Infertilidad y emociones: el lado invisible del camino a ser madre

“Inicié la búsqueda de embarazo con mucha ilusión. Como tantas mujeres que desean ser madres, pensaba que llegaría pronto, sin dificultades. Pero pasaron los meses y no llegaba. Dejamos pasar los primeros seis meses, como te recomiendan cuando tienes menos de 35 años, pero cuando pasó ese tiempo y no había embarazo, empezaron las dudas. El diagnóstico fue infertilidad por causa desconocida.” Olivia de Prado es psicóloga especializada en infertilidad y reproducción asistida, y tras su propio proceso vital, hoy acompaña a mujeres y parejas que transitan el mismo camino.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis personas en el mundo experimenta infertilidad a lo largo de su vida fértil. A nivel global, esto equivale a una prevalencia estimada del 17,5 %, según datos de la OMS (2023). Por ejemplo, en México la tasa de infertilidad es del 30 %: tres de cada diez parejas tienen dificultades para concebir. En Argentina y España, las parejas con problemas biológicos para tener hijos representan entre el 15 y el 20 %, según la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR).

A pesar de ser un fenómeno común, sus implicaciones emocionales siguen siendo invisibles para gran parte de la sociedad. Ansiedad, culpa, frustración o duelo son parte del camino que muchas mujeres y parejas recorren. “Viví una tristeza muy profunda”, explica Olivia de Prado, para quien ninguna de sus herramientas como psicóloga fue suficiente para sostenerla emocionalmente. “La ansiedad fue desbordante, sobre todo porque el diagnóstico era de causa desconocida. Lo más difícil de gestionar es la incertidumbre, ya que la medicina reproductiva es relativamente nueva y no es una ciencia exacta. Esa falta de certezas es un caldo de cultivo para el sufrimiento psicológico”, añade la psicóloga, quien llegó a presentar un cuadro de ansiedad e hipocondría durante su tratamiento de fertilidad.

Miedo persistente a no conseguir el embarazo

Un informe publicado en Archives of Gynecology and Obstetrics (2024) indica que el 22,9 % de las mujeres con infertilidad sufre depresión mayor, y más del 31 % presenta síntomas depresivos. Además, el 78,8 % experimenta altos niveles de estrés durante los tratamientos. La propia De Prado lo recuerda: “Sentía que había algo en mi cuerpo que no funcionaba.” Y añade: “Aparece el miedo. El miedo a no conseguirlo nunca. Y eso es muy potente. Te persigue a diario”.

En esta misma línea, la Sociedad Española de Fertilidad (SEF, 2024) advierte que la carga emocional acumulada afecta notablemente la calidad de vida, la autoestima y la relación de pareja, siendo uno de los principales motivos por los que muchas personas abandonan los tratamientos antes de finalizarlos.

La culpa es uno de los sentimientos más recurrentes. “Te preguntas si has hecho algo mal, si has esperado demasiado, si tu ansiedad está impidiendo el embarazo”, explica la psiquiatra Maria Robles que resalta el impacto emocional que supone el diagnostico de infertilidad como un impacto "fuerte", porque implica frustración y una ruptura de las expectativas. “Tu autoestima cae en picado”, añade Olivia. “Te ves como una mujer que no funciona correctamente. Y empiezas a pensar que quizá has hecho algo mal: si has comido esto, si has bebido aquello, si no te relajaste lo suficiente… Como si la responsabilidad fuera solo tuya.”

El peso del reloj biológico

Cristina tiene 43 años y es arquitecta. Durante mucho tiempo, su prioridad fue construir una vida profesional estable y esperar a encontrar una pareja con la que compartir un proyecto de familia. Esa combinación no llegó, y decidió emprender la maternidad en solitario. “Siempre quise ser madre, pero no se dieron las circunstancias antes. Cuando decidí intentarlo sola, ya era consciente de que no iba a ser fácil. La edad estaba ahí, y con ella, un montón de miedos”.

Cristina sigue en el proceso. “Estoy en la búsqueda, y el camino es duro. No tanto por mí, sino por cómo te juzga la gente. A veces pienso que acabaré tirando la toalla, no solo por el desgaste físico y emocional, sino por el peso social, el estrés que conlleva y el coste económico”, asegura.

Otro estudio presentado en 2024 por la Universidad de Copenhague concluye que las mujeres con mayores ingresos tienen el doble de probabilidades de éxito en tratamientos de fertilidad. “El tiempo de espera durante la terapia, el miedo a una prueba de embarazo negativa y el inicio de un nuevo tratamiento tras intentos fallidos pueden causar estrés y ansiedad. Es probable que cada mujer reaccione de forma diferente al estrés, en función de su personalidad, situación vital y posición socioeconómica”, explica Rikke Uggerhøj, autora principal del estudio.

¿Qué pasa cuando son ellos los infértiles?

Aproximadamente un tercio de los casos de infertilidad tiene causa masculina. “Antes esto era un tema muchísimo más tabú de lo que es ahora, porque ni siquiera muchísimos de los padres o futuros padres querían hacerse las pruebas de fertilidad. De hecho, los hombres, al ser más callados, más reservados, hacen más clínica depresiva que ansiosa. He tenido pacientes con depresiones graves, con ideas de autolesión, con ideas de morirse cuando no pueden concebir”, relata Robles.

“Las mujeres tenemos más tendencia a hablar y externalizar las emociones, mientras que los hombres las callan. Pero hay una cosa curiosa: cuando la infertilidad es de causa femenina, las mujeres se sienten culpables, pero lo cuentan. Cuando es de causa masculina, muchas veces las mujeres no lo cuentan, para proteger a la pareja. Y es importante poder externalizar para poder expresar todos sus sentimientos y sentirse acompañadas por su entorno”, explica la psiquiatra.

La presión del entorno y el estigma social

Además del desgaste emocional y físico, muchas personas enfrentan un entorno social que no siempre comprende la dimensión del proceso. “Frases como ‘relájate y ya verás’ o ‘yo me quedé a la primera’ generan mucha culpa. Te hacen sentir responsable, como si no te relajaras lo suficiente. Y eso puede ser muy dañino”, advierte De Prado.

“Es necesario hablar más del tema en espacios públicos, en los medios, en las consultas médicas y en la educación afectivo-sexual”, coincide Robles. “La infertilidad sigue siendo una experiencia invisibilizada. Y mientras no se normalice hablar de ello, muchas personas seguirán viviendo su dolor en soledad”.

Para quienes acaban de recibir un diagnóstico de infertilidad, De Prado da el siguiente consejo: “Le diría que no es el final. Que esto es una carrera de fondo. No es necesario ser la que más aguante ni la que lo consiga antes. Cada persona tiene su ritmo. Lo importante es saber que no está sola”, argumenta. En términos emocionales, la psicóloga explica que más allá de la intervención también es importante la prevención. “Sería ideal poder prevenir el desgaste emocional antes de que estalle. Pero todavía nos cuesta mucho verlo como una parte esencial del proceso. Muchas llegamos a terapia cuando ya estamos muy desgastadas”, concluye.