La separación de una pareja es un tema complejo y muy importante de abordar desde el ámbito psicológico, especialmente cuando hay menores que, como los adultos, también tienen necesidades emocionales. La psicoterapeuta y educadora, Verónica García Zambrano, comparte con Psicología y Mente sus recomendaciones para restituir el bienestar de un duelo, un proceso al que los profesionales de la psicología llaman “pérdida ambigua”.
¿Cómo se gestiona una separación con hijos de por medio?
“Cuando la pareja acuerda separarse, generalmente el menor se encuentra entre dos personas a las que ama. Además, no identifica exactamente qué es lo que está ocurriendo en el entorno familiar. A este proceso se le denomina pérdida ambigua, porque sabe que algo ha perdido, pero también que lo sigue teniendo”, explica la terapeuta. ¿Qué necesita, entonces, un menor o adolescente para sobrellevar este cambio? García Zambrano comparte algunos consejos prácticos que considera más necesarios:
1. Hablar con la verdad
De acuerdo con su edad, utilizando un lenguaje directo y atendiendo a sus preguntas. A un menor, que está entre 2 y 5 años, se le debe explicar de forma muy sencilla. Por ejemplo: “Ya no vamos a vivir juntos. Las cosas en el espacio van a cambiar. Son decisiones que tomamos porque vivir así no nos está funcionando”. García detalla que a estas edades todavía no hay un pensamiento formal y no llegan a lo abstracto. “Entonces tenemos que ser muy puntuales. No responder a más preguntas que las que los menores realicen”, apunta.
En otras etapas, añade, el pensamiento es más concreto. De los 6 a los 8 años, se le puede explicar un poco más: “No queremos discutir ni enojarnos, porque para nosotros es valioso el respeto, por eso decidimos vivir separados. Imagino que esto es difícil para ti, pero vivamos esto juntos”.
2. Ayudar a identificar lo que continúa y lo que se ha perdido
Para que pueda transitar ese duelo de manera correcta, pero también descubra los vínculos que siguen existiendo. En la medida de lo posible, “hay que fomentar las rutinas cotidianas, lo que se hacía siempre. Esto da certidumbre y baja los niveles de ansiedad”, agrega la terapeuta.
3. Crear espacios seguros donde pueda expresarse y reconocer sus emociones
Estas redes de apoyo permiten que los pequeños pierdan el miedo a exteriorizar su enojo, la angustia o la tristeza. Siempre utilizando la empatía. “Sabemos que probablemente está sufriendo, le está doliendo, pero entonces lo que debe hacer el adulto es conectar con el pequeño, mirándolo a los ojos, bajando físicamente hasta ponerse a su estatura, y expresarle que comprende que no es fácil, que cualquiera en su lugar estaría así y que puede compartir lo que siente, quizás con recursos como las palabras o los dibujos”, aconseja la especialista. Así se le manifiesta que su emoción es válida y que se puede trabajar.
4. Evitar peleas en su presencia
Los adultos tendrían que tratar estas conversaciones de forma respetuosa y privadamente. Es común oír a niñas y niños que creen que estorban o que no ayudan porque en momentos de riñas así se lo han dicho. “Las infancias –enfatiza la psicóloga– tienen un pensamiento mágico que les permite identificar las cosas del exterior, pero también le dan una historia a eso que escuchan. Entonces hay que ser muy cuidadosos con lo que se les dice, porque se lo creen”, explica.
5. Aclarar que no es su culpa
Que los adultos son responsables de las decisiones y que, en ocasiones, las toman porque consideran que es lo mejor para la familia. “La mayoría de los menores que llegan a mi consulta, manifiestan sentirse responsables de estas separaciones”, admite García.
6. Buscar un acompañamiento psicoterapéutico
Ayudará al menor a encontrar un espacio, donde no se sienta juzgado o criticado y en el que transite de la mejor manera este dolor tan ambiguo. “Es muy importante que los adultos también vayan a terapia porque estamos hablando de un sistema familiar que va a seguir teniendo vínculos y deben estar fortalecidos para brindarle la seguridad emocional que necesita” al menor, argumenta la psicóloga.
Generalmente si no se trabaja con los adultos a la par, no se llegan a los efectos deseados en los hijos. Y si bien a veces no tienen la oportunidad de acudir a terapia, en cualquier contexto hay que trabajar en un espacio en donde se valide lo que piensa.
Conclusiones
Con seguridad, la vida después de una separación no será igual. Pero una vez que el menor reconoce los cambios y sus sentimientos, entonces “encontrará un sentido a su vida a través de los vínculos que siguen existiendo”, concluye la experta.


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