociales que van surgiendo cada década y cómo estos se pueden resolver con una adecuada educación.

El pensamiento complejo no es algo innato. Se debe educar en él y potenciar su aplicación. El filósofo especializado en pedagogía Matthew Lipman opinaba que era extremadamente necesario inculcar este tipo de pensamiento a los niños ya a tempranas edades. El pensamiento complejo tiene la destacable característica de no aceptar un hecho como algo tajante e indudablemente creíble, sino el de potenciar la búsqueda de otras opciones, explorar y ver hasta qué punto lo percibido es cierto o no.

Los siete saberes básicos para la educación del futuro

Edgar Morin considera que la educación debe ir encaminada a fomentar la reflexión en sus estudiantes. Los alumnos no deben aceptar los hechos como algo indudablemente verdadero, sino que deben buscar, como si auténticamente hicieran uso del método científico, posibles explicaciones alternativas al conocimiento aprendido.

Así pues, en 1999, Morin propuso los siete saberes o principios básicos para la educación del futuro, los cuales fueron publicados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. De acuerdo a este filósofo, toda sociedad, independientemente de su cultura, debería tratar de fomentar estos saberes en su población.

1. Curar la ceguera del conocimiento

Todo conocimiento lleva consigo un riesgo de error, que puede ser mayor o menor. Al igual que siempre ha sucedido con la ciencia, hay datos que en un momento histórico son tomados como una verdad y, después de investigarse de nuevo, se refutan.

El conocimiento es algo que evoluciona y, por tanto, puede ser muy relativo y frágil. Es por ello que se debe enseñar a los alumnos que lo que están aprendiendo es algo que puede aceptar cambios con el paso del tiempo, y que no son verdades absolutas.

Así pues, se debe ser crítico con el propio conocimiento.

2. Garantizar el conocimiento pertinente

Este principio, especialmente importante en la era de las nuevas tecnologías, hace referencia a la importancia que supone el saber seleccionar concienzudamente el bombardeo de datos e información que recibimos.

Se debe detectar cuál es la información veraz, con opinión experta detrás de ella. También es importante entender qué son problemas reales y qué tipo de información es la adecuada para poder llegarlos a solucionar.

La inteligencia general se fundamenta en los conocimientos que son aceptados por la población, y también por la crítica que se les hace.

3. Enseñar la condición humana

La especie humana está dividida en grupos étnicos, religiones, lenguas, países, naciones… Es por ello que es muy importante entender que, aunque hayan diferencias, todas las personas forman parte de la misma humanidad.

Se debe saber apreciar la diversidad cultural y no pretender homogeneizar a la humanidad, pero también comprender que todos tienen los mismos derechos y obligaciones.

Se debe contextualizar a las personas en función de la situación que les ha tocado vivir, no como algo indudablemente inseparable de ellas.

4. Enseñar la identidad terrenal

Relacionado con el punto anterior, se debe comprender que los miles de años de historia de la humanidad han sido testigos de cómo lo que en un principio debió ser un mismo grupo étnico, una cultura prístina, se fue expandiendo y fragmentándose en otras muchas otras.

No obstante, gracias a la aparición de la tecnología, ya sea mediante los transportes intercontinentales como mediante las redes informáticas, es posible establecer contacto muy fácilmente con personas procedentes de culturas radicalmente diferentes a la de uno.

Es necesario entender que se debe fomentar el desarrollo de la humanidad no únicamente en términos económicos, sino que, además, y gracias a la aparición de las tecnologías mencionadas, fomentar el desarrollo intelectual, afectivo y moral a nivel mundial.

Las identidades nacionales, regionales y locales están bien, pero siempre se ha dejado muy de lado la identidad que une a todas las personas, como ciudadanos de la Tierra y, por tanto, miembros de una megacultura terrenal.

5. Enfrentar las incertidumbres

La incertidumbre, en sí, no tiene por qué ser algo bueno ni tampoco malo. Se debe enseñar a los estudiantes que la historia siempre se enfrentará a una situación de incertidumbre, en la que la siguiente fase puede implicar un gran avance o, por el contrario, una auténtica catástrofe.

La historia, al igual que le ha sucedido a la evolución biológica, no es algo linea. Avanza mediante desviaciones y atajos, que pueden hacer que un momento haya un gran progreso y, en otro, parezca que se vuelve al punto de partida.

El azar y la falta de control de todo el sistema es algo indudablemente propio de la condición humana.

Esto, a su vez, es aplicable al conocimiento, que también puede ser incierto. Puede ser que lo descubierto realmente no sea tan verdadero como se creía cuando aparezca un dato que lo refute.

6. Enseñar la comprensión

Se debe fomentar la comprensión tanto dentro del propio grupo (endogrupo) como en relación a las personas de grupos diferentes, ya sea en términos culturales, lingüísticos, religiosos o de cualquier índole.

Es muy importante entender que comprensión y comunicación no son sinónimos. Pese haber nuevas tecnologías que facilitan el contacto entre personas muy diferentes, esto no significa que se hayan superado los códigos éticos presentes en cada cultura, o que se comprendan los del otro grupo étnico.

Los valores morales de uno pueden ser un obstáculo a la hora de ponerse en la piel de otra persona. Los grandes enemigos de la comprensión, de acuerdo con Edgar Morin, son el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo.

Enseñar la comprensión significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus cualidades, dado que, realmente, éstas son múltiples y complejas.

7. La ética del género humano

Se debe fomentar una ética no únicamente en términos individuales, es decir, que cada persona tenga una moral respetuosa para con los demás, sino que también se fomente la idea de que el propio grupo al que se pertenece se comporte de forma moral al establecer contacto con otros.

Además, se debe fomentar la creación y enseñanza de una ética válida para todo el género humano, algo así como la equivalencia de los derechos humanos pero en términos de obligaciones morales.

Se entiende, en base a la visión de Morin, que el máximo exponente de este principio es el de hacer de la democracia algo común en todos los países del mundo.

Esta democracia no debe ser sinónimo de dictadura de la mayoría, sino que debe constituir como una forma de gobierno en la que, si bien unos tendrán mayor voz, se respete y escuche las múltiples opiniones de su ciudadanía.

  • Morin, E. (1992). From the concept of system to the paradigm of complexity. Journal of Social and Evolutionary Systems. 15 (4): 371–385
  • Szekely, E.; Mason, M. (2018). Complexity theory, the capability approach, and the sustainability of development initiatives in education. Journal of Education Policy.

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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