¿Has escuchado alguna vez la expresión «un azote a tiempo…»? Muchas personas consideran que la violencia es una forma válida —y eficaz—de educar a los más pequeños. Sin embargo, hoy en día tenemos pruebas científicas de que esto no es así. Los castigos físicos generan consecuencias en las personas que persisten más allá de la infancia.
En este artículo vamos a exponer los resultados que han publicado recientemente un equipo de investigadores. Pese a que mucha gente piensa lo contrario, la violencia no aporta nada positivo en la crianza, sino que solo tiene consecuencias negativas.
Hablamos sobre la disciplina mediante el castigo físico y cuáles son los efectos negativos que esta metodología conlleva. Abordamos también otros aspectos interesantes a tener en cuenta como, por ejemplo, si el contexto cultural importa o si las consecuencias de los castigos físicos son iguales independientemente del entorno. Por último, ofrecemos alternativas a la violencia que pueden enriquecer la crianza.
La disciplina mediante el castigo físico
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señalaba en 2023 que el 60% de los niños de entre 2 y 14 años recibían castigos físicos por parte de sus progenitores u otros cuidadores. En algunos países, es todavía común que las criaturas reciban este tipo de represalias a manos de sus profesores en las escuelas.
Lamentablemente, durante muchas décadas la mayor parte de las familias han recurrido a la violencia como forma de disciplinar a sus hijos e hijas. Debido a que esta forma de crianza estaba extendida, se consideraba “normal” y apenas se cuestionaba. De hecho, hoy en día son muchas las personas que todavía muestran reticencias al cambio.
Según indica la OMS el riesgo de recibir castigos físicos es similar para niños y niñas. Esta organización ya defendía que las agresiones corporales, físicas, hacia la infancia no tenía ningún tipo de beneficio, al contrario, solo incrementan los problemas conductuales. Como veremos más adelante, esto es solo el principio porque suponen también problemas físicos, emocionales y mentales.
Con frecuencia, se utilizan los castigos físicos para intentar corregir conductas indeseables para los padres. Sin embargo, la violencia no educa ni enseña, no ayuda a comprender e interiorizar nada a los niños. Solo consigue cambios momentáneos debidos al miedo generado por los castigos corporales.
Los efectos negativos de los castigos físicos
Los castigos físicos son un tema que suscita interés desde hace algún tiempo. Son innumerables los estudios disponibles y, de hecho, la ONU ya pidió la prohibición de los mismos en el año 2006. Recientemente, un equipo de investigadores han publicado los resultados obtenidos tras haber analizado 195 estudios, publicados entre 2002 y 2024, relacionados con el castigo corporal.
Los resultados de esta revisión sistemática son contundentes. Por un lado, se reafirma la idea de que el castigo físico tiene un fuerte impacto en el desarrollo físico, emocional, psicológico y mental de las criaturas. Los niveles de ansiedad, sintomatología depresiva y problemas conductuales -traducidos como agresividad hacia otras personas- eran mayores en niños que recibían violencia para ser “disciplinados”. Además, se observaba también un peor rendimiento académico.
Por otro lado, las relaciones familiares y sociales se ven deterioradas. Por si todo esto fuera poco, no se observaron beneficios duraderos a nivel de comportamiento. En otras palabras, se confirmó la hipótesis de que los castigos físicos no son efectivos ni a corto ni a largo plazo puesto que no producen los cambios deseados en la conducta de los niños y las niñas.
El castigo físico genera respuestas de miedo, vergüenza, humillación y resentimiento en las víctimas. Esto les deja una huella muy dolorosa y profunda en todos los aspectos de su desarrollo que va a potenciar los comportamientos disruptivos y la retracción emocional. Esto, a su vez, tiene consecuencias también que interfieren en su desarrollo personal y en sus relaciones.
En esta línea, podemos decir que para lo que se ha observado que sí sirven los castigos físicos es para mantener el ciclo de violencia, dolor y trauma. Esto quiere decir que aquellos infantes que son víctimas de castigos físicos tienen muchas más probabilidades de repetir y perpetuar este tipo de patrones violentos en las relaciones que vaya estableciendo posteriormente.
¿El contexto cultural importa?
Es cierto que la mayoría de estudios realizados hasta el momento se habían llevado a cabo en países con ingresos medios-altos y se consideraba que quizá el factor cultural podía estar influyendo. Afortunadamente, esta nueva revisión sistemática aporta información relevante y novedosa en este sentido.
En esta ella se han tenido en cuenta estudios de 56 países diferentes con ingresos medios y bajos. Pese a que muchas personas creen que el contexto cultural puede modular los efectos del castigo físico, los investigadores observaron que las consecuencias negativas se mantienen —son consistentes— independientemente de la cultura, valores sociales y la religión.
Sin embargo, el contexto cultural puede ser relevante a nivel educacional. Es cierto que en algunos contextos todavía se validan este tipo de metodologías y eso perpetúa las dinámicas. Por tanto, es necesario trabajar a nivel comunitario para poder transformar los métodos educativos en metodologías más respetuosas e informadas.
¿Qué alternativas podemos implementar?
Afortunadamente, hoy en día disponemos de mucha información científica contrastada que nos ofrece alternativas a la violencia como forma de educar. Basándonos en la psicología del desarrollo podemos potenciar formas de crianza que se basen en el respeto.
Para que esto sea posible, el aspecto más básico es el de comprender cómo se desarrolla y funciona el cerebro de un niño/a para saber qué podemos esperar de él/la y qué no. Asimismo, es necesario disponer de una buena educación emocional para poder enseñarles a identificar y regular sus emociones de forma saludable.
Nada de todo esto es posible si no existe un vínculo sano, fuerte y seguro entre la criatura y sus progenitores o cuidadores. Aspectos como la comunicación abierta y fluida, el respeto por su persona y proceso de desarrollo, así como el hecho de ser el modelo que pretendemos que ellos reproduzcan son clave.
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