Suele decirse que, si queremos un futuro positivo, que aborde los grandes retos de la humanidad (y más con las circunstancias que estamos viviendo), una de bases en las que apoyarse es la educación. Hay que hablar de EDUCACIÓN en mayúsculas. La mayoría de los expertos en esta materia tan están de acuerdo en que la educación actual, tal y como está planteada, no ofrece soluciones a los grandes retos del siglo presente. Se sigue educando con muchos planteamientos del S. XIX y principios del S. XX, hoy totalmente desfasados.
No es solo el tema del fracaso escolar, es que cada vez es más evidente que nuestros niños y jóvenes se aburren en la escuela; tal y como se decía no hace mucho, la consideran “un marrón”. Esto nos debe obligar, a la sociedad como conjunto, a buscar las fórmulas necesarias para impedir que esto ocurra y se tome como algo normal. El siglo XXI es un periodo de retos, transformaciones y cambios profundos.
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Adaptando la educación al siglo XXI
En definitiva, estamos en un cambio de era, y cuando eso ocurre se produce una especie de Big Bang en que todas las estructuras, sistemas, organizaciones... parecen saltar por los aires hasta que todo vuelve a una relativa estabilidad. Por lo tanto, la educación no puede permanecer ajena a esta revolución social que se está produciendo. En este sentido, quizá unas bases de un sistema educativo puedan ser las siguientes.
Educación holística
Durante muchos años nos hemos centrado en preparar a las futuras generaciones en materias relacionadas con el mundo de la tecnología en todo el sentido de la palabra. Era una preparación para el mundo laboral. Sin embargo, las estructuras académicas no terminan de entender y adaptarse a los cambios sucedidos en las últimas décadas.
Por otra parte, ya se lleva unos años hablando de que junto a este exceso de tecnología, hay una falta total de aprendizaje emocional; muchos profesionales educativos hablan incluso de analfabetismo emocional y sentimental. En la educación presente y futura estos aspectos son necesarios e imprescindibles para preparar generaciones que entiendan el mundo que les rodea y la sociedad de la que forman parte.
Sin perder de vista la necesidad de aprender y conocer las grandes enseñanzas de la vida: literatura, lengua, historia, matemáticas, física, química... es necesario que se vayan abriendo huecos a las nuevas realidades.
Unos mínimos conocimientos de economía básica, la forma de trabajar en cooperación (a mí me gusta más esta acepción, en lugar trabajo en equipo), dominio y control de emociones propias y ajenas, aprender a debatir, expresión y comunicación... nuevas técnicas que son necesarias para afrontar con garantías nuestra nueva sociedad. Y hacerlo de forma que no sean asignaturas como tal, que no formen parte de currículum, que no estén pensadas para superar un examen, sino que se vayan desarrollando mediante las lógicas de la experimentación y el juego, dejando a los estudiantes buscar sus propios caminos. Creo que potenciando en su ejecución estos nuevos aprendizajes, se encontrarán más recursos para abordar los de siempre.
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Autoridades, colegios, padres...
No se ve que se den los pasos necesarios en la dirección de sacar la educación del debate político. No podemos estar esperando a una idea genial del Gobierno de turno con su Programa Educativo Estrella que va a cambiar muchas cosas.
Hay que crear proyectos ambiciosos, a largo plazo (quizá de 15 años vista) hay que invertir I+D+i en Educación, colaborando y escuchando a todas las partes implicadas en el tema. La inversión en Educación es siempre rentable, y si no podemos recordar la frase de la escritora sueca Derek Curtis: “Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”.
En este tema tan delicado cobran especial importancia los padres y madres, los cuales parecen haber renunciado a una parte esencial de su responsabilidad: elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos/as e implicarse en ella. En la educación no debería existir la ideología, estamos preparando el presente y el futuro de nuestra sociedad; si queremos una sociedad más justa, más equitativa, más real, debemos empezar por lograr estos asuntos en la escuela.
Y los progenitores deben entender y esforzarse mucho en asumir que la primera educación nace en casa, con los comportamientos y acciones que realizan, que son el mejor ejemplo y motivación que darán a sus descendientes. O lo contrario.
También es muy necesario que los profesionales educativos hagan oír su voz de una vez por todas; son los que está en primera línea, los que conocen lo que se cuece en las aulas, los que saben mejor que nadie cuáles son las deficiencias actuales. Probablemente tengan que realizar un esfuerzo extra en diversos tipos de actualizaciones que deben efectuar, pero gran parte del éxito o el fracaso de todo pasa por sus manos.
Quizá es el momento de dejar a los propios colegios una mayor libertad en diferenciarse en sus valores educativos y no pretender hacerlo todo de un modo tan estandarizado. Hay que buscar la excelencia, y ésta solo se logra a base de esfuerzo, imaginación y diferenciación. Es un tema que implica a todos los estamentos de la sociedad, porque una sociedad auténticamente formada y educada será una sociedad más libre y con más futuro.
Quizá la mejor manera de entender la importancia de la educación sea con una frase de John Dewey:
“La educación no es preparación para la vida, es la vida en sí misma”.