Durante años, hemos crecido en una cultura que nos enseña a “aguantar”, a “ser fuertes” y a no hablar de lo que sentimos. Si tienes ansiedad, te dicen que exageras. Si estás triste, que te hace falta actitud. Si te paraliza el miedo, que reces, que trabajes más o que te distraigas.
A la salud mental le hemos puesto etiquetas morales, cuando en realidad debería tener el mismo estatus que cualquier otra área de la salud. Porque una persona con depresión no necesita motivación, necesita tratamiento. Y una persona con ansiedad no necesita que le digan “tranquilízate”, necesita comprensión y acompañamiento.
Lo más triste es que, aunque el mundo hable cada vez más de salud mental, el acceso real sigue siendo muy limitado. Las terapias psicológicas son costosas, las empresas privadas de salud ofrecen citas cada dos o tres meses, y muchos profesionales terminan sobrecargados, lo que impide un acompañamiento adecuado. Mientras tanto, miles de personas viven atrapadas en su mente, sin entender lo que les pasa y sin saber a quién acudir.
Yo también estuve ahí
No hablo desde la teoría, sino desde la experiencia. Yo también pasé por momentos en los que no entendía lo que sentía, en los que la ansiedad y el miedo parecían no tener explicación. Y no tenía herramientas, ni lenguaje emocional, ni apoyo profesional cercano. Fueron esos momentos —de confusión, de dolor, de búsqueda— los que despertaron en mí una pregunta que cambió mi vida: ¿Por qué tenemos que sufrir tanto para acceder a la ayuda que necesitamos?
Esa pregunta me llevó a estudiar psicología. No solo por vocación, sino por convicción. Porque comprendí que el conocimiento es una forma de libertad, y que entender lo que sentimos puede salvarnos. El sistema no está enfermo de falta de psicólogos, sino de falta de accesibilidad. Trabajo en el campo de la salud mental desde hace más de 13 años, y puedo decirte que la mayoría de las personas que llegan a consulta no lo hacen porque puedan, sino porque ya no pueden más.
Esperan a tocar fondo, a sentir que no hay salida, a que el cuerpo colapse o la mente se quiebre. Y no es por falta de voluntad. Es porque el sistema no está diseñado para prevenir, sino para apagar incendios. Hemos normalizado vivir con estrés, con insomnio, con culpa o con relaciones tóxicas. Nos acostumbramos al malestar, hasta que se vuelve parte del paisaje.
Y cuando finalmente alguien decide buscar ayuda, se encuentra con listas de espera, precios inalcanzables o procesos impersonales. Por eso creo profundamente que la psicología tiene que salir del consultorio y acercarse a la vida cotidiana. No para reemplazar la terapia individual, sino para democratizar el acceso al bienestar emocional.
Terapia Grupal: un espacio accesible, humano y transformador
De esa convicción nace Terapia Grupal, un nuevo espacio que he creado con mucho cuidado y sentido. Aunque no es una terapia en sí, es un espacio psicoeducativo que busca romper la barrera económica y emocional que separa a tantas personas de la ayuda que merecen.
Aquí, podrás hablar, compartir y aprender sobre temas que nos atraviesan a todos: Ansiedad, autoestima, relaciones, depresión, límites, apego, duelo… Entenderás cómo funcionan tus emociones y cómo gestionarlas. Recibirás herramientas prácticas y aplicables a tu vida diaria. Y lo harás en un entorno seguro, empático y profesional, junto a un grupo de máximo 8 personas.
Este formato me permite acompañar a más personas de manera accesible, sin perder la cercanía y la profundidad del proceso. Además, si alguien necesita atención individual, cuento con una red de profesionales que ofrecen servicios low cost, para que el acompañamiento no se detenga. Porque no se trata solo de hablar de salud mental. Se trata de hacerla posible para todos.
La psicología también necesita ser humana
A veces me preguntan por qué sigo yendo a terapia o por qué hablo abiertamente de mis emociones. La respuesta es sencilla: porque ser psicóloga no me hace inmune al sufrimiento, me hace más consciente de él.
Y porque creo que el verdadero cambio comienza cuando dejamos de fingir perfección y empezamos a mostrarnos humanos. Llevo años aprendiendo a vivir con una condición de salud crónica, con mis pausas, mis límites y mis días buenos y malos. Y eso me ha enseñado algo que intento transmitir en cada espacio que creo: Que no hay salud sin salud mental, y que escucharte también es una forma de sanar.
Un espacio para quienes buscan comprenderse
La Terapia Grupal no es una terapia tradicional, pero sí es una puerta de entrada. Un lugar donde podrás encontrar orientación, contención y conocimiento. Un punto de partida para empezar a comprender lo que sientes, sin miedo y sin culpa. Si en este momento te sientes perdido, abrumado o simplemente quieres aprender a manejar tus emociones, este espacio puede ser para ti. Y si conoces a alguien que no puede acceder a una terapia individual, puedes regalarle esta oportunidad.
La salud mental no debería ser un privilegio, sino un derecho. Y aunque no puedo cambiar el sistema sola, puedo ofrecer alternativas reales para que más personas tengan acceso a bienestar emocional.
"Salud mental para todos" es un espacio creado desde mi historia, mi experiencia y mi deseo profundo de acompañarte. Podrás inscribirte a través de nuestro Google Forms. No necesitas saber de psicología, ni tener un diagnóstico, ni estar en crisis para participar. Solo necesitas querer entenderte un poco más. Porque cuidar tu mente no es un lujo, es un acto de amor propio. Y porque todos merecemos un espacio donde ser escuchados.


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