Especialistas del Centro de Bienestar Emocional Esencia explican cómo afrontar una ruptura afectiva desde la psicología clínica. El duelo amoroso, lejos de ser una debilidad, es una experiencia humana que puede transformarse en autoconocimiento.
Las rupturas amorosas están entre los eventos vitales más dolorosos. No solo implican el final de una relación, sino la pérdida de rutinas, de espacios compartidos y de proyectos futuros. En un contexto en el que los vínculos afectivos se han vuelto más complejos, muchas personas recurren a la psicoterapia para comprender lo que ocurrió y, sobre todo, sanar.
La terapia individual, de pareja o familiar permite trabajar el proceso de duelo amoroso desde una mirada profunda, integradora y respetuosa del ritmo emocional de cada persona.
El cerebro tras la pérdida amorosa: un dolor que se siente “real”
Numerosas investigaciones respaldan que el cerebro experimenta el rechazo o la pérdida romántica de forma muy similar al dolor físico. Un estudio reciente de la Universidad de Columbia (2024) utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para demostrar que áreas como el córtex somatosensorial y la ínsula anterior —asociadas típicamente al procesamiento del dolor corporal— se activan intensamente durante una ruptura sentimental. “Para el cerebro, perder a una pareja es como recibir una herida. No distingue entre una fractura y una separación: ambas duelen”, explica el neuropsicólogo Gabriel Montalvo, investigador del equipo que lideró el estudio en 2024.
Además, investigaciones previas como la de Fisher et al. (2022) han profundizado en cómo el sistema de recompensa cerebral, particularmente las vías de la dopamina, se desregula tras una ruptura. Esta alteración provoca síntomas como impulsos intensos de contacto, idealización del ex y pensamientos obsesivos, similares a un síndrome de abstinencia, equiparable al que atraviesan quienes dejan una droga adictiva. Este tipo de sufrimiento, aunque emocional, tiene una base fisiológica concreta. “El dolor emocional no es menor que el físico. Las neurociencias han demostrado que amar y perder afecta tanto al cuerpo como a la mente”, afirma la psicóloga Mariana Arrieta, especialista en apego adulto.
Arrieta añade que este tipo de dolor también activa la amígdala cerebral, zona clave en el procesamiento de las emociones intensas como el miedo, la tristeza o la ansiedad. Esta activación constante puede generar trastornos de sueño, cambios en el apetito y problemas de concentración, síntomas comunes tras una ruptura.
La psicoterapia como espacio seguro para recomenzar
Un metaanálisis publicado en Frontiers in Psychology (2024) analizó 23 estudios clínicos sobre procesos post-ruptura. El 72 % de los participantes que acudieron a terapia afirmaron sentir mejoras claras en menos de tres meses. El 55 % señaló que descubrieron patrones repetitivos en sus relaciones que antes no notaban (PubMed, 2024). Las terapias más recomendadas por psicólogos y terapeutas de pareja incluyen:
- Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Identifica distorsiones cognitivas como: “No valgo si estoy solo/a”, “Nunca más volveré a amar”, “Todo fue mi culpa” y las reemplaza por pensamientos más funcionales.
- Terapia centrada en las emociones (EFT): Fortalece el reconocimiento de necesidades emocionales y vulnerabilidades no expresadas, y trabaja en patrones de apego inseguro.
- Terapia de aceptación y compromiso (ACT): Promueve el compromiso con los valores personales a pesar del malestar. Es útil para evitar caer en evitación emocional o dependencia afectiva.
¿Y si el cierre también puede ser compartido?
Las especialistas del Centro de Bienestar Emocional Esencia afirman que en muchos casos, la psicoterapia no finaliza con la relación, sino que la transforma. Existen parejas que, tras la separación, deciden continuar un proceso terapéutico conjunto con el objetivo de alcanzar un cierre emocional más sano, especialmente cuando comparten hijos, responsabilidades financieras o proyectos en común. ¿Por qué recurrir a una terapia post-ruptura?
- Evitar conflictos prolongados: Especialmente útil cuando se deben tomar decisiones sobre la crianza de los hijos o la división de bienes.
- Agradecer lo vivido y asumir responsabilidades: Este enfoque permite que cada parte exprese lo que aprendió y lo que valora del vínculo, evitando rencores a futuro.
- Sanar heridas abiertas: Trabajar con un terapeuta evita que queden resentimientos que puedan afectar futuras relaciones.
Un ejemplo claro de este tipo de intervención es el enfoque de “conscious uncoupling” (desvinculación consciente), popularizado por la terapeuta Katherine Woodward Thomas. Este método, cada vez más adoptado en EE. UU. y Europa, plantea que una separación puede ser un proceso de crecimiento mutuo, basado en el respeto, la responsabilidad emocional y la comunicación clara. “No toda relación termina mal. Algunas terminan con sabiduría, aceptación y gratitud. La terapia ayuda a lograr eso”, explica la terapeuta familiar Julia Acosta, quien aplica este enfoque con parejas que desean cerrar ciclos de manera pacífica.
Además, un estudio de la American Journal of Family Therapy (2023) demostró que las parejas que participaron en programas de terapia post-ruptura reportaron un 45 % menos de conflictos legales y una mayor satisfacción en la relación como padres en comparación con aquellas que no buscaron ayuda profesional.
Del duelo a la transformación: resignificar lo vivido
La ruptura no tiene por qué marcar un final definitivo, sino el inicio de una transformación profunda. Para muchas personas, ese quiebre emocional es la oportunidad de volver a mirarse, de escucharse desde el silencio que deja el otro, y de reconstruirse con nuevas bases. Un estudio longitudinal de la Universidad de Chicago (2023) reveló que quienes se permiten reflexionar activamente sobre su historia amorosa (en lugar de evitarla o negarla) desarrollan mayores niveles de inteligencia emocional, tolerancia a la frustración y claridad afectiva en sus relaciones futuras. Este proceso de resignificación implica aceptar lo vivido sin idealizarlo ni condenarlo, comprendiendo que cada relación, incluso las que terminan, tiene algo que enseñarnos.
“La psicoterapia no borra el pasado, lo convierte en aprendizaje”, señala la psicóloga clínica Mariana Arrieta. “El dolor nos abre. La terapia permite que ese dolor no sea una herida que sangra, sino una marca que transforma”. En otras palabras, la ruptura no se supera evadiendo, sino elaborando. Y elaborar requiere tiempo, conciencia y acompañamiento. Las herramientas que ofrece la terapia desde el mindfulness y la escritura expresiva, hasta el enfoque narrativo o la terapia cognitivo-conductual permiten que la persona reelabore su historia con un sentido más amplio. El vínculo perdido deja de ser solo una fuente de dolor y se convierte en parte del camino de autodescubrimiento.
Conclusión
Superar una ruptura amorosa no es “olvidar”, ni “llenar el vacío”, ni “seguir como si nada”. Es reconstruirse desde lo vivido, integrar la experiencia y redescubrir quiénes somos sin la presencia del otro. Es un ejercicio de memoria afectiva y resignificación personal. La psicoterapia, en cualquiera de sus formas individual, de pareja o incluso grupal, brinda las herramientas necesarias para transitar el duelo con conciencia, compasión y propósito. Es un acompañamiento que no elimina el dolor, pero sí permite atravesarlo con más claridad y menos sufrimiento.
Porque al final, el verdadero cierre no lo da la otra persona: lo construimos nosotros. En esa construcción, el corazón no vuelve a ser igual… pero sí puede volver a latir con más fuerza, con más sabiduría y con un amor más consciente: hacia uno mismo. Cuando estes preparada aquí estaremos para acompañarte en tu propio proceso terapéutico. Todas las psicologas del Centro de Bienestar Emocional Esencia estamos para servirte en este proceso muy reparador a nivel emocional.


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