Si estás leyendo esto, puede que no te lleves muy bien con tus padres. A menudo no los soportas y te sientes mal, o incluso peor, cuando estás con ellos. Es muy probable que tengáis una relación tóxica y no lo sepas. Quizás ha llegado el momento de lo que llamamos de manera figurada/metafórica “matar a tus padres”, si aún no lo has hecho. Puede que tengas una relación fantástica con ellos; en tal caso, felicidades, los “mataste” (aunque no lo sepas), sois felices y coméis perdices. No sigas leyendo. Pero para el 80% restante de los mortales, me temo que estamos en ello.
La necesidad de una relación madura
Comencemos por el principio del cuento, antes de las perdices. Mientras somos adolescentes/niños, necesitamos esa relación asimétrica con nuestros padres porque nos están educando y existe un principio de autoridad/experiencia necesario para la socialización y la transmisión del legado cultural/valores. Aquí, en principio, podría establecerse o no la relación tóxica, donde los padres serían más responsables que los hijos si la cosa no funciona, evidentemente.
Cuando llegamos a la adultez, los roles deben actualizarse para establecer una relación madura y eso ya es responsabilidad de individuos adultos: padres e hijos, ambos adultos. Llega el momento de la independencia, o “matas a los padres” o, aquí sí, la relación se convertirá en algo tóxico seguro, ya que seguiremos en un juego asimétrico de interacciones donde todos nos haremos daño y nos sentiremos atrapados en un bucle sin saber qué hacer. Ya no somos niños, pero nos tratan como niños. Se permiten seguir opinando, aconsejándonos, criticándonos, juzgándonos o riñéndonos sobre nuestra vida sin que nosotros lo pidamos. El rol de padres se perpetúa y nos sentimos con ellos anulados como adultos capaces.
Cómo reconocer y superar una relación tóxica
¿Y cómo saber si mi relación con mis padres es tóxica? Los síntomas de cualquier relación tóxica de adultos (incluida con los padres) son cuando las monedas de cambio son miedo, obligación o culpa. Por ejemplo, llamas o vas a ver a tus padres porque, si no, se enfadan (miedo al conflicto y te sientes culpable porque es tu obligación como hijo). Esto crea relaciones corrompidas y forzadas, donde ambas partes sienten que algo no funciona.
¿Cómo solucionar esto? Pues, si la relación no fuese con tus padres, la mejor solución es siempre distanciarse de lo tóxico, claro. Pero son tus padres y, si quieres sanar tus relaciones con ellos, hay que “matarlos”. Vamos con los tips para ello:
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Establece límites de manera asertiva en cuanto a tus tiempos y espacios. Esto significa explicarles tus necesidades y sentimientos para que puedan empatizar con tus prioridades y valores, que pueden o no coincidir con los de ellos. Toca negociar.
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Empieza a tratarlos a ellos también no como tus padres, sino como individuos adultos. Si quieres que te respeten, comienza por respetar. No les critiques, lo que hicieron o lo que hacen, lo que fueron o lo que son. En definitiva, predica con el ejemplo. Cultiva la reciprocidad.
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Escucha, pero sé escéptico. Si tus padres quieren o necesitan algo de ti, valora desde dónde lo dicen y el porqué lo dicen. De manera explícita, con lo que ellos te dicen y lo que tú lees entre líneas. Luego decide y argumenta del mismo modo. Sé auténtico. Ni manipules ni permitas que te manipulen.
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Lidiar con la culpa. Vas a tener que tomar decisiones, gestos y actitudes donde va a haber resistencia por parte de tus padres y te vas a sentir culpable. Transita y acepta esta emoción como parte del proceso a corto plazo. No estás haciendo nada malo, pero romper los viejos patrones y “matar a los padres” supone pagar el peaje de la culpa, emoción que se alimenta en las relaciones tóxicas. A medio y largo plazo, la emoción desaparecerá.
Para ayudarte a sostener todo lo anterior, y sobre todo el último tip, no olvides nunca tu objetivo. Recuerda que cuando tengas una relación sana de adultos con tus padres, te sorprenderás siendo espontáneo: te va a apetecer llamarlos para ver qué tal están, hacerles una visita sorpresa o un regalo inesperado. Ya no te sentirás obligado. Será una relación auténtica de amor entre adultos. Puede que no haya cantidad en las interacciones, pero sí calidad. Entonces, sí, objetivo cumplido: cuando estemos juntos, nos sentiremos individuos adultos libres y maduros que nos ayudamos a crecer y obtener la mejor versión de nosotros mismos de manera mutua. La de ellos y la tuya. En esencia, felices.