Muchas veces, al establecer esa distinción tan sesgada y sensacionalista entre las “personas triunfadoras” y los “perdedores”, se pone énfasis en la idea de que tener éxito en la vida es una cuestión de fuerza de voluntad. Como si todo dependiese de una especie de energía misteriosa que brota de nuestro cerebro (¿o quizás de nuestras almas?) y a través de nuestras acciones, queda plasmada en logros impresionantes del estilo de construir una empresa multimillonaria partiendo desde cero o volverse mundialmente famoso con tan solo subir vídeos a las redes sociales.
Por supuesto, esta manera de ver las cosas no tiene sentido: no hay ninguna “energía mental” que esté detrás de nuestra capacidad para esforzarnos en tener una vida que merezca la pena ser vivida. Lo que sí hay, sin embargo, es maneras de pensar que influyen en nuestras probabilidades de lograr que las cosas nos salgan tal y como lo queríamos.
Para lo bueno y para lo malo, hay ciertas formas de gestionar nuestras creencias y sentimientos que nos llevan al autosabotaje o a la automotivación y la disciplina. Y en este sentido, hay quienes notan que no progresan ni hacen nada que aporte significado a su existencia porque, casi sin darse cuenta, han entrado en una dinámica de resignación potencia por el autoengaño. Veamos por qué ocurre esto.
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Por qué el autoengaño nos puede conducir a la resignación
Si has llegado hasta aquí, quizás te haya sorprendido la idea de que el autoengaño pueda estar relacionado con la resignación. ¿No suele decirse que quienes adoptan una mentalidad centrada en sus limitaciones y en lo que no pueden hacer son precisamente los que ven las cosas de una manera más objetiva, sin maquillar la realidad? Pues lo cierto es que esta creencia no está demasiado fundamentada, porque… la resignación puede llegar a ser una excusa que nos ponemos a nosotros mismos para no salir de la zona de confort.
A lo mejor te resulta contraintuitivo, pero no lo es tanto si nos detenemos a pensar en ello: ¿por qué iba alguien que tiene su atención puesta en sus limitaciones a tener una percepción de las cosas más objetiva y realista que alguien con tenencias optimistas? ¿Acaso no están ambas personas sujetas a los mismos “atajos mentales” a los que nos predispone el simple hecho de ser seres humanos, con unos cerebros limitados en cuanto su capacidad de procesamiento de la información?
Desde el momento en el que somos seres emocionales incapaces de percibir todos los datos que nos llegan a la vez constantemente, estamos lejos de tener una imagen mental realmente fiel de lo que ocurre en el mundo, y eso no nos debería preocupar. Lo que sí nos debería preocupar es si interiorizamos maneras de pensar que nos llevan a una situación de estancamiento vital y autosabotaje.
Siguiendo en esta línea, ¿cuál es el efecto que la resignación tiene en nosotros? Básicamente, nos lleva a dar por sentado que tenemos toda la información necesaria para saber hasta dónde llegan nuestros recursos y habilidades para lograr algo, dando por sentado que en lo relativo a aquello que nos gustaría conseguir, no damos la talla. Pero esto no implica ser más sabios, más humildes, o tener una mayor mesura al gestionar nuestras expectativas; de hecho, puede ser una experiencia que, aún y ser amarga, nos ofrece un refugio, un lugar del que vemos justificado no salir, porque… ¿Para qué?
En este sentido, la resignación llega fácilmente a través de las excusas que nos ponemos a nosotros mismos para no experimentar rechazo, para no pasar por la situación incómoda de intentar aprender algo nuevo, o para no hacernos ciertas preguntas sobre nosotros mismos y lo que podemos llegar a conseguir.
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La importancia de distinguir entre resignación y aceptación
La idea base desde la que debemos partir para comprender el modo en el que se relacionan la resignación y el autoengaño es que resignarse no es lo mismo que estar en un estado mental de aceptación. Esto último no consiste en excusar nuestra preferencia por permanecer en un estado de estancamiento, sino reajustar nuestras expectativas al mismo tiempo que vamos aprendiendo cosas acerca de nosotros mismos y nuestro entorno, asumiendo que la perfección no existe y que es natural experimentar cierto grado de incomodidad, de angustia, o de estrés.
Mientras que la resignación es estática y ofrece una falsa sensación de conocimiento, la aceptación es siempre dinámica y es capaz de mantenernos en movimiento para replantearnos nuestras creencias y predicciones con humildad y ánimo de aprender de los errores.
Así pues, una diferencia significativa entre la resignación y la aceptación es que la primera nos lleva a un estado de estancamiento basado en la evitación de lo que tememos, mientras que la aceptación nos predispone a valorar el margen de maniobra que tenemos para reformular nuestras expectativas y nuestro modo de vida, aspirando a nuevas metas más adaptadas a lo que está bajo nuestro control.
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Javier Ares Arranz
Javier Ares Arranz
Psicólogo especialista en Depresión, Ansiedad y Pareja.
Soy Javier Ares Arranz, Psicólogo General Sanitario, y atiendo a adultos, adolescentes y parejas en crisis; ofrezco la posibilidad de realizar sesiones presenciales o de terapia online por videollamada.