Cuando hablamos de comunicación, generalmente solemos pensar en primer lugar en el lenguaje verbal (sea oral o escrito) como medio de expresión de ideas, sentimientos, intenciones y emociones. Los mensajes emitidos por esta vía suelen ser casi siempre totalmente conscientes y voluntarios, controlando y eligiendo tanto lo que decimos como lo que no.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que todo, y no solo lo verbal, es comunicativo: desde las distancias hasta la postura, pasando por los gestos, transmite información. Ello forma parte del lenguaje no verbal.
Y no en todos los citados aspectos tenemos el mismo control: por ejemplo, a pesar de que podemos emplear gestos de forma consciente durante nuestro discurso también emitimos continuamente expresiones corporales y gestualizaciones de manera inconsciente e involuntaria, que pueden delatar nuestros pensamientos, sentimientos o incluso elementos de nuestra personalidad sin pretenderlo. Como ejemplo, en este artículo vamos a ver una serie de gestos que nos traicionan, dejando ver aspectos de nosotros de forma inconsciente.
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Los principales tipos de lenguaje
Como hemos visto, todo acto e incluso la ausencia de este es comunicativo. A la hora de valorar un intercambio comunicativo entre dos o más personas solemos tener en cuenta dos tipos de lenguaje: verbal y no verbal.
El lenguaje verbal haría referencia a la comunicación verbal o escrita a través del uso de la palabra como elemento simbólico de representación de la información, siendo el contenido del mensaje lo que resulta relevante.
En lo que respecta al lenguaje no verbal, este integra el conjunto de elementos a través de los cuales transmitimos información independientemente del contenido verbal que estemos o no expresando. El lenguaje no verbal está a su vez integrado por la proxémica, el lenguaje paraverbal y el lenguaje kinésico.
La proxémica es el uso de las distancias como elemento comunicativo, y el lenguaje paraverbal está configurado por el conjunto de cualidades de la voz o el uso de la palabra que no se refieren al contenido sino al formato tales como la entonación o el volumen utilizado. En lo que respecta a la kinésica o lenguaje kinésico, este integra el conjunto de movimientos, gestos, expresiones y posturas que realizamos durante el acto comunicativo y que son capaces de transmitir información, siendo esta capaz de modular la percepción, sentido e interpretación del mensaje.
Una decena de gestos que te delatan
Son muchos los gestos que llevamos a cabo a lo largo del día, siendo a menudo empleados voluntariamente. Sin embargo, no estamos tan acostumbrados a controlar nuestras expresiones e incluso a menudo no nos damos cuenta de que las estamos llevando a cabo, dejando ver partes de nuestra psique o forma de tomarnos la interacción con el otro de una manera inconsciente. Algunos gestos son incontrolables, no pudiendo forzarse de forma natural. Pero otros sí pueden cambiarse si nos damos cuenta y nos habituamos a realizarlos o a dejar de llevarlos a cabo.
A continuación vamos a mostrar una decena de gestos que nos traicionan en nuestras interacciones, así como su significado general. Ahora bien, se ha de tener en cuenta que cada personas es un mundo y un mismo gesto puede tener interpretaciones muy diferentes en función de la personalidad o los hábitos posturales de quien lo realice, o bien de la situación.
Así, pese a que a menudo los gestos que vamos a mencionar tienen un significado concreto, ver a una persona realizar determinado gesto no implica obligatoriamente que esté sintiendo una emoción determinada, expresando una faceta de personalidad concreta o reaccionando de una manera específica al intercambio comunicativo.
1. Brazos cruzados sobre el pecho
Un clásico fácilmente visible este gesto suele utilizarse en caso de enfado o impaciencia hacia otra persona o situación. Sin embargo también se establecer como un gesto que implica a la necesidad de establecer una separación o barrera entre nosotros y el otro, sea por inseguridad o incluso por desinterés.
Si se considera necesario este gesto puede evitarse fácilmente a nivel físico, si bien puede resultar de utilidad trabajar la tolerancia a la frustración o realizar un entrenamiento para fomentar la seguridad en sí mismo.
2. Brazos en jarras
Agarrarnos las caderas con las manos puede tener dos significados básicos, en gran medida contrapuestos. El primero de ellos y probablemente el más conocido es el que se asocia a la existencia de rabia o impaciencia, mientras que por otro lado también puede indicar una falta de seguridad que nos hace intentar hacernos más grandes ante la observación de los demás.
En realidad, ambas interpretaciones tienen algo en común: se vinculan a la adopción de una postura defensiva y de mostrar seguridad, haciéndonos más visibles tanto si lo hacemos desde una perspectiva más agresiva como si lo hacemos como método para intentar protegernos.
La manera de evitar realizar este gesto pasa en primer lugar por escucharse a uno mismo y entender nuestra reacción emocional ante las circunstancias o las personas, buscando una alternativa o solución a lo que nos genera la necesidad de realizarla.
3. Apretón de manos
Uno de los posibles gestos que nos traicionan dado que pueden dar más información de lo pretendido se produce cuando damos o alguien nos da la mano. Si bien es un tipo de movimiento consciente incluye aspectos que pueden escapar del control, como el nivel de fuerza que se aplica o si se acompaña o no de otro tipo de contacto físico.
Un contacto sin fuerza o en el que solo se den los dedos suele expresar poca confianza y seguridad en uno mismo, nerviosismo, rechazo o bien una falta de interés en la propia interacción.
Por el contrario, una apretón demasiado fuerte puede transmitir la idea de querer avasallar al otro, asumiendo una postura dominante y agresiva aunque a su vez puede hacer ver seguridad y asertividad. Si añadimos otro contacto, como por ejemplo agarrar el antebrazo con la otra mano, podemos estar sugiriendo o un deseo de cercanía o bien un intento de ejercer control sobre la situación o la interacción. El nerviosismo también puede expresarse en forma de sudor.
Lo ideal será intentar dominar los nervios antes de dar un apretón de manos, así como ensayar previamente con otras personas el nivel de fuerza a imprimir en el apretón, que debe ser firme y decidido pero lo suficientemente suave como para no resultar agresivo. En caso de sudar puede ser recomendable secarse las manos antes de darla, de una forma que resulte natural y poco perceptible (por ejemplo, de forma disimulada contra el pantalón).
4. Orientación de los hombros
A menudo no nos damos cuenta de lo expresivas que pueden resultar partes como los hombros. La orientación e inclinación de estos hacia adelante, hacia el otro, sugiere por lo general interés (independientemente del tipo de interés que sea) en la persona con la que se interactúa o en lo que nos está contando. Por contra, si se dirigen los hombros hacia los lados del cuerpo o hacia atrás puede estar indicando indiferencia, desinterés o aburrimiento.
En este sentido, el conocimiento de este hecho y la corrección de la postura pueden llegar a controlarse si somos conscientes de ello, proyectando los hombros a conveniencia o bien manteniendo una misma postura durante toda la interacción.
5. Hinchar el pecho
El hecho de hinchar el pecho es un gesto que puede ser inconsciente y que puede reflejar un intento de parecer de mayor envergadura, siendo empleado como gesto con el que pretender impresionar o mostrar fuerza. Puede ser un gesto defensivo o incluso agresivo.
En otro contexto, tanto en hombres como en mujeres e independientemente de la orientación sexual el hecho de hinchar el pecho es utilizado a nivel inconsciente ante personas que nos resultan estimulantes y atractivas. En este sentido los hombres inflan el pecho para mostrar poder y aumentar la figura, mientras que las mujeres tienen tendencia a buscar posturas que resalten sus senos.
Si no queremos mostrar este interés y el gesto es inconsciente no será posible pararlo, pero es posible realizar entrenamientos en tensión muscular y respiración que faciliten escanear y darse cuenta de dicho gesto.
6. Evitar la mirada
Evitar la mirada de nuestro interlocutor es por norma general un síntoma de nerviosismo, y es uno de los gestos que nos traicionan en diferentes situaciones. Dicho nerviosismo puede provenir de distintos tipos de situaciones y emociones: es habitual que las personas que mienten desvíen la mirada, pero también puede realizarse por timidez o sentirse abrumado por el otro, por incomodidad o incluso por sentir atracción por nuestro interlocutor.
La alternativa es intentar mantener la mirada durante un tiempo prudencial, parpadeando regularmente (la ausencia de parpadeo se suele relacionar con agresividad o con un intento de disimulo) pero sin exceso. Sin embargo se trata de algo muy difícil de controlar.
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7. Taparse la boca al sonreír
Este gesto es un indicio por lo general de timidez, vergüenza e inseguridad, o bien un intento de disimular una reacción que a la otra persona podría sentarle mal o que simplemente no queríamos que fuera percibida.
Si no queremos proyectar una imagen de timidez o vulnerabilidad, se recomienda intentar controlar el hecho de taparse y mostrar la sonrisa de modo directo.
8. Rascarse la oreja
Aunque obviamente rascarse la oreja puede ser producto de diferentes tipos de picor, en muchos casos este gesto es empleado de manera inconsciente ante situaciones que nos cansan o aburren, y las cuales estamos deseando que terminen. En ocasiones también puede decirse lo mismo de personas que se rascan de forma rápida la barba.
Evitar este tipo de gestos es difícil dado que puede aparecer cierto picor real, debiendo para ello controlar las manos y evitar acercarlas a la cara.
9. Mostrar las palmas
En lo que respecta a la palma de la mano, si se ofrece y queda hacia arriba y hacia el interlocutor suele estar indicando apertura y aceptación hacia el otro, respeto o en otros casos sumisión. En el extremo contrario, cuando en nuestros gestos lo que ofrecemos al otro es el dorso o nos protegemos la palma estamos expresando inseguridad, deseo de separación o ocultación de los sentimientos y/o autoridad.
El conocimiento de este hecho puede hacer que modifiquemos conscientemente nuestro gesto habitual y podemos llegar a habituarnos.
10. Piernas cruzadas hacia dentro, apoyando dedos y no talones
También cuando nos sentamos, la manera en la que lo hacemos deja ver aspectos de nuestra personalidad. Por ejemplo, sentarse con las piernas cruzadas y hacia dentro (es decir, dejando los pies en línea con el tronco) y de tal forma que únicamente los dedos de los pies quedan en contacto con el suelo suele indicar timidez, sumisión y/o vergüenza, siendo una postura defensiva. Otras posturas, como tener las piernas abiertas y separadas, implican extraversión y/o arrogancia.
Así, este tipo de gesto suele estar vinculado a la personalidad. Sin embargo también puede adquirirse o modificarse en base a la creación de nuevos hábitos al sentarse. Lo ideal sería mantener una postura relajada y cómoda, que no cargue las piernas y por lo general entre los dos casos anteriormente citados.