Los profesionales de la salud pueden fomentar Problemas Alimentarios sin darse cuenta

Esto es lo que ocurre cuando los terapeutas refuerzan los TCA de manera involuntaria.

Los profesionales de la salud pueden fomentar problemas alimentarios sin darse cuenta
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Los psicólogos pueden ver condicionada su práctica profesional por creencias culturales sobre el cuerpo, el peso y la alimentación.

En los últimos años, distintas investigaciones han puesto de relieve una realidad incómoda, y es que, incluso desde la mejor intención, los profesionales de la salud pueden contribuir a empeorar la relación que una persona mantiene con su alimentación. Quienes trabajan en este ámbito no son ajenos a los sesgos culturales que atraviesan la práctica clínica y esta es una cuestión conocida por especialistas como Tatiana Lacruz, directora del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria en UNIE Universidad. Su labor ayuda a comprender cómo, en ocasiones, ciertos enfoques habituales en consulta pueden perpetuar dinámicas que buscan abordarse desde la intervención psicológica.

No nos gusta admitirlo, aunque la evidencia es consistente. Los profesionales de la salud pueden contribuir, sin intención y desde un deseo sincero de ayudar, a empeorar la relación que una persona tiene con su cuerpo o con la comida. Y aunque este fenómeno se ha estudiado sobre todo en medicina, enfermería o nutrición, los psicólogos también lo reproducen, incluso cuando trabajan específicamente con trastornos alimentarios o problemas de imagen corporal. La realidad es clara: el estigma de peso atraviesa todas las profesiones sanitarias.

El estigma de peso: un sesgo cultural presente en la consulta

Cuando hablamos de estigma de peso nos referimos a todo un conjunto de ideas culturales sobre lo que significa tener un “cuerpo grande”, que en el caso de los profesionales sanitarios no se presenta a través de comentarios ofensivos o conductas conscientemente discriminatorias, sino que se manifiesta de forma sutil: en cómo formulamos preguntas, en las hipótesis clínicas que priorizamos, en cómo interpretan lo que cuenta un paciente e incluso en el tipo de intervención que proponen.

Se pueden identificar tres niveles de estigma:

  • Externo: actitudes negativas o trato desigual hacia personas con cuerpos grandes.
  • Internalizado: cuando la persona asume que su valor depende de su peso.
  • Estructural: cuando los propios sistemas sanitarios transmiten que ciertos cuerpos son “un problema”.

¿Por qué este sesgo también afecta a los psicólogos?

Aunque la formación psicológica entrena a los psicólogos para analizar procesos cognitivos y emocionales, eso no les vuelve inmunes a los prejuicios. De hecho, la investigación muestra que están expuestos a los mismos sesgos culturales que los pacientes.

Varias razones explican esta presencia:

  • Hemos crecido en una cultura que asocia delgadez con salud y peso elevado con desorden o falta de autocontrol. Es un aprendizaje temprano y persistente.
  • La formación sanitaria suele dar por sentado el IMC como indicador de riesgo psicológico, lo que dificulta una lectura realmente neutra del caso.
  • Fenómenos como el hambre emocional, la autoimagen o la motivación se interpretan con frecuencia desde el prisma del peso, en lugar de atender a su complejidad real.

En otras palabras, estudiar psicología no elimina el sesgo, simplemente lo hace más sofisticado.

Cómo estos sesgos pueden contribuir al desarrollo de problemas alimentarios

Nadie plantea que un psicólogo “cause” un trastorno alimentario. Son trastornos graves y multifactoriales. Sin embargo, determinados mensajes, actitudes o enfoques pueden aumentar el riesgo, intensificar la culpa o mantener el malestar. Identificarlo es la mejor forma de prevenirlo en el futuro:

1. Se interpreta de forma distinta según el cuerpo del paciente

Los psicólogos son capaces de detectar rigidez alimentaria, evitación de grupos de alimentos o malestar con la imagen corporal como señales de alerta cuando se observan en una persona delgada. Sin embargo, se suele tolerar e incluso reforzar estas mismas conductas en personas con cuerpos grandes, bajo la idea de que es sano perder peso. Ese refuerzo puede consolidar la restricción y la insatisfacción corporal, dos factores estrechamente relacionados con el riesgo de TCA.

2. Se refuerza la pérdida de peso como un signo de autocuidado

En consulta, cuando los psicólogos ven a un paciente que de repente se encuentra mejor, hace ejercicio y se siente con mayor autoestima es fácil caer en comentarios como “se te nota muchísimo”, “qué bien te veo” o “estás más sano”. Pero esos elogios pueden ser peligrosos. A veces no se está viendo una mejoría, sino el comienzo de un trastorno alimentario, donde la pérdida de peso viene de la restricción, la ansiedad o el hipercontrol.

Cuando se valida el cambio físico, aunque sea con buena intención, se refuerza justo lo que puede estar haciendo daño y se pasa por alto señales de alarma. En lugar de eso, se debería reforzar las conductas que sí son un indicador fiable de bienestar y que nunca van a empeorar un problema: dormir mejor, reducir el estrés, comer con más flexibilidad, tomar decisiones conscientes, identificar sus emociones y tratarse con más cuidado.

3. Se da por hecho comportamientos sin haberlos explorado

Es frecuente asociar de forma automática el peso elevado con sedentarismo, desorden o falta de autocontrol. A partir de esas suposiciones, los psicólogos pueden pedir al paciente un nivel de disciplina o esfuerzo que ni siquiera piden en otros casos, como si necesitara “ganarse” estar sano.

El problema es que estas atribuciones no se basan en la evaluación clínica, sino en estereotipos. Esto transmite que el peso es una cuestión moral o de voluntad, no un fenómeno complejo influido por genética, entorno, estrés, historia de dietas o nivel de estigma vivido. Esa lectura simplificada no solo es inexacta, sino que aumenta la vergüenza corporal y reduce la confianza en la relación terapéutica.

4. No se explora el estigma vivido

El estigma de peso es, por sí mismo, un factor de riesgo psicológico. Aumenta la ansiedad, favorece la insatisfacción corporal, incrementa la evitación social y altera la regulación emocional. Sin embargo, raramente los psicólogos lo evalúan de forma explícita, pese a su impacto directo en el bienestar.

¿Cómo se puede cambiar esto?

Algunas estrategias para intervenir de forma más cuidadosa:

  • Desplazar el foco del peso al bienestar psicológico real. Explorar sueño, estrés, apoyo social, historia de dietas, evitación, regulación emocional y experiencias de estigma.
  • Evitar lenguaje moralizante. Sustituir frases como “cuidarte más” o “ser más responsable” por preguntas orientadas a valores, necesidades y barreras reales.
  • Revisar creencias propias. Explorar nuestras ideas sobre cuerpos grandes, éxito, salud y autocontrol. La supervisión puede ser de gran ayuda.
  • No reforzar la restricción. Priorizar la flexibilidad alimentaria independientemente del peso.

En resumen, todo empieza en cómo se mira al paciente. El estigma de peso no solo complica la relación con la comida o el cuerpo, también erosiona la alianza terapéutica, incrementa la culpa y perpetúa dinámicas que pueden sostener un trastorno alimentario. Por eso, si queremos una práctica psicológica realmente centrada en la persona los psicólogos necesitan revisar no solo sus técnicas e instrumentos clínicos, sino también las ideas que asumen como evidentes sin haberlas cuestionado.

No se trata de evitar hablar del cuerpo. Se trata de poder hablar de él con respeto, sin suposiciones y sin prejuicios que limiten lo que el paciente puede contarnos.

Autora: Tatiana Lacruz es doctora en Psicología Clínica y de la Salud, Psicóloga General Sanitaria y directora del Máster en Psicología General Sanitaria de UNIE Universidad. Su trayectoria combina la práctica clínica, la investigación y la docencia, con una amplia experiencia en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria y la obesidad. Su investigación se centra en la detección temprana de la conducta alimentaria alterada, la prevención de los TCA, el estigma de peso y los factores psicológicos, familiares y socioculturales asociados a la obesidad infantil, además del diseño y evaluación de programas de intervención.

Además, ha recibido diversos reconocimientos por sus investigaciones y participa en asociaciones y grupos de trabajo especializados. Es autora de múltiples publicaciones científicas y desarrolla una intensa labor divulgativa mediante entrevistas, documentales y proyectos de sensibilización orientados a mejorar la comprensión social de los TCA, la obesidad y el estigma de peso.

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UNIE Universidad. (2025, diciembre 5). Los profesionales de la salud pueden fomentar Problemas Alimentarios sin darse cuenta. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/profesionales-de-salud-pueden-fomentar-problemas-alimentarios-sin-darse-cuenta

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