La palabra “propósito” se puede definir como la intención o el ánimo por el que se realiza o se deja de realizar una acción. Se trata del objetivo que se pretende conseguir o alcanzar.
En este sentido, desde hace muchos años, los seres humanos hemos comenzado a plantearnos una serie de propósitos al comienzo de cada año, con la esperanza de cambiar o mejorar diferentes aspectos o ámbitos de nuestra vida.
“Quiero empezar a practicar algún deporte”, “Debería organizarme para tener una alimentación más saludable”, “Me gustaría viajar más este año”, “Tengo que leer todos los libros que compré el año pasado y aún no he empezado”, “Quiero dejar de fumar”, “Voy a hacerme un cambio de imagen”, etc. Este es el discurso de muchas personas al inicio del año, en el mes de Enero, o incluso, al comienzo de un nuevo curso académico, en el mes de Septiembre. Sin embargo, al cabo de unas semanas o unos meses, estos objetivos que se plantearon con entusiasmo e ilusión, se quedan en el aire y sin completar.
De esta forma, hay personas que han comenzado a rechazar el planteamiento de estos propósitos de año nuevo, pues predicen que no van a conseguir sus objetivos y, así, evitan sentir esa frustración tras su fracaso. También justifican este rechazo alegando que prefieren vivir el día a día, sin centrarse demasiado en el futuro. Pero, ¿es esta una solución? ¿Debemos evitar los famosos propósitos de año nuevo o son una opción que nos puede beneficiar para alcanzar nuestras metas?
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¿Merece la pena plantearnos estos propósitos?
Hay estudios que demuestran que plantearnos una serie de objetivos al comienzo de un nuevo año puede tener múltiples beneficios para nuestra salud en general. Por ejemplo, uno de estos beneficios sería a nivel emocional, ya que cuando invertimos parte de nuestro tiempo en esas áreas de la vida importantes para nosotros con la idea de cumplir esos propósitos, nos sentimos realizados, orgullosos, felices o con más energía. Además, cuando por fin logramos culminar ese objetivo, nos sentimos realmente satisfechos.
Cabe añadir que el hecho de plantearnos una serie de metas propias fomentará el autoconocimiento, pues para poder escoger aquellos objetivos que conseguir, primero necesitamos preguntarnos “¿quién soy?”, “¿qué quiero/necesito?”, “¿qué me mueve en la vida?”, etc. Y, por supuesto, esto aumenta nuestro nivel de empoderamiento, pues somos nosotros los que decidimos qué hacer con nuestro tiempo, disipando esa sensación de vivir en piloto automático o de sentirnos arrastrados por la rutina.
Por último, no podemos olvidar que, ponernos manos a la obra para cumplir esos propósitos que hemos planteado, nos ayudará a entrenar nuestra capacidad de planificación y organización del tiempo, así como otras habilidades relacionadas con la resolución de problemas y consecución de objetivos.
En general, plantearnos nuevas metas a nivel profesional o personal y llevarlas a cabo, hace que te conviertas en el protagonista de tu vida, de tu historia, favoreciendo así tu bienestar.
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¿Por qué sólo el 10% consigue todos sus objetivos propuestos?
Un estudio de la Universidad de Scranton (Pennsylvania) concluyó que sólo el 10% de la población consigue cumplir todos los propósitos que se plantea. Probablemente te sientas identificado/a. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto?
En bastantes ocasiones, los propósitos que nos planteamos son deseos o sueños expuestos de forma difusa o ambigua: “Quiero aprender idiomas”, “Voy a hacer más deporte”, etc. Si no tenemos claro qué es lo que queremos exactamente o cómo lo podemos conseguir, la probabilidad de éxito se verá reducida en gran medida.
En otras ocasiones, aquellos propósitos que definimos no son coherentes o realistas con nuestra situación, estilo de vida o nuestros valores. Esto es muy importante, puesto que la probabilidad de abandono aumenta si se da alguna de estas circunstancias a la hora de planificar los objetivos que queremos lograr.
Otra de las causas que puede hacer que no consigamos nuestros propósitos es cargarnos en exceso. Aunque definamos bien nuestros objetivos, tengamos claro cómo vamos a poner en marcha cada uno de ellos, sean coherentes con nuestra situación y afines a nuestros valores… si nos proponemos demasiados, nos saturaremos y, de nuevo, es probable que fracasemos.
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¿Hay alguna estrategia que me ayude a conseguir mis propósitos?
Sí, de hecho, te recomiendo que la pongas en práctica, pues te facilitará bastante la consecución de tus objetivos. Eso sí, es importante que, en primer lugar, determines cuáles son las causas por las que, hasta ahora, no logras aquello que te propones. De esta forma, te resultará más sencillo corregir aquellas variables que están impidiendo el éxito. En segundo lugar, será interesante que conozcas y apliques la técnica “SMART”, la cual te explico a continuación.
¿SMART? ¿Cómo nos puede ayudar esta herramienta? Nos va a servir para comprobar si nuestro propósito está definido o si es asequible, así como a ponerlo en marcha. Para ponerla en práctica debemos contestar a las siguientes preguntas y reflexionar sobre nuestras respuestas.
S (“Specific”/ “Específico”): ¿Qué quiero conseguir? ¿Cómo lo voy a poner en práctica? ¿Y cuándo?
Es muy importante que determinemos, de manera específica, aquello que intentamos alcanzar, sin ambigüedades. Por ejemplo: “Quiero hacer deporte. Voy a ir al gimnasio que está en la calle Severo Ochoa, los lunes a las 18:00h y, los miércoles y viernes, a las 16:30h. Estaré aproximadamente 1 hora y comenzaré el 24 de enero.”, en lugar de “Quiero hacer deporte.” Como en el ejemplo, nuestros objetivos deben estar definidos los más claramente posible.
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M (“Measurable”/ “Medible”): ¿Cómo sabré si lo he logrado?
Otra de las acciones que nos ayudará a ser constantes con nuestros propósitos es asegurarnos de que lo estamos haciendo; es decir, nos marcaremos ciertos parámetros para saber si lo conseguimos.
Por ejemplo: “Cada vez que acuda al gimnasio cuando me lo he propuesto lo registraré en mi calendario.” Ten en cuenta que, llevar un registro escrito al día sobre tus logros, puede hacer que tu motivación sea mayor. Si te desentiendes del objetivo o tus recuerdos sobre qué has conseguido hasta el momento no son exactos, puedes desmotivarte con más facilidad.
A (“Attainable”/ “Asequible”): ¿Está en mi mano lograrlo? ¿Estoy preparado/a para llevarlo a cabo?
Una meta asequible es aquella que podemos lograr, es decir, que no es imposible. Pueden ser fáciles o difíciles de alcanzar, pero son factibles para nosotros. Es interesante que analices tu situación actual, tu contexto, tus posibilidades, etc., y que establezcas objetivos que estén a tu alcance. Por ejemplo, si únicamente tengo 1 hora libre diaria de lunes a viernes, no puedo proponerme ir al gimnasio una hora si, además, tardo en llegar hasta él 45 minutos.
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R (“Relevant”/ “Pertinente”): ¿Me hace sentir fiel a mis valores?
En general, podemos definir los “valores” como aquellos principios o cualidades importantes para cada persona. Cada uno tenemos nuestros propios valores y están definidos por la educación que hemos recibido, la cultura en la que hemos crecido y las experiencias concretas. Normalmente, aunque puede haber excepciones, los valores de una persona tienden a ser siempre los mismos y, según en qué momento de su vida se encuentre, priorizará unos más que otros. Por ejemplo: familia, amistad, aprendizaje, justicia, autonomía, respeto, etc.
Cuando escogemos un propósito acorde a nuestros valores, la probabilidad de consecución del mismo aumenta. De esta forma, para comprobar si estoy siendo coherente conmigo mismo/a, he de analizar si lo que pienso, siento y hago va en la misma dirección.
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T (“Time-bound”/ “De tiempo limitado”): ¿Cuándo empiezo? ¿Cuál es la fecha límite para lograrlo?
Otra de las cosas que hay que tener en cuenta, a la hora de proponernos un objetivo, es que tenga una fecha de inicio y una fecha de fin. Además, si lo dividimos en pequeñas metas, podemos ir planteando varios plazos de cumplimiento específicos, hasta conseguir nuestro propósito, evitando que lo aplacemos a última hora.
En este sentido, aquellos objetivos planteados con una duración determinada, se convertirán en un desafío para nosotros.
Eso sí, esa duración que establezcamos ha de ser realista. Imaginemos que “quiero aprender B1 de francés” y mi fecha límite la pongo en una semana. Si mi nivel actual es principiante, es decir, no conozco prácticamente el idioma, quizás es poco realista, pues en una semana es complicado que adquiera el nivel B1, teniendo en cuenta el tiempo que le puedo dedicar y mis capacidades, etc.
Una vez que hemos aprendido cómo poner en práctica la técnica SMART descrita anteriormente, ¡ya podemos ponernos manos a la obra con nuestros propósitos de año nuevo! ¿A qué esperas?
Autora: Maribel Martín, Psicóloga General Sanitaria en Centro Rapport Psicología.
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