Rafael Sanzio: biografía de este gran pintor del Renacimiento

Te contamos la vida y la trayectoria artística del pintor renacentista Rafael de Urbino.

Rafael Sanzio

Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) consideraba a Rafael Sanzio (1483-1520), también conocido como Rafael de Urbino por su procedencia, como el gran referente de la historia del arte. No es ningún secreto que el pintor francés se inspiró notablemente en la obra del renacentista que, por otro lado, inspiró a otros muchos artistas.

Rafael Sanzio es uno de los grandes pintores del Renacimiento. Construyó su obra inicial bebiendo de maestros de la talla de Leonardo da Vinci o Miguel Ángel, y consiguió un estilo propio, muy personal, imbuido de un aura de belleza magnética que a nadie deja indiferente. Su corta vida (falleció a los treinta y siete años) no le impidió crear un corpus artístico de gran envergadura, que repasamos, junto con su biografía, a continuación.

Breve biografía de Rafael Sanzio, el gran pintor del Renacimiento italiano

A menudo se le cita junto con los otros dos grandes nombres del Quattrocento y el Cinquecento italiano: Leonardo y Miguel Ángel. Ambos eran bastante mayores que él (especialmente, Leonardo) y ya poseían una larga trayectoria cuando un joven Rafael de apenas veinte años llegó a Florencia. El muchacho, que al parecer de muchos expertos había aprendido los rudimentos de la pintura de la mano de su padre, un pintor de frescos, quedó absolutamente maravillado con las creaciones que estos dos genios del arte habían sembrado por toda la ciudad; especialmente, las pinturas del Palacio Vecchio. Empieza entonces una carrera fulgurante que acabará trágica y prematuramente en 1520.

¿Quién fue Rafael Sanzio, también conocido como Rafael de Urbino? En la biografía de hoy te presentamos la vida y la obra de este gran referente de la pintura renacentista del siglo XVI. Esperemos que disfrutéis leyéndola.

El huérfano de Urbino

Rafael Sanzio había nacido en Urbino, una pequeña ciudad del centro de Italia donde su padre, Giovanni Santi, era pintor de los duques de Montefeltro. La corte de Urbino era bastante conocida por su exquisito refinamiento y su vasta cultura, elogiados ambos por Baldassare de Castiglione (1478-1529) en su obra El cortesano, un auténtico best-seller renacentista. El círculo social de los duques dotó al jovencísimo Rafael de un extenso conocimiento y refinadas maneras, que más tarde destacaría Giorgio Vasari en sus Vidas.

Según algunos testimonios (entre ellos, Giorgio Vasari), el joven habría estado en el taller de Pietro Perugino (1448-1523), quizá como ayudante, desde el año 1500, aunque otros autores citan a Timoteo Viti (1469-1523), natural también de Urbino, especialmente tras quedarse Rafael huérfano de padre, en 1494. Con diecisiete años lo encontramos ya en Florencia, donde tiene oportunidad de contemplar las magníficas obras de Leonardo y Miguel Ángel, que le impresionan vivamente, y de los que toma aspectos formales para su posterior estilo.

El primer gran encargo: las estancias papales del Vaticano

Julio II se había trasladado en 1507 a sus dependencias propias en el Vaticano, para cuya decoración convocó a excelentes pintores, como Perugino. Al año siguiente, en 1508, Rafael es llamado a Roma para seguir los trabajos, por lo que el joven pintor debe abandonar las obras que había empezado en Florencia. ¿Qué llevó al papa a interesarse por un todavía desconocido artista? Según algunos autores, el benefactor de Rafael, el arquitecto Bramante, tuvo probablemente mucho que ver en ello.

La espectacular La escuela de Atenas y su pareja, la no menos magnífica La disputa del sacramento, ubicadas ambas en la denominada stanza della segnatura, fueron las primeras obras que acometió el joven pintor de Urbino una vez llegó a Roma. Ambas representan, junto con El Parnaso y Las virtudes cardinales, cuatro de los ámbitos del saber de la época. La primera representa la filosofía y muestra a varios filósofos de la antigüedad que rodean a los dos grandes sabios: Platón y Aristóteles.

El Parnaso

El primero, haciendo referencia a las ideas, señala hacia arriba, mientras que el segundo muestra el camino de la física y señala el suelo. La disputa del sacramento simboliza la religión; El Parnaso, la poesía (donde las figuras centrales son Apolo y las Musas) y, finalmente, en Las virtudes cardinales se representa el derecho, donde las cuatro virtudes cardinales rodean a la Justicia.

Formalmente, los frescos de Rafael de la stanza della segnatura “rompen” los límites del espacio de representación, pues varios personajes “sobresalen” y parecen escapar del marco de la composición. Por otro lado, la perspectiva matemática desarrollada por Brunelleschi en el siglo XV está magistralmente solucionada.

Excelente capturador de almas

La absoluta maestría de Rafael como retratista queda patente en los numerosos retratos que realizó; entre ellos, los de Julio II, el comitente de las estancias. En el famoso retrato de 1511-1512, el pintor de Urbino muestra al pontífice sentado, con un aspecto como abatido, que se aleja considerablemente de las anteriores representaciones papales de perfil. Julio II no muestra signo alguno de su autoridad papal, y es representado como un anciano de luenga barba blanca y rostro serio y enjuto.

Otro de los retratos más excelentes de Rafael es el de su amigo Baldassare de Castiglione (1478-1526), humanista, escritor y diplomático que también residió en Urbino, famoso por su obra El cortesano. Rafael presenta a Castiglione como un auténtico cortesano del Renacimiento, elegantemente vestido (no en vano, era diplomático de una de las cortes con mayor refinamiento de Europa, la de los duques de Urbino). De Leonardo, Rafael ha tomado el retrato de tres cuartos, que repetirá en otras ocasiones. Los colores oscuros y austeros de la obra otorgan cierta serenidad y sosiego al personaje, que nos mira casi inquisitivamente con sus ojos intensamente azules.

La Fornarina, ejecutado hacia 1518 (es decir, apenas dos años antes de la muerte del pintor), es considerado por la mayoría de los expertos como un retrato de su amante, Margherita Luti, que era hija de un panadero (fornaio). La perla que pende del turbante de la mujer así parece corroborarlo, puesto que margarita quiere decir perla en griego. La joven guarda un gran parecido con la mujer de otro de sus retratos, la famosa Dama velada, por lo que algunos estudiosos creen que se trata de la misma persona. Por las características del retrato, es posible que fuera pintado para un uso íntimo.

Margherita aparece con medio cuerpo desnudo, cubriéndose pudorosamente con unas telas transparentes. En el brazalete que ostenta en su brazo izquierdo se puede leer Raphael Urbinas (Rafael de Urbino), lo que no deja lugar a dudas acerca de la autoría de la obra.

La vida amorosa de Rafael no está del todo documentada. Se sabe que nunca se casó, aunque estuvo comprometido durante años con María Bibbiena, una pariente de los Medici. El porqué de que la boda nunca se celebrara sigue siendo uno de los interrogantes de su existencia. En cuanto a sus amantes, la más estable fue la ya mencionada Margherita Luti, con la que se vio hasta su prematura muerte y que, por cierto, sólo le sobrevivió dos años.

Madonnas y mitología

A mediados de la década de 1510, Rafael goza de un éxito indiscutible en los círculos romanos. El encargo de las estancias papales ha propiciado que las altas esferas de Roma se interesen por él y por su obra, y en esos años le llueven los encargos. Además de los retratos, Rafael pinta numerosas Madonne, de una monumentalidad clásica y un vivo color inspirado en la escuela veneciana. Más que destacable es su Madonna Sixtina, donde Rafael consigue una atmósfera perfecta y una armonía absoluta de forma y color. Por otro lado, su tabla conocida como La bella jardinera, que representa a la Virgen, al Niño y a San Juanito insertos en un delicado paisaje, tiene innegables reminiscencias leonardescas.

Además de la pintura de carácter religioso, el artista de Urbino cultivó también otro de los géneros más comunes del Renacimiento: la pintura mitológica. Destacable es su famosa Galatea o El triunfo de Galatea, un hermoso fresco realizado para el palacio de Villa Farnesina, en Roma.

La Galatea

La perfecta composición, unida a la armonía de las tonalidades (basadas en un límpido azul marino, del que sobresalen los ocres y los rosados de las carnes de los personajes) hacen de esta obra una de las más importantes del pintor. En ella se representa a Galatea, una nereida, subida triunfante en una concha y rodeada de personajes mitológicos marinos.

Una de las facetas que se desconoce de Rafael es su trabajo como arquitecto. En 1514, tras la muerte de su protector, el también arquitecto Donato Bramante, Rafael pasa a encargarse del diseño de la nueva basílica de San Pedro del Vaticano. El diseño del de Urbino no pasó de proyecto, pero da una idea de la capacidad “renacentista” de Rafael de dedicarse con plenitud a diversas disciplinas, como también lo hicieron Leonardo, Miguel Ángel o Brunelleschi.

Muerte en plena gloria

En 1520, el año de su muerte, Rafael realiza la que será su última obra, La Transfiguración; originalmente ejecutada para la catedral de Narbonne, nunca partirá hacia Francia. El cardenal comitente de la pintura la conservó, para después donarla a la iglesia de San Pietro in Montorio, en Roma.

Las dos secciones en las que se divide la obra muestran, en su parte superior, a Cristo en gloria rodeado por los profetas Moisés y Elías y, en su parte inferior, la escena del niño endemoniado al que cura Cristo.

El 6 de abril de 1520, día de Viernes Santo, Rafael fallece prematuramente en Roma. Ese mismo día había cumplido los treinta y siete años.

Según un relato de Vasari, la causa de su muerte habrían sido unas fiebres fruto de un “exceso de actividad sexual” con su amante La Fornarina. Dejando de lado este más que dudoso testimonio, se desconocen las causas reales del fallecimiento del pintor de Urbino, que partió de este mundo en plena gloria. Para la posteridad queda su legado pictórico, admirado por todos los que le siguieron. Aunque también hubo artistas que lo rechazaron; es el caso de la Hermandad Prerrafaelita que, como su mismo nombre indica, reivindicaban la pintura “anterior a Rafael”, pues consideraban al artista de Urbino como uno de los primeros corrompedores del arte “puro” de la Edad Media. Como siempre, para gustos, colores.

  • Burckhart, J. (1992), La cultura del Renacimiento en Italia, ed. Akal.
  • Las estancias de Rafael. Primera parte. La estancia de la signatura, video del canal Vitruvio Arte (Hugo García, historiador de arte).
  • Nieto Alcaide, V; CHECA, F. (2000), El Renacimiento, ed. Istmo.
  • Thoenes, C. (2020), Rafael, ed. Taschen VASARI, G. (2011), Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, Catedra
  • VV. AA. (1999), El arte en la Italia del Renacimiento. Arquitectura, escultura, pintura, dibujo, ed. Könemann.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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