El fundador de la psicología positiva, Martin Seligman, publicó un libro titulado circuito de la esperanza en el año 2018, que consiguió cautivar a muchos lectores. Trata sobre su vida desde su infancia hasta el presente, y también da a conocer las historias visionarias que hay detrás de sus investigaciones más importantes. Dentro de estas, destaca la teoría de la indefensión aprendida ya que consigue darle una vuelta más y así generar un nuevo punto de vista sobre la misma.
¿Te suena el término indefensión aprendida? Hace referencia a la condición de una persona o animal que ha aprendido a comportarse de forma pasiva ante situaciones que ha clasificado como incontrolables. Además, a esto se le añade la sensación subjetiva de no tener la capacidad para hacer nada que modifique la situación actual. Como resultado, nace la pasividad aunque existan oportunidades reales de cambiar la situación aversiva.
A este respecto, en el artículo de hoy, analizaremos el libro circuito de la esperanza publicado por Seligman, donde revoluciona el concepto de la indefensión aprendida e introduce el concepto de circuito de la esperanza. ¿A que se refiere con esto? Sigue leyendo para descubrirlo.
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Circuito de la esperanza
El circuito de la esperanza lo designa Seligman como NDR-CPFM. Se trata de una estructura cerebral de funcionamiento complejo unida a la corteza prefrontal. Uniéndolo al concepto de indefensión aprendida comentada anteriormente, ante acontecimientos negativos o amenazas prolongadas, el organismo actúa a través de la indefensión aprendida, lo que aumenta nuestros niveles de ansiedad.
No obstante, aquí es donde entran en juego nuestros procesos cerebrales y nos ayudan a amortiguar esa pasividad que se activa “por defecto”. Con todo esto, Seligman se da cuenta de que la indefensión aprendida sería la respuesta por defecto de los mamíferos. Sin embargo, los seres humanos contamos con este “nuevo” circuito, el de la esperanza, a través del cual aprendemos a dominar, controlar y amortiguar las amenazas.
Yendo un paso más allá, gracias al circuito de la esperanza, podemos aprender (y también enseñar) que las amenazas negativas futuras (o los eventos negativos), pueden llegar a ser controlables, y eso nos ayuda a protegernos de la indefensión, la pasividad y la ansiedad.
Indefensión aprendida
Tal y como comentábamos al principio del artículo, la indefensión aprendida es un conjunto de emociones, sentimientos, síntomas fisiológicos y comportamientos caracterizados por el desánimo, el abandono, la pasividad y la inacción ante escenarios negativos o poco gratos, de los que cualquier persona desearía escapar. Las personas que caen en este estado interpretan que su conducta no tiene efecto alguno sobre el entorno y ‘aprenden’ a no hacer nada, aunque lo estén pasando muy mal.
Se trata de algo semejante a rendirse, abandonar o ‘tirar la toalla’ cuando se tiene la sensación de que nuestro problema no tiene salida o su resolución se encuentra muy lejos de nuestro alcance. Cualquier tentativa de solución parecerá inútil. Todo ello responde a una vivencia puramente subjetiva, pero quien la padece no logra ver alternativas operativas para mejorar.
La indefensión aprendida florece cuando un sujeto se ha enfrentado en repetidas ocasiones a determinadas situaciones sin que sus actos hayan conseguido surtir el efecto que realmente querían. Esto acaba derivando en una sensación de impotencia y en la percepción de que aquello que les rodea es incontrolable y que, por lo tanto, lo mejor es no hacer nada.
De hecho, hasta cuando el resultado es el deseado, el sujeto tiende a pensar que no se ha producido por las acciones llevadas a cabo, sino por puro azar o porque debía ser así. Como resultado, no es de extrañar que la persona que sufre indefensión aprendida acaba teniendo un grave problema de autoestima.
Además, este se ve incrementado por una falta de motivación extrema. Todo esto se traduce en que la voluntad del propio sujeto queda siempre subordinada a cualquier aspecto externo. Incluso, en casos extremos, pueden surgir síntomas depresivos y de ansiedad.
Las amenazas
A lo largo del artículo, venimos hablando acerca de la conexión que hay entre la indefensión aprendida, el circuito de esperanza y las amenazas. A este respecto cabe destacar que, según Seligman, a medida que el organismo evolucionó con los años se fue haciendo más complejo. Con ello, empezó a identificar y anticiparse a posibles amenazas.
Asimismo, para hacer frente a las amenazas desarrollamos habilidades conductistas y cognitivas. El control de estas amenazas era posible incluso con amenazas prolongadas. De esta forma, ante amenazas prolongadas, activamos ajustes de energía en el organismo. También activamos mecanismos de pasividad, pero estos mecanismos se bloquean cuando activamos el control.
Conclusiones
El propio Seligman con su equipo, lograron comprender que dentro del cerebro humano hay un circuito cerebral que le permite vivir siempre en esperanza. De tal manera que la esperanza siempre estará en los humanos y que por mucho que le abaten las penas, ésta brillará mostrando que hay un norte para caminar, seguir y confiar. Siempre habrá un nuevo amanecer, siempre se podrá lograr. Y para que no quede brecha entre la esperanza de la psicología y la esperanza de la virtud teologal, he de citar la frase abreviada de Seligman: “entre la ciencia y la religión, se puede comprender todo”.