A día de hoy no es posible poner una fecha exacta para indicar cuándo apareció la música, aunque sí se sabe que fue hace muchos miles de años. Desde entonces nos acompaña a lo largo de la vida y está presente tanto en las pequeñas cosas de nuestro día a día como en los eventos más importantes.
Se han realizado diversos estudios con el objetivo de comprender el impacto que la música puede tener a diferentes niveles en el ser humano. Lo que no se sabía hasta ahora es que escuchar música de forma habitual en la vejez podría reducir de forma considerable el riesgo de demencia.
Estos hallazgos, publicados recientemente en la revista International Journal of Geriatric Psychiatry, son realmente importantes —especialmente teniendo en cuenta los altos niveles de casos de demencia que existen actualmente a nivel mundial—. A lo largo de este artículo explicamos cómo se llevó a cabo el estudio y los principales hallazgos, así como las posibles implicaciones y sus limitaciones.
El estudio que convierte la música en medicina
El envejecimiento de la población supone cada vez un problema mayor a nivel de salud pública mundial. Gracias a los avances en medicina y tecnología, las personas tienen esperanzas de vida más largas. Sin embargo, como consecuencia también se observan más casos de enfermedades, como el deterioro cognitivo y la demencia, asociadas a la edad.
Actualmente no existe cura para muchas de estas enfermedades y lo único que se puede hacer es intentar prevenirlas o, cuando ya han aparecido, ralentizar su evolución. Hoy en día sabemos que la genética es importante, pero que el entorno y los hábitos de vida que cada persona tiene también son cruciales.
En esta búsqueda de estrategias, un estudio liderado por la Universidad de Monash, Australia, analiza los beneficios de escuchar o interpretar música en personas de avanzada edad. Para llevarlo a cabo, se utilizaron datos del estudio ASPREE (ASPIrin Reducing Events in the Elderly) y del subestudio ALSOP (ASPREE Longitudinal Study of Older Persons).
En dicho análisis, se incluyeron 10.893 adultos australianos residentes, mayores de 70 años, que no tenían un diagnóstico de demencia en el momento en que fueron reclutados. Concretamente, se pretendía determinar si la participación en actividades de ocio con música de asociaban a un menor riesgo de demencia y deterioro cognitivo sin demencia.
Por otro lado, también se pretendía evaluar si dichas actividades se relacionaban con un mejor bienestar cognitivo —entendido como mantener una buena función cognitiva y una buena calidad de vida—. En el análisis, se tuvo en cuenta que la educación podía modificar el efecto.
Los principales resultados
Los resultados fueron claros e impactantes. Aquellas personas que escuchaban música de forma habitual, tenían un 39% menos de riesgo de desarrollar demencia y, a la vez, mejores puntuaciones globales de cognición y memoria.
Por otro lado, tocar un instrumento se relacionó con una reducción del 35% de probabilidad de padecer demencia, aunque no se encontró una asociación significativa con el riesgo de deterioro cognitivo sin demencia ni con las puntuaciones de pruebas cognitivas a largo plazo.
Combinar ambas actividades (escuchar música y tocar un instrumento) se relacionó con una reducción del 33% en el riesgo de demencia y del 22% en el riesgo de deterioro cognitivo sin demencia.
¿Qué papel juega la educación en todo esto?
Tal y como se ha mencionado anteriormente, el equipo que llevó a cabo el estudio también tuvo en cuenta que el nivel educativo de las personas podía ser un factor que modificara de alguna forma la relación entre la música y su efecto protector. Y, de hecho, así fue.
Los resultados señalaron que los beneficios de llevar a cabo actividades relacionadas con la música (escucharla o tocar un instrumento) fueron más fuertes en aquellas personas que tenían niveles educativos superiores (16 años o más).
Una posible explicación para este fenómeno podría ser lo que se conoce bajo el concepto de reserva cognitiva. Este término hace referencia a la capacidad que el cerebro tiene para compensar daños gracias a que, a lo largo de la vida, se ha producido un mayor número de conexiones. Sin embargo, los resultados fueron inconsistentes en el grupo que tenía una educación considerada media —entre 12 y 15 años—.
¿Por qué la música puede ser un factor protector para el cerebro?
Algo que a priori puede parecer muy sencillo, a nivel cerebral no lo es tanto. En muchas ocasiones escuchamos música sin siquiera prestarle demasiada atención o hacer esfuerzos para procesar de forma consciente ese estímulo.
Sin embargo, cada canción puede llegar a activar diversas áreas en nuestro cerebro: desde las regiones que se encargan de procesar los estímulos auditivos hasta las áreas relacionadas con la memoria, el movimiento y las emociones.
En el caso de tocar un instrumento hay elementos añadidos que todavía hacen más compleja la situación. Aspectos como la coordinación, la precisión motora, la planificación, la organización e incluso la memoria entran en juego y desempeñan un papel crucial.
Por último, la música se relaciona con la reducción del estrés y los niveles de cortisol. Esta hormona, cuando se encuentra de forma excesiva en nuestro organismo, puede llegar a tener efectos perjudiciales facilitando respuestas inflamatorias y daño neuronal.
¿Qué significan estos resultados?
Tal y como indican las principales autoras del estudio, estos resultados son importantes puesto que señalan que la música puede desempeñar un gran papel en la prevención del deterioro cognitivo y en el retraso de la aparición de la demencia.
Aunque no se puede considerar que la música “cure” o evite la demencia por sí sola, sí se puede tener en cuenta cómo una herramienta complementaria y de mucho valor que, además, se puede introducir —o fomentar— en la vida de las persona fácilmente.
Se trata de una estrategia accesible porque es gratuita y universal. Y, además, en caso de que se comparta con otras personas puede ayudar a combatir otras dificultades asociadas a la edad avanzada como podría ser, por ejemplo, la soledad.


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