Las etapas de la conciencia según Wilfried Nelles: cómo comprender y madurar en la vida

Un mapa interior para crecer con conciencia, equilibrio y serenidad emocional.

Las etapas de la conciencia según Wilfried Nelles

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A lo largo de la vida, no solo se desarrolla nuestro cuerpo físico: también lo hace nuestra forma de ver, sentir y comprender el mundo. Cada experiencia —alegría, pérdida, logro o fracaso— amplía nuestra mirada interior y transforma nuestra manera de estar en la vida. Wilfried Nelles propone un modelo de siete etapas de la conciencia que no pretende clasificar ni medir el desarrollo humano, sino describir el despliegue natural de la vida interior.

Las siete etapas de la conciencia

Cada etapa tiene su valor, su sabiduría y su propósito, y todas forman parte del movimiento de maduración que nos invita a vivir con más comprensión, serenidad y empatía.

El viaje de la conciencia comienza en la unidad original, antes incluso del nacimiento. En ese primer estado no existe un “yo” separado: hay solo vida, quietud y fusión total con el todo. Es el recuerdo más profundo que llevamos grabado, esa sensación de pertenecer completamente, sin miedo ni carencia.

Después, con el nacimiento, aparece la conciencia de grupo, donde la supervivencia depende del vínculo. El niño aprende que existe porque pertenece: a una familia, una cultura, una historia. Es la etapa del “nosotros”, del amor incondicional y también de las primeras normas. Desde aquí aprendemos lo que significa formar parte de algo más grande.

Con el paso del tiempo surge la conciencia del yo, la etapa de la juventud interior. Aquí nace la fuerza para diferenciarse, para decir “no”, para explorar los propios límites. Es el momento de descubrir quién soy más allá del grupo, aunque a veces venga acompañado de rebeldía, soledad o confusión. Este impulso de individuación es necesario para poder madurar.

Más adelante florece la conciencia de unión, que llega cuando el individuo ya no necesita luchar para afirmarse. Ahora puede reconectar desde la libertad, amar sin perderse y reconocer a los demás sin sentirse amenazado. Esta etapa marca el paso a la adultez emocional: podemos mirar atrás sin culpar, decir “sí” a lo que fue y “gracias” por lo recibido.

Con la madurez vital se despierta la conciencia de misión. La vida ya no gira solo en torno a las propias metas, sino que se abre a un propósito mayor. Aparece el deseo de servir, de aportar algo al mundo desde la experiencia y la autenticidad. El ego se pone al servicio del alma, y las acciones brotan de una motivación más profunda y serena.

En las etapas más avanzadas, emerge la conciencia de totalidad, que suele acompañar a la vejez o a los momentos de profunda sabiduría interior. Desde aquí la vida se ve en conjunto: todo lo vivido —las luces y las sombras, los aciertos y los errores— se integran como parte de un mismo tejido. Es la mirada del que comprende sin juzgar, del que puede bendecir su historia y la de los demás.

Finalmente, el camino culmina en la conciencia total, que no es un final, sino un regreso a la unidad, pero ahora desde la comprensión. Es el momento en que el yo se disuelve en el todo, en que dejamos de ser observadores separados para convertirnos en parte viva del movimiento universal. Algunos lo experimentan simbólicamente en vida, en instantes de profunda conexión o silencio interior.

Entonces, ¿qué significa madurar?

Así, la evolución de la conciencia no es una carrera ni una meta espiritual, sino un proceso natural que nos invita a vivir cada etapa con plenitud. No se trata de llegar antes, sino de estar presentes donde estamos, con la certeza de que cada fase tiene su razón de ser y su belleza particular. Y cuando aprendemos a mirar la vida así —como un viaje continuo de expansión y retorno—, nace una comprensión más amable de nosotros mismos y de los demás.

Comprender este mapa interior también nos ayuda a aceptar los diferentes ritmos humanos. No todos estamos en la misma etapa ni necesitamos lo mismo al mismo tiempo. Esta visión disminuye la exigencia y fortalece la empatía. En lugar de juzgar al otro por no ver como nosotros, podemos reconocer que cada persona está en su propio momento de conciencia, atravesando sus aprendizajes.

Madurar, en este sentido, no consiste en alcanzar las etapas más elevadas, sino en integrarlas todas. Es decir: “sí” a la vida que hemos recibido, “no” a lo que nos limita y “gracias” a todo lo que nos hizo crecer. Esta tríada interior —sí, no y gracias— marca el paso hacia una conciencia más plena y libre, capaz de mirar la realidad tal como es y reconciliarse con ella.

Conclusiones

Las etapas de la conciencia nos recuerdan que la vida misma es el camino: un proceso que se despliega con sabiduría, donde cada fase tiene un sentido. Acompasar nuestra conciencia con este movimiento significa confiar, observar y agradecer. Porque madurar no es cambiar de piel una sola vez, sino aprender a fluir con lo que somos en cada momento. Y en ese fluir, sin forzar ni apresurar, encontramos la verdadera paz de estar vivos.

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  • Nelles, W. (2011). La vida no tiene marcha atrás. Evolución de la conciencia, crecimiento espiritual y constelación familiar. Editorial Desclée De Brouwer

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Blanca Garcia Grau. (2025, octubre 31). Las etapas de la conciencia según Wilfried Nelles: cómo comprender y madurar en la vida. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/etapas-conciencia-segun-wilfried-nelles-como-comprender-y-madurar-en-vida

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