Es más común de lo que pensamos encontrarnos con personas que dicen “tenerlo todo” y, sin embargo, no sentirse felices. Esto a su vez causa un malestar mayor en la persona ya que puede sentirse culpable y acaba pensando que hay algo mal en ella para no poder ser feliz. Ocurre también que, a veces, el entorno agranda esa sensación de culpa cuando hacen comentarios como “no sé de qué te quejas”, “pero si te va todo bien”, “lo tienes todo”, etc…
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La felicidad, esa meta desconocida
Pero ¿qué significa ser feliz? A lo largo de los tiempos se ha entendido la felicidad como lograr la autorrealización y conseguir nuestras metas. También como valerse por uno mismo y ser autosuficiente o cómo poder experimentar placer huyendo del sufrimiento. Hoy en día, prácticamente todo lo que nos hacen ver que tiene que ver con la felicidad se refiere a cosas externas a nosotros y cosas materiales principalmente. Y quizás aquí está el error. Que esperamos que al conseguir todas esas cosas la felicidad llegará de forma automática y cuando no llega sentimos que algo va mal y que no somos felices. Es una cuestión de expectativas.
Por eso importante mirar hacia dentro, autoestima, autoconocimiento, ver realmente quienes somos y qué queremos. Ahí está la verdadera felicidad. Erich Fromm dijo que “si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”. La investigadora Emily Esfahani, afirma que «una vida con sentido proporciona, a la larga, un sentimiento de satisfacción más profundo y duradero».
E insiste en cuatro elementos: la pertenencia y las relaciones con los demás, un propósito en la vida, un relato coherente sobre nosotros mismos y un espacio para la trascendencia. La felicidad es algo dinámico, va y viene, por eso importante tener un sentido al que aferrarse cuando las cosas vienen mal dadas.
Entonces, ¿por qué no soy feliz si lo tengo todo?
Lo principal es que todo lo que tienes no garantiza tu satisfacción. Y todas las cosas materiales están muy bien, pero si no tenemos una buena salud mental va a ser imposible ser feliz. Por lo que, si lo tienes todo y no eres feliz, tienes que hacer un acto de profunda reflexión sobre ti mismo y sobre tu salud mental.
1. Tu vida no se ajusta a tus valores o necesidades auténticas
Puedes tener un estilo de vida satisfactorio, tener un trabajo pero no el de tus sueños, puedes tener una pareja pero tener carencias en la relación o falta de ilusión, es decir, puedes tener muchas cosas pero no se están ajustando bien a tus verdaderas necesidades. Puede que te hayas acomodado o adaptado a algo que no es lo que quieres realmente.
2. Las expectativas
Hay un factor importante a tener en cuenta que es el factor social y/o cultural. Lo que socialmente nos hacen entender que es la felicidad y las cosas que necesitamos para alcanzarla, como estar en pareja, o crear una familia, comprarse una casa, o tener mucho dinero… En este sentido, existen ya muchos estudios que concluyen que el dinero no da la felicidad.
La revista 'Social psychological and personality science' concluyó que el tener acceso a una cantidad mayor de ingresos está asociado con experimentar menos tristeza en el día a día, por lo que los resultados mostraron que el dinero puede ser una herramienta eficaz para reducir la tristeza, pero no para mejorar la felicidad.
3. Autoestima
Desde bien pequeños, nos hacen hincapié en los errores, en cómo mejorar o incluso en compararnos con otros. Esto conlleva que se genere en nosotros un diálogo interno que hace que seamos muy duros con nosotros mismos y al final nuestra autoestima se resiente y eso no se soluciona con cosas materiales.
4. Mucho estrés y poco descanso
La vida va muy rápido, estamos acostumbrados a ir deprisa, a asumir muchas responsabilidades y a descansar poco por falta de tiempo, circunstancias personales, preocupaciones… Esto hace que normalicemos niveles de estrés muy altos y que inconscientemente pasen factura a pesar de tenerlo todo.
5. Actúas por inercia
A veces llega un momento que enciendes el piloto automático, funcionas por inercia, por rutina o por lo que otros quieren o esperan que hagas. Dejas de tener las riendas de tu vida, las ilusiones se van esfumando y pierdes el control de tu vida. Si estás en esta situación, es importante no sentir miedo o culpa y empezar a trabajar para sentirte mejor contigo mismo/a.