Puede observarse con una frecuencia cada vez mayor cómo el ritmo de vida tan acelerado actual está causando interferencias tanto en el desarrollo personal como en el seguimiento académico que algunos escolares (y también aplicable a algunos adultos) son capaces de realizar hoy en día.
Este funcionamiento que se ha ido adquiriendo en las últimas dos décadas basado en la inmediatez parece estar influyendo en dos aspectos muy relevantes que condicionan el proceso de maduración emocional de los más pequeños: la capacidad de tolerar la frustración y el nivel de motivación para alcanzar las metas propuestas.
Ambos fenómenos presentan una influencia mutua, es decir, la baja habilidad para aceptar que en ocasiones determinados acontecimientos tienen lugar de una manera distinta a las expectativas previas, provoca efectos negativos en la capacidad para ilusionarse e interesarse por intentar alcanzar nuevamente tal meta o proponerse una nueva, y viceversa. En este artículo nos centraremos en ver cuáles son los factores implicados en la capacidad motivacional.
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El mal uso de las nuevas tecnologías y su efecto en la motivación
Tal y como hemos visto, un elevado nivel de desmotivación implica una percepción de baja capacidad para conseguir un objetivo o superar una dificultad, lo cual incrementa el nivel de frustración que siente la persona.
Por otra parte, cabe señalar que ambos aspectos conllevan intrínsecamente la competencia personal de esforzarse para conseguir algo y mantener ese esfuerzo más a largo plazo.
Por ello, un funcionamiento acelerado, donde por sistema se debe atender a tantos estímulos simultáneos (hacer los deberes mientras se toma la merienda y se consulta el móvil para preguntar qué ejercicios debían hacerse para la clase de matemáticas, a la vez que se oye de fondo la TV, por ejemplo) no está facilitando que la capacidad de dedicar un tiempo más extenso y exclusivo a un objetivo o una tarea concreta se realice de forma eficaz.
Los estudios corroboran que los desajustes en ambas habilidades pueden conducir a un bajo nivel de autoestima, aparición de un estilo inseguro personal o incluso llevar al fracaso escolar.
Por todo ello, como educadores, parece necesario aclarar una serie de claves y medidas que podrían resultar eficientes para revertir o al menos limitar el efecto perjudicial que esta era de revolución digital y tecnológica está generando en la motivación y la tolerancia a la frustración que presenta la población infanto-juvenil en la actualidad.
La motivación
El fenómeno de la motivación puede definirse como el conjunto de factores que impulsan a una persona a actuar de una determinada manera y con un esfuerzo concreto.
Es el principal motor que permite adquirir nuevos aprendizajes y se caracteriza por su clara naturaleza interna, siendo el fruto de la combinación entre los aspectos cognitivos (pensamientos) y los afectivos (emociones y sentimientos), a pesar de que es el resultado de la interacción entre el individuo y las experiencias que recibe del entorno.
Según los planteamientos de Maslow en su Teoría de la Necesidad (1943) la motivación se entiende como una necesidad que impulsa conductualmente al individuo a actuar. Este autor planteó una jerarquía de necesidades, partiendo de las básicas o de supervivencia (fisiológicas) hasta llegar a aquellas de crecimiento personal (autorrealización). A partir de estos postulados, el autor afirmaba que primero deben satisfacerse las necesidades inferiores e ir avanzando hacia las superiores.
Algunos podrían abogar por la conclusión de que la motivación por el aprendizaje académico y el saber en general, por ejemplo, ocuparía un lugar avanzado en la pirámide, ya que no podría conceptualizarse como una necesidad fisiológica, de seguridad, social o de estima. Quizás esta idea explique el motivo por el cual la capacidad motivacional para el conocimiento no ocupe en algunos jóvenes una posición prioritaria, sobre todo cuando tales aprendizajes son percibidos como abstractos, de escasa lógica funcional o carentes de aplicación práctica por parte del alumnado.
Variables implicadas en la capacidad motivacional
Como se comentaba en líneas arriba, la motivación está mediada por distintos factores que pueden influir en cómo esta se desarrolla en cada individuo. En primer lugar, cabe diferenciar entre dos conceptos clave:
La motivación intrínseca (MI) se define por el conjunto de metas que la persona se propone debido a una autopercepción de competencia positiva y autodeterminación interna (por ejemplo, "voy a esforzarme en los entrenamientos porque me apasiona el baloncesto y me siento muy bien viendo mi progreso").
La motivación extrínseca (ME) se encuentra más ligada a la consecución de recompensas externas (por ejemplo, "si apruebo el curso escolar, mis padres me recompensarán con el último modelo de teléfono móvil") o evitación de castigos.
Deci fue unos de los primeros autores que realizó esta diferenciación, defendiendo que el primer tipo de motivación es el que cuenta con mayor poder o mayor peso en la consecución de metas personales, puesto que se caracteriza por un enfoque más profundo del concepto de motivación.
Así, se ha podido demostrar la existencia de una correlación alta en las personas que presentan una MI respecto a que orientan su foco de atención al proceso en lugar de hacerlo al resultado, que entienden los errores como fenómenos naturales y no como fracasos y que muestran preferencias por tareas que suponen un reto en vez de por aquellas más asequibles y de menor esfuerzo.
Las dimensiones motivacionales
Por otra parte, según lo aportado por la Teoría Atribucional de Weimer (1971) y reformulada posteriormente por Seligman (1984) existen tres dimensiones motivacionales que van a ser determinantes en cómo la persona va a configurar la percepción de sus objetivos individuales.
El locus de control es la primera, y se entiende por el tipo de causa a la que el individuo atribuye una acción o una situación determinada. Este puede ser interno ("he aprobado porque he estudiado mucho") o externo ("he aprobado porque el examen era fácil"). Parece clara la influencia que el locus de control interno realista posee en el grado de motivación intrínseca individual.
En segundo lugar tenemos la estabilidad, definida como la capacidad de modificación que tiene la causa del hecho. Esta puede ser estable (o inmodificable, "es imposible aprobar matemáticas") o inestable (o modificable, "aunque me resulte difícil, sé que es posible aprobar matemáticas") . En este segundo aspecto, un hecho percibido como modificable parece correlacionar más con el nivel de MI.
Finalmente, el grado de control del hecho, que puede clasificarse en no controlable ("por mucho que estudie no voy a aprobar el examen") o controlable ("si estudio más, podré aprobar el examen"). Si la persona dispone de un alto grado de control del hecho, es más probable que el nivel de motivación interna se encuentre igualmente incrementado.
De ello se extrae la relevancia de transmitir valores y estilos educativos que se encuentren orientados a fomentar una mayor motivación intrínseca, así como el hábito de realizar una atribución del propio comportamiento, tanto exitoso como erróneo, que tienda a un locus de control equilibrado entre las dimensiones interna y externa, cierto carácter inestable de los hechos y un grado de control realista sobre tal conducta.
Por contra, cuando la persona tiende a realizar una valoración extrema de sus fracasos, atribuyéndolos a causas totalmente internas, estables y permanentes, se precipita la aparición de un estado de indefensión aprendida. Este fenómeno se define como una percepción de baja competencia, desmotivación y desesperanza que aleja al individuo del alcance de las metas propuestas, ya que interioriza que las situaciones y los resultados se dan independientemente a su comportamiento.
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Orientaciones prácticas para fomentar la capacidad de motivación
A partir de lo expuesto hasta ahora, pueden determinarse una serie de prácticas que pueden resultar útiles a educadores, tanto en el contexto académico como también el familiar, a fin de promover la adquisición de un conjunto de recursos personales que favorezcan la interiorización de una capacidad motivacional individual satisfactoria dentro del colectivo infantojuvenil.
Un estilo educativo democrático, dialogante y empático
Permite comprender las dificultades y las particularidades del menor, donde se sea capaz de valorar el esfuerzo invertido en cada objetivo establecido, por pequeño que este devenga.
Por el contrario, perfiles autoritarios, exigentes y centrados solo en el resultado, van a generar un estado de presión, inseguridad y bajo nivel de autoestima y en la percepción de autocompetencia.
Las metas establecidas deben ser a corto plazo, asumibles y realistas
Para ello, cabe considerar detenidamente el punto del que parte el sujeto, a fin de no presentar objetivos excesivamente ambiciosos que favorezcan la aparición de expectativas previas frustradas.
Participación activa del propio sujeto en la valoración de los progresos
Es un tipo de refuerzo positivo fundamental que va a dotar a la persona de una dosis continua de recompensa y satisfacción individual. Así, deviene muy beneficioso realizar un registro de los avances alcanzados con carácter periódico (diario, semanal, mensual).
El contenido que representa el objetivo planteado
Tal como se indicaba anteriormente, debe ser percibido como útil, práctico e incluso atractivo para el individuo.
Parece que el nivel de motivación desciende ante metodologías abstractas o muy teóricas que no implican suficientemente al receptor en su proceso de aprendizaje. Este elemento es clave, puesto que también favorece un mayor índice de atención y concentración en la tarea propuesta.
El establecimiento de unos límites en el uso de dispositivos tecnológicos
Su retirada durante las sesiones de trabajo a fin de evitar interrupciones constantes, es importante, dado que va a facilitar de una manera significativa el nivel de atención a la tarea en cuestión.
Ya se ha indicado anteriormente el estrecho vínculo existente entre la habilidad atencional, el rendimiento personal y el aspecto motivacional. Por ello, a mayor nivel de concentración, mayor percepción de rendimiento positivo y, en último término, mayores índices de MI.
A modo de conclusión
Tal como ha podido observarse en el texto, el estilo de vida mantenido en el actualidad está teniendo un importante repercusión en la percepción que un individuo desarrolla sobre su capacidad para alcanzar objetivos personales (académicos o profesionales), máxime si se trata de niños y adolescentes, quienes están en plena etapa de maduración y crecimiento individual.
Parece fundamental, desde la perspectiva de los agentes educativos, orientar a los jóvenes a combatir las numerosas inercias que esta era digital y tecnológica de lo inmediato está provocando en el desarrollo de ciertas competencias psicológicas, como son la motivación y la tolerancia a la frustración. Tales inercias sociales obstaculizan el hecho de centrarse en aspectos no cuantitativos, no competitivos o en metas que suponen un esfuerzo más a largo plazo.
Así, orientarse más a ser conscientes y valorar de forma más activa y detenida la implicación realizada durante el proceso en lugar del resultado, potenciar un estilo de vida más secuencial y no simultáneo y acelerado, cooperar y tener una visión más colectiva y generosa en vez de centrarse exclusivamente en intereses individualistas, y aceptar que obtener un resultado distinto a las expectativas generadas no implica un fracaso sino una oportunidad de aprendizaje, puede fomentar en última instancia el nivel de motivación personal ante el planteamiento de las propias metas.
Referencias bibliográficas:
- Alonso Tapia, J. (1991): Motivación y aprendizaje en el aula. Cómo enseñar a pensar. Santillana. Madrid.
- Marchesi, A., Coll, J. y Palacios, J. (2002): Desarrollo Psicológico y Educación. Alianza Editorial, Madrid.