La muerte, dotada de prejuicios y tabúes, alimentados por la confusión que despierta y es que lo que algunos continúan creyendo como el opuesto a la Vida, es un error, pues realmente lo opuesto a la muerte es el nacimiento, primero nacemos y después morimos, y en la espera y transcurso entre éstas, es lo que se conoce como Vida. Y es un fenómeno naturalmente inherente a nuestra condición como seres vivos y más aún, como condición humana.
Y es que, tanto nacimiento como muerte mantienen características culturales, emocionales, sociales e incluso espirituales. Y es más que reconocido que estas dos variables son motor fundamental de todo cuestionamiento creado y desarrollado por nuestra conciencia tratando de responder dos angustiantes preguntas:
¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?
Sin embargo, no debemos considerar la muerte como una condicionante específicamente humana, pues compartimos con el resto de seres vivos el impulso innato de la supervivencia, lo que sí es meramente específico del humano es la diferencia de poder ser la única especie capaz de percibir y reflexionar sobre el hecho de que, todo lo que nos rodea en algún momento morirá, razón por la que la muerte ha sido un tema medular en la construcción del pensamiento humano y un tema de preocupación tan intenso que confirma el origen de la mayor expresión creativa y filosófica que lo caracteriza.
Un hecho que lo evidencia es la identificación de civilizaciones milenarias que con sus restos monumentales ponen de manifiesto la importancia de la tensión que la muerte les provocó, y siendo sinceros, continúa provocando. Esto se debe generalmente a la connotación negativa de la muerte, es más, del proceso de morir, dónde la tristeza, el sufrimiento, la culpa, la conciencia del fin de la vida, son persistentes y vividas desde una actitud fatalista, y aunque no es para menos, hace que la muerte no sea un tema fácil de afrontar, y por el contrario se vive una lucha inacabable de confrontar y enfrentar inútilmente su llegada.
Y una consecuencia del tabú generado sobre el morir, es el rechazo para saber que algún día, y cada vez más pronto, moriremos, lo que lleva en su intento a pasar de un fenómeno meramente natural, a un medio instrumentalizado, medicalizado, e incluso, vista como un fracaso.
Podemos comprender así que, la muerte es un pilar muy difícil de mirar, pero paradójicamente, en aras del deseo de olvidarla, parece que la misma se vuelve más y más evidente, exponiendo la confrontación de valores personales entre lo que es significativo y lo que es sólo una mera exigencia ambigua y superficial, evitando a toda costa, la expresión y vivencia del duelo significativo que implica, el adaptarnos a la ausencia, a lo que algún día fue y ahora ha dejado de ser.
Un camino hacia nuestro interior
El tema se complica, cuando se reconoce que la muerte, aún en su carácter universal, difiere de la forma específica en la que cada persona se relaciona con ella y principalmente, la manera en la que cada ser humano se ve afectado al saberse consciente del hecho de ser finito, ser mortal. Tal desafío lleva al ser humano a dotarse de respuestas inmediatas y reacciones viscerales enriquecidas desde la angustia, el miedo y en algunos casos, respuestas que afectan su salud arrojándose directamente a una depresión.
Y es claro que, no se trata de no tener miedo, pues es factible aceptar que, naturalmente tengamos miedo a lo desconocido, pero es una característica que nos identifica como seres en posibilidad de existir, y tal vez es el costo ante la libertad y habilidad de responder en la vida que tenemos frente el mundo. Este miedo, por ejemplo, lo podemos experimentar cuando estamos bajo el cuidado de una persona gravemente enferma, ante la fragilidad de nuestra vida en desastres y catástrofes naturales, o ante el arrepentimiento y el sufrimiento.
Por ello, es recomendable no dejar de lado, nuestra capacidad de adaptación, que permita una actitud consciente ante la muerte, y aprovechar los recursos y respuestas a partir de estudios longitudinales, los especialistas en estas áreas, tanto científicas como filosóficas nos proporcionan y esperemos, continúen proporcionando. Te pregunto: Si la vida es un proceso en dirección a la muerte y un continuo morir, ¿Cómo estás eligiendo morir?
Mi nombre es Lewis Alcántara. Soy Psicólogo clínico, Tanatólogo y especialista en filosofía en formación continua e inacabable y te invito a mantener un diálogo reflexivo, que, a pesar de la distancia, posibilite recursos vitales de aprendizaje que nos permita conocer y comprender las experiencias, tus experiencias, sobre la manera en la que haces frente ante el hecho ineludible de nuestra existencia, nuestra propia muerte…. tu muerte.


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