Cuando se toma la decisión de vivir en pareja, se debe tener en cuenta que esta unión estará formada por dos personas con sus propias singularidades y diferencias claras, entre otras cosas porque tuvieron entornos familiares muy particulares, que los formaron para ser quienes son.
Así, cuando se trata de enfrentar las crisis de pareja, cada uno tratará de resolverla de acuerdo con lo aprendido. Toda la complejidad del comportamiento humano tiene que ver con su forma de crianza, pues es desde ahí donde la persona toma sus referentes para responder ante las circunstancias que debe afrontar.
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Aprendiendo desde los referentes familiares
La forma en la que interpretamos las circunstancias que vivimos está directamente relacionada con el modelado inconsciente que tiene cada uno, y que es copiado directamente del ejemplo que recibió de sus padres. Aunque cada miembro de la pareja ha vivido situaciones muy particulares, es asombroso cómo estas experiencias se conectan con la finalidad de enseñarle a cada uno qué es lo que debe aprender para no repetir estos patrones.
El problema, yo diría, comienza en la fase de enamoramiento, porque la mayoría de los traumas adquiridos en la fase de la infancia no son visibles, pero a medida que las personas pasan más tiempo juntas, surgen situaciones que acentuarán las diferencias, desatando una avalancha de problemas y sufrimientos que esconden patrones y aprendizajes, ocasionando una convivencia extremadamente difícil que podría terminar inclusive en la ruptura de la relación.
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Hijos maltratados y adultos maltratadores
El maltrato es uno de los temas más consultados en los procesos terapéuticos y en muy pocas ocasiones las personas son conscientes de qué es lo que realmente les motiva a ser agresivas en sus relaciones de pareja o familia. Para algunos, es todo un descubrimiento el darse cuenta del patrón que repiten y la lección que necesitan aprender, y lo más lamentable es que en muchos casos ya es muy tarde para reparar todo el daño que han causado.
Esta dinámica disfuncional que se da entre la pareja no es producto de la casualidad, debido a que en casos así ambos, en mayor o menor medida, sufrieron situaciones de maltrato, y aunque dichas circunstancias pudieron parecerse, no los afectó de la misma manera.
Los patrones de maltrato fijados durante la crianza son producto de entornos donde presenciaron frecuentemente peleas entre los padres, donde el padre era abusivo y atacaba a la madre, y muchas de estas peleas, eran desencadenadas por los constantes reclamos de la madre, que se daba cuenta de que su pareja era infiel y/o irresponsable con las necesidades del hogar, o porque abusaba del alcohol, o porque también los hijos eran maltratados física y/o psicológicamente, etc.
Al verse inmersas en un mar de sufrimiento y sin posibilidades de cambio de parte de su pareja, con el transcurso de los años muchas madres deciden separarse y llevar adelante la crianza de sus hijos. Esta situación, que fue la única opción viable (aunque habiendo dejado pasar mucho tiempo), también formó patrones de comportamiento que afectaron a los hijos de diferente manera. Estos patrones, que son parte del inconsciente humano, se convierten en traductores de la realidad de cada uno; la interpretación que le dan a la circunstancia que viven en el presente, es la que utilizan para seguir viviendo sus circunstancias diarias.
Estos patrones forman traductores que actúan de forma mecánica e instintiva. Por ejemplo, cuando en la dinámica familiar sucede algo con lo que no están de acuerdo, el patrón de la ira traduce erróneamente que hay que responder a ese desacuerdo, con golpes o insultos; y así sucesivamente se van presentando comportamientos totalmente disfuncionales donde afloran el resentimiento, la baja autoestima, la irresponsabilidad, la deshonestidad en la relación, el síndrome de abandono o desamparo, la inclinación hacia los vicios, etc.
Bertha Restrepo De Farah
Bertha Restrepo De Farah
Magister en Terapia Familiar Sistémica
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Un cambio de roles
Cuando la separación de los padres sucede a edades muy tempranas de los hijos, el vacío que genera la figura paterna tanto en niños como en las niñas es muy diferente. Por lo general a la madre le toca asumir estos dos roles, y en muchos casos le toca valerse de la ayuda de su hijo o hija mayor, quien asume un rol de liderazgo para complementar tareas, especialmente con el cuidado de sus hermanos.
Esta asignación de tareas a edades tempranas ha causado mucha frustración y rabia hacia el padre, pero también hacia la madre, debido a que muchos de ellos dejaron de vivir sus etapas normales de desarrollo para convertirse en adultos precoces para sobrellevar las cargas impuestas por la madre.
Para ciertos adultos, las palabras de la madre ("ahora tú eres el hombre de la casa") siguen pesando de manera disfuncional, aunque el tiempo ha pasado y han hecho sus propias vidas.
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