Las ideas que Sigmund Freud propuso a finales del siglo XIX y principios de XX ya no siguen vigentes a la hora de intentar explicar el comportamiento del ser humano, pero hay algo de verdad en ellas: en cada persona, hay un vacío entre lo que se quiere hacer y lo que se dice que se quiere hacer. La mayor parte de nuestra vida mental es secreta, y los motivos que nos mueven a realizar todo tipo de acciones son hasta cierto punto ocultas.
Justamente por eso cobra valor aquello a lo que solemos llamar autodescubrimiento. En este artículo veremos qué es exactamente y de qué manera tiene un impacto en nuestro día a día.
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¿Qué es el autodescubrimiento?
El autodescubrimiento es un proceso por el cual generamos un concepto de nosotros mismos realista y cercano a la realidad, prescindiendo de sesgos que dependan de nuestro optimismo (idealizando nuestro autoconcepto) o de nuestro pesimismo (creando una imagen de nosotros demasiado negativa a causa de la tristeza o de un estado de ánimo bajo). Así pues, se trata de un proceso complejo, ya que para implicarse en él hay que renunciar a esas impresiones inmediatas e intuitivas que nos vienen a la mente justo en el momento en el que ocurre algo capaz de apelar a nuestro sentimiento de identidad.
Para potenciar nuestro autoconocimiento, es necesario analizar nuestra manera de pensar y de interpretar la realidad, pero no solo eso; también debemos fijarnos en nuestras acciones al interactuar con los demás y con el entorno, así como reexaminar lo que recordamos acerca de nuestro pasado. Y no solo eso: debemos tener en cuenta cómo experimentamos las emociones, algo que implica ir más allá de tomar nota de los hechos objetivos que ocurren en nuestras vidas y darle importancia a lo subjetivo.
Puede decirse que el autodescubrimiento es parte del proceso de desarrollo personal; conocer todos los matices que componen nuestra personalidad y manera de ser es un aspecto fundamental para llevar a cabo un proyecto de vida que se corresponda con nuestros valores, nuestros intereses y nuestras principales fuentes de motivación. Además, nos ayuda a no ceder constantemente a la presión social y a las expectativas de los demás, atreviéndonos a hacer uso de nuestra autonomía.
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Claves para llegar a un autoconcepto realista
Cuando de lo que se trata es de conocerse a uno mismo, hay que huir de explicaciones fáciles e intuitivas acerca de quiénes somos. A modo de pequeña guía, en las siguientes líneas puedes encontrar ideas clave que debes tener en cuenta antes de lanzarte al autodescubrimiento.
1. La verdad se oculta en autojustificaciones
Si en algo somos expertos los seres humanos, es en crear narraciones acerca de quiénes somos y qué hacemos. Estas narraciones pueden ayudarnos a crear un concepto del “Yo” que sea coherente, consistente y fácil de memorizar, pero a costa de sacrificar parte de la veracidad de ese autoconcepto.
Por eso, para apostar fuerte por el autodescubrimiento, merece la pena centrar nuestra atención en pensar en aquellos aspectos sobre nosotros mismos que menos nos gustan y buscar explicaciones acerca de qué es lo que de verdad nos mueve a actuar así en ese tipo de situaciones. A fin de cuentas, en estos casos lo que tenemos más a mano son las autojustificaciones y las medias verdades que nos contamos a nosotros mismos.
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2. El autodescubrimiento no se basa en la introspección
Muchas personas creen que descubrirse a uno mismo es básicamente recurrir a la introspección para encontrar contenidos mentales que habían permanecido ocultos hasta ese momento. Es decir, que para conseguirlo hay que hacer algo parecido a permanecer en un lugar tranquilo y aislado, cerrar los ojos y concentrarse en analizar el propio fluir de los pensamientos.
Sin embargo, esta visión de la mente es una ilusión, dado que está influida por una postura filosófica conocida como dualismo. Según el dualismo aplicado a la psicología, la mente y el cuerpo son dos cosas diferentes, y por eso para desarrollar el autodescubrimiento hay que intentar “anular” el cuerpo y centrarse solo en lo mental, que supuestamente tendría diferentes capas de profundidad, dado que a pesar de no ser algo físico, emula lo que sí lo es y, aunque sea metafóricamente, tiene volumen.
Así pues, realizar iniciativas de autodescubrimiento no es concentrarse en uno mismo y olvidarse de lo que hay alrededor. En todo caso, hay que detenerse a analizar cómo interactuamos con nuestro entorno durante el día a día. Somos lo que hacemos, no lo que pensamos.
3. La opinión de los demás también cuenta
No es cierto que cada uno de nosotros tenga un acceso claramente privilegiado a la información de cómo se es.
En ciertos aspectos de nuestras vidas está claro que sabemos más que el resto, especialmente en lo relativo a esas facetas del propio día a día que preferimos mantener ocultas, pero en lo que se refiere a la concepción global de lo que somos, los amigos, familiares y en general las personas de nuestros círculos sociales más próximos saben mucho acerca de nuestra identidad y estilo de comportamiento.
De hecho, a diferencia de lo que ocurre con nosotros, como no tienen la necesidad de esforzarse por mantener lejos de su consciencia los aspectos más negativos de quiénes somos, muchas veces son capaces de ponderar de una manera más equilibrada cuáles son las fortalezas y las imperfecciones que nos definen. Eso sí: es importante no dejarse etiquetar y tener claro que el tiempo y las experiencias nos pueden cambiar.
4. Las nuevas situaciones nos explican más sobre quiénes somos
A la hora de emprender el camino del autodescubrimiento, es importante rechazar completamente el esencialismo. ¿Qué qué es el esencialismo? Simplemente, se trata de una postura filosófica conocida por alimentar la idea de que las cosas y las personas tienen una identidad clara y distinta del resto de los elementos, que permanece constante y resiste el paso del tiempo.
Cuando alguien dice, por ejemplo, que un viejo conocido nació siendo de barrio y seguirá siendo de barrio independientemente de lo que le pase (por ejemplo, ganar la lotería), está sosteniendo una perspectiva esencialista, aunque sea sin saberlo.
El esencialismo es un obstáculo a la hora de llevar a cabo el autodescubrimiento, porque no es cierto que nazcamos siendo una cosa y muramos siendo exactamente la misma.
Si nuestras explicaciones acerca de quiénes somos no sufren alteraciones por mucho que sigamos viviendo nuevas experiencias que nos aportan información novedosa acerca de nuestra identidad, algo va mal. Posiblemente sigamos aferrados a esos mitos acerca de nosotros mismos a través de los cuales fabricamos un autoconcepto de manera automática, sin reparar en ello.