En el tratamiento para los trastornos psicológicos y psiquiátricos, es común que se acompañe la terapia psicológica con un tratamiento psicofarmacológico (o viceversa, depende de a qué especialista vayas primero).
Los psicofármacos son medicamentos diseñados precisamente para tratar enfermedades y trastornos mentales. Dentro de estos, hay mucha variedad, pero todos tienen en común que cambian la química de nuestro sistema nervioso, con el fin terapéutico de modular procesos mentales y emocionales, y en consecuencia, nuestro comportamiento.
¿Qué mitos sobre los psicofármacos deben ser desmentidos?
A pesar de su utilidad y seguridad, existe mucho rechazo alrededor del consumo de los psicofármacos, lo cual dificulta la adherencia al tratamiento en caso necesario. Como suele ocurrir, este estigma procede en parte de la desinformación. Para paliar este problema, en este artículo desmonto 5 mitos sobre los psicofármacos.
1. Solo se toman los psicofármacos los locos
En este mito está además el problema añadido de los estigmas asociados a los problemas de salud mental. El término “loco/a” es ofensivo para las personas que sufren trastornos psicológicos, está ya obsoleto y debería desaparecer esa concepción social de la salud mental.
La versión suavizada de este mito sería “Los psicofármacos son únicamente para problemas mentales graves”, cosa que tampoco es verdad, al menos no del todo. Los psicofármacos son recetados para problemas mentales graves, como la esquizofrenia, el trastorno límite de personalidad o la bipolaridad.
No obstante, también son prescritos para problemas psicológicos menos graves y más comunes, como la depresión o la ansiedad. De hecho, lo más habitual es que si acudes a tu médico de cabecera, pueda recetarte él/ella mismo/a ansiolíticos o antidepresivos, sin necesidad de derivarte a un especialista.
2. Todos los psicofármacos generan dependencia
Es cierto que en algunas ocasiones los psicofármacos provocan dependencia. Sin embargo, es en función de determinados matices. Rara vez crean síndrome de abstinencia y generalmente se pueden dejar de golpe sin que pase absolutamente nada. Los efectos secundarios de los psicofármacos dependen completamente del tipo de medicación específica que sea, del trastorno para el que esté prescrito y de las características biológicas del paciente.
Hay personas que tienen mayor predisposición a desarrollar dependencia, pero a cualquier medicación, y a menudo es provocada por el propio hecho de haber consumido o estar consumiendo otro tipo de drogas. Por otro lado, los datos sobre los casos en los que los pacientes desarrollan una dependencia a los psicofármacos revelan que son causados por un uso indebido:
- Abuso del medicamento por parte del paciente.
- Automedicación.
- Ingesta prolongada más allá del tiempo recomendado.
- Desgraciadamente, dosis excesivamente altas recetadas por el propio profesional de la salud.
Esto ocurre frecuentemente con los ansiolíticos tipo benzodiacepinas y los opiáceos. Esto es un problema a nivel institucional, porque si la persona puede abusar de la medicación, es porque tiene fácil acceso a ella en las farmacias, porque no ha sido bien informado/a y/o porque no está siendo regulada la medicación debidamente por su médico correspondiente.
Cuando el consumo de psicofármacos está controlado, con la dosis y la duración adecuada, realizándose un seguimiento, las probabilidades de éxito con los psicofármacos son muy altas. Asimismo, en estos casos, es poco frecuente que se llegue a generar una dependencia a la medicación. Por lo tanto, no es problema del psicofármaco en sí.
3. Los psicofármacos me van a dejar drogado/a
Técnicamente, cualquier medicamento es una droga, pero si por drogado/a te refieres a sedado/a, dormido/a, obtuso/a… Sí, este es un efecto secundario común, además de incluso a veces un efecto deseado. Sin embargo, no todos los psicofármacos provocan esta sensación.
La sedación generalmente es un efecto secundario y no un efecto deseado, de forma que depende nuevamente de la medicación y del caso particular. Es cierto que hay psicofármacos que tienen un fuerte efecto sedante a propósito, pero estos solo se suelen proporcionar en casos extremos en los que los pacientes son un peligro para sí mismos o para los demás.
También existen psicofármacos que provocan somnolencia y relajación a niveles más moderados, como los ansiolíticos, y otros que te dejan planos emocionalmente, como algunos antidepresivos, de manera que provocan una percepción de estar sedados. Sin embargo, a no todo el mundo le provoca los mismos efectos secundarios el mismo psicofármaco, al igual que ocurre con otros medicamentos, como los antihistamínicos.
Por eso, cada vez se trata de mejorar y crear nuevos psicofármacos que vayan reduciendo sus efectos secundarios. Lo ideal es que se lo comentes al médico que te haya recetado la medicación, para que te reajuste la dosis y, en caso necesario, que busque un psicofármaco alternativo que no te cause los mismos efectos secundarios.
4. Los psicofármacos son dañinos para todo mi cuerpo
Los psicofármacos están diseñados de manera que actúan sobre las células del sistema nervioso únicamente, mayormente dirigidas al cerebro. Por lo demás, no son más dañinas que cualquier otro medicamento.
Sin embargo, sí que es cierto que también pueden afectar al sistema digestivo, en especial al intestino, debido a que tiene una alta conexión con una amplia red neuronal. De hecho, se suele llamar segundo cerebro a este órgano digestivo. Si notas dolor o síntomas en tu sistema digestivo, debes comentárselo a tu médico para que analice la situación y pueda cambiar la medicación.
Cabe destacar, además, que ocurre igual que con la dependencia a los psicofármacos: los casos en los que se dañan al resto del organismo, en la mayoría de ellos ocurre porque se ha dado un uso indebido a la medicación. En mano del propio/a paciente, de las farmacias y del profesional sanitario está la responsabilidad de que esto no ocurra.
5. Los psicofármacos en sí mismos son la solución
Como mencioné al principio del artículo, los psicofármacos suelen ser el acompañamiento a una terapia psicológica, o viceversa. Este fenómeno no es casualidad, y le voy a añadir un matiz muy relevante: el tratamiento psicofarmacológico debe ir acompañado de una terapia psicológica, sí o sí.
Los psicofármacos pueden ser necesarios en determinados casos, sin embargo, nunca son suficientes. Son un poco pan para hoy, hambre para mañana. Puede que el psicofármaco reduzca eficazmente la sintomatología del paciente, sí, pero esto no resuelve el problema psicológico. Sí que facilita el tratamiento psicológico, eso sí, porque elimina ciertas dificultades al reducir los síntomas.
Para que un trastorno o un problema mental desaparezca definitivamente, la persona necesita aprender técnicas, métodos y habilidades para afrontar por sí mismo/a el problema. Por eso es necesaria la terapia psicológica ante cualquier problema de este tipo, ya que su función es aportar recursos a la persona para desenvolverse solo/a.
Incluso en los casos en los que no sea posible acabar con el trastorno psicológico, la terapia es importante para que la persona pueda sobrellevar el proceso y no surjan otros problemas derivados. Sin embargo, no siempre que se toman psicofármacos y se está en tratamiento psiquiátrico se acompaña de terapia psicológica. ¿Por qué? Porque no hay recursos suficientes.
La terapia psicológica sustituida en la sanidad pública por psicofármacos
Habitualmente, el tratamiento psiquiátrico se hace por la seguridad social. Actualmente existe un número de plazas para los psicólogos en la sanidad pública irrisorio, por reírnos por no llorar. De esta manera, cuando se acude al médico de cabecera con un problema psicológico, suele mandar él/ella mismo/a psicofármacos, o derivar a un/a psiquiatra, pero rara vez a un psicólogo/a.
Es más, cuando se deriva al psicólogo/a del sistema público, está desbordado/a por la alta demanda y cantidad de pacientes que tiene que gestionar, y no puede realizar un seguimiento adecuado ni tener sesiones duraderas. Y no todo el mundo puede permitirse acudir a terapia por el ámbito privado. De nuevo, es un problema institucional.